El INE ha publicado el dato de PIB del primer trimestre. Ya se dispone de más información que cuando se publicó el dato preliminar, pero, aun así, como reconoce el propio INE, el confinamiento ha roto varias series estadísticas y estimar el PIB en esas condiciones es muy complicado. Por eso es mejor centrarnos en las grandes tendencias que en la precisión del análisis.

Los datos del PIB del primer trimestre en España muestran un desplome de la economía. El PIB ha caído un 5% trimestral pero el consumo privado ha caído el 6,5%, las exportaciones y la inversión de las empresas el 8%. En marzo sólo hubo dos semanas de confinamiento mientras que en abril, mayo y parte de junio buena parte de los españoles hemos estado confinados. Por lo tanto, el desplome de consumo e inversión de las empresas será mucho mayor.

El INE publica también los datos de contabilidad nacional por sectores institucionales. Se trata de una estadística muy poco utilizada por mis colegas economistas y con escasa repercusión en los medios, pero que realmente explica los fundamentos micro de empresas y familias que nos permiten explicar sus decisiones y los ciclos económicos, con la ayuda de la teoría económica y las aportaciones de miles de economistas ya difuntos.

Lo que se aprecia en los gráficos es que la tasa de ahorro de las familias ha aumentado hasta el 11%, superando los niveles de 2009 en la gran recesión. Es previsible que en el segundo trimestre de este año aumente mucho más y que en los siguientes trimestres bajen. La pregunta es cuánto y a qué velocidad.

La escuela de economía de las expectativas racionales nos dice que los individuos son racionales y que cuando el gobierno eliminó el confinamiento en junio las familias estaríamos consumiendo con normalidad y la tasa de ahorro bajaría al nivel de finales de 2019. Si eso sucediese, la recuperación sería rápida y en forma de V.

Pero, ¿qué experiencia tenemos? En 2009 eso no sucedió. La tasa de ahorro subió con fuerza, igual que la tasa de paro, pero luego bajó muy lentamente y tardó muchos años en normalizarse. La clave será el miedo de las familias a perder el empleo y la evolución de la tasa de paro.

El empleo lo determinará la inversión de las empresas que depende a su vez de las ventas y de las expectativas de beneficios. Y en las expectativas de beneficios de las empresas cuenta la evolución reciente. Esta es la tesis de las expectativas adaptativas de Keynes y que publicó antes el economista polaco Kalecki en 1934 (clave para entender las recesiones y los ciclos).

Con las rentas de las empresas lo que vemos es que se ha desplomado y eso las mete en pérdidas. Además, les genera un problema de liquidez para acometer nuevas inversiones. La incertidumbre sobre la pandemia sigue siendo elevada y vemos rebrotes en todos los países, también en España. Si a eso sumamos que el actual gobierno tiene un ‘tufo’ antiempresarial, en la mayoría de sus decisiones, principalmente de los ministros de Podemos, el escenario más probable es que las expectativas empresariales seguirán tocadas durante varios trimestres y se tardará mucho tiempo en recuperar los niveles de PIB y empleo previos a la crisis.

Todo dependerá de que se consiga pronto una vacuna o un antiviral, que permita a los ciudadanos y a los gobiernos perderle el miedo al virus. Eso podría acelerar esa recuperación, pero no parece un escenario muy probable a corto plazo.

¿Y qué pasa con los ingresos públicos? Del análisis de la Gran Depresión, en 1929, Keynes escribe la Teoría General y rompe con el dogma clásico del déficit cero. Los ingresos públicos en el primer trimestre de este año cayeron y caerán mucho más en el segundo. Si el gobierno hubiese recortado los gastos en la misma proporción para no tener déficit, la caída del empleo y del PIB habría sido brutal.

Un 35% de los ocupados han recibido rentas del gobierno bien vía ERTE o bien por cese de actividad de autónomos, y sus empresas no han tenido que pagar el impuesto de cotización a la seguridad social por ellos. Sin esas medidas la tasa de paro habría superado ampliamente el 30% en España.

Ya ni los ultraliberales critican el seguro de paro, los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo o los avales del ICO para que las empresas accedan al crédito. Cuando Keynes publicó su libro en 1936 esas medidas fueron heterodoxas. Hoy son el paradigma.

Por tanto, la deuda pública y el BCE aparecen como nuestro balón de oxígeno. El límite de una política fiscal contracíclica es que el gobierno pueda financiar la emisión de deuda pública. En España ha sido posible gracias a formar parte de la zona euro y a la posibilidad de beneficiarnos de las compras masivas de deuda por parte del BCE. Fuera del euro el gobierno no habría podido pagar tantos ERTE y miles de empresas y cientos de miles de trabajadores habrían perdido su empleo.

¿Y la inversión pública? El otro problema es que recortar gasto social tiene un coste político elevado y por esa razón la inversión pública es la que sufre mayores recortes en las crisis. Justo lo contrario de lo que Keynes recomendaba hacer. El gobierno, --consciente de esa situación--, ha condicionado toda su política de inversiones en 2021 al plan de reconstrucción europeo. El plan se financiaría con deuda pública de la Comisión Europea y eso evitará meter más presión sobre la deuda de los países.

No obstante, se ha complicado la aprobación del plan y para evitar el veto de los países halcones habrá condicionalidad en las ayudas, aunque aún no se sabe cómo será. La paradoja es que el Gobierno critica en España la condicionalidad, pero quiere que Nadia Calviño presida el Eurogrupo y será la encargada de supervisar la condicionalidad. Mientras el BCE siga comprando deuda pública los gobiernos podrán financiar sus déficits. Pero ese plan de reconstrucción será clave para compensar la debilidad de la inversión de las empresas y las familias y determinar la tasa de paro en 2021. Veremos.