Tenemos suerte, hasta el Tribunal Constitucional está de acuerdo en que las competencias de educación corresponden a la Generalitat. De ahí que el desiderátum de un sector del españolismo de forzar la creación de un modelo dual de escuela para salvar al castellano de su hipotética desaparición en Cataluña va a ser algo más complicado de lo que preveían los más enganchados al 155. No hay más varita mágica que la mayoría en el Parlament para modificar el consenso existente desde prácticamente el primer día para considerar el catalán la lengua vehicular de la enseñanza; tampoco hay ninguna otra materia que sea capaz de recuperar un frente común del catalanismo político, social y profesional como la defensa de la lengua.

El carácter movilizador del catalán está muy por encima del logrado por el soberanismo y por descontado que el independentismo. Haría bien el Gobierno del PP en no poner a prueba al país con esta amenaza, que además no se corresponde con su tradicional actitud en materia lingüística; más bien parece una maniobra para frenar el empuje de Ciudadanos, un partido nacido para esto. Algunos de los dirigentes populares tal vez recuerden que la doble línea escolar es cosa de nacionalistas, como sucede en el País Vasco y como pretendió en su momento CDC en Cataluña. Afortunadamente, Marta Mata y una legión de maestros, pedagogos, filólogos y políticos de los diferentes partidos catalanistas consiguieron alcanzar un sólido consenso en torno al modelo vigente.

Decía el otro día Lluís Foix en un tuit afilado: presentadme a un niño que no sepa hablar castellano en Cataluña y yo os puedo presentar cinco que no hablan catalán en Cataluña. Algo ha cambiado desde que en 1979 el manifiesto de Els Marges alertó a la sociedad catalana de la eventual muerte del catalán de proseguir el predominio del castellano existente en aquel momento en los medios de comunicación y en la escuela. Pero no tanto como para que nadie que sepa leer y escuchar pueda proclamar que ahora el castellano se esté muriendo en Cataluña. No existe ninguna prueba de ello, ni académica ni sociológica; ni sería bueno que así sucediera. El bilingüismo no es una losa cultural, ni un invento del diablo para socavar las raíces del país, todo lo contrario, es la mejor definición de la actual Cataluña.

La inmersión lingüística en la escuela no fue ni es una apuesta por el monolingüismo del catalán, sino una medida para garantizar la supervivencia de la lengua propia del país, cooficial con la poderosa lengua castellana

¿Mejoraría en algo la situación la creación de un sistema educativo dual en el que lo padres pudieran elegir la enseñanza en castellano o en catalán? ¿Habría más catalanes que hablarían en castellano y menos catalanes que hablaran en catalán? Lo dudo. El equilibrio del ecosistema lingüístico no depende únicamente de la escuela, esto ya es sabido; los medios de comunicación, la red, las relaciones laborales y sociales tienen una influencia sustancial en la utilización de una lengua u otra y no se intuye a nadie capaz de regular todos estos agentes para garantizar una presencia a la par de las dos lenguas habituales en el país, un extremo que de poderse materializar sería, por otra parte, muy beneficioso para el catalán.

La división del país es un peligro constante al que se apunta demasiada gente. Sea por la lengua, por las ideas, por el origen o por el fútbol, no hay día que no salga un iluminado proponiéndoselo. Hay que estar en guardia, queridos. La tradicional proclamación de Cataluña como un solo pueblo, propia del catalanismo, no puede interpretarse ni traducirse como la pretensión de una sociedad monocolor, monolingüística y de pensamiento único, sino como una unidad civil respetuosa de todos los pluralismos.

La inmersión lingüística en la escuela no fue ni es una apuesta por el monolingüismo del catalán, sino una medida para garantizar la supervivencia de la lengua propia del país, cooficial con la poderosa lengua castellana. Para asegurar el perfecto conocimiento de las dos lenguas, la ley debe cumplirse escrupulosamente, respetando el porcentaje requerido de clases en castellano o modificándolo si es preciso. No defender la aptitud bilingüe sería un gravísimo error en la perspectiva cultural y una pésima inversión económica para nuestra competitividad, de la misma manera que lo sería no insistir en el tercer idioma.

Otra cosa diferente a la lengua vehicular del sistema escolar es el peligro del adoctrinamiento en la escuela. Este es un peligro real, siempre asociado al nacionalismo cuando es dominante, sea cual sea el nacionalismo, el de aquí, el del País Vasco o el de España.  En materia de formación de esencias patrias no hay espíritus santos que valgan, la eficacia del adoctrinamiento escolar se consigue con décadas y siglos de aporrear la pluralidad de los pueblos.