El Pirineo es la mancha que extiende, como el aceite moteado sobre el agua, los desquicios de los Pujol. Después de que Jordi Pujol vinculara su destino a Banca Catalana (quiebra fraudulenta en 1993), la frontera se fue convirtiendo en el escenario de la familia que golpea y se protege en su guarida de Queralbs, la casa de vacaciones, situada en plena Collada de Tosas. La altura y los pastos son para el clan Pujol el jardín de Cándido; especialmente ahora, cuando su valor supremo, la nación, ha dejado de ser un subterfugio para convertirse en delito.

Los amigos del clan recuerdan a menudo lo que quedó de una práctica detestable: el reparto continuado de funciones en el comedor de General Mitre, el domicilio del expresident en Barcelona, con Pujol y su esposa, Marta Ferrusola, en ambas cabezas de la mesa y los siete hijos del matrimonio en los costados. De las entregas a mano se ocupaba mosén Fenosa, el cura de la Vespa, que hacía las veces del motorista del poder, distribuidor de sobres y remitentes, más allá de su papel como conciliari espiritual de la saga. 

Marta Ferrusola / FARRUQO

Marta Ferrusola / FARRUQO

En su cita anual con la Pica d’Estats, Jordi y Marta recorrían senderos entre nieves eternas que la Ferrusola conoce bien; es oriunda de la Farrera, una pequeña localidad situada en la Coma de Burg. Ferrusola tiene la Montaña Mágica pegada en la testuz. Siendo la esposa del president electo, adquirió una borda en Tabascán e instaló una carretera (obra pública de tapadillo), que conducía a la misma puerta de la casa, en contraste con los caminos de carro de sus vecinos. El pueblo se llevó una sorpresa mayúscula el día que alguien encontró en el Registro de la Propiedad a los siete hijos del matrimonio Pujol-Ferrusola inscritos como dueños. Oleguer, el delfín de la tribu, aparecía y se fundía en la borda de Tabascán, de la misma manera que el primogénito, Jordi Pujol Ferrusola (JPF), se dejaba ver en la Cerdanya, cuando su situación procesal solo estaba en los comienzos. Por su parte, Oriol, el político con ansias de alcanzar los entorchados del padre, se dejaba llevar por la cadencia de los negocios del poder (el caso APPlus), sin advertir que su destino era carne de presidio. La euforia de prosperidad a golpe de apellido también pillo a Josep Pujol Ferrusola, el conspicuo ingeniero que consiguió, a través de Europraxis, la implantación en Cataluña de la Indra de Javier Monzón, hasta el punto de convertirla en la salvaguarda digital (en la zona militar del aeropuerto de El Prat) del espacio aéreo del noreste de España. 

A los Pujol los han pillado de lleno, gracias a las pruebas periciales y a unas cintas con monserga, parecidas a las de Corinna sobre el rey emérito, confesión interesada de la Wittgenstein, que presumió de linaje vinculado al autor del Tractatus, pero nada más lejos de la realidad. Como es bien conocido, esta misma semana, la Audiencia Nacional ha dictado un auto contra los Pujol de más de 590 páginas con pelos y señales, un exordio judicial que ha paralizado la vida política del mundo nacionalista. El delito estaba descontado, pero su radio de acción sigue siendo una amenaza para algunos. El juez José de la Mata concluye la instrucción de la causa contra el expresidente catalán y su familia y pide apertura de juicio oral. Les acusa de utilizar su posición privilegiada para enriquecerse; considera que los hechos que se les atribuyen son constitutivos de los delitos de organización criminal, blanqueo, evasiones fiscales y falsedad. El magistrado también procede contra personas del entorno de la familia, entre ellos Mercè Gironés, la exmujer de Jordi Pujol Ferrusola, y los empresarios Luis Delso Heras, Carlos Sumarroca Coixet y Carlos Sumarroca Claverol, así como Xavier Tauler Ferrer, Xavier Corominas Garriga, Alejandro Guerrero Kandler, Gustavo Buesa Ibáñez, Josep Mayola Comadira, Jaume Ferrer Graupera y Carles Vilarrubí Carrió, entre otros.

La bomba de relojería del 3% ha acabado explotando y sus consecuencias con desconocidas, pero pronosticables. Según el juez, el patrimonio familiar proviene de distintas fuentes, y no se limita a la herencia familiar del abuelo Florenci Pujol Brugat, gran arbitrajista de divisas en la Bolsa de Barcelona, a través de Tánger, el paraíso fiscal del medio siglo.

El origen de los fondos está en los pagos ilícitos realizados por terceras personas que realizaban ingresos millonarios a la familia, disimulados bajo distintas estructuras societarias más o menos sofisticadas y utilizando diferentes paraísos. “Estos contratos simulados tenían su contraprestación en el ejercicio de concretas influencias por parte de la familia Pujol Ferrusola en adjudicaciones, cambios de calificación urbanística o concesiones administrativas”, detalla el auto de De la Mata, recogido con precisión por Elena Burés en la edición de Crónica Global, del viernes 17 de julio. De la Mata explica que Pujol y Ferrusola lideraban la organización, y recuerda que la matriarca se autodenominaba la “madre superiora de la congregación”; señala también que las instrucciones procedían del expresident ”el capellán de la parroquia”. Atómico y ridículo por parte de la pareja. Los Pujol se han hecho merecedores ya de una tonadilla popular, con aires de Zarzuela, que todos cantarían a coro en el mercado de la Boquería.

En los años de plenitud, la entonces primera dama practicaba la jardinería de alto standing. No es que tuviera una parada simpática en la Rambla de las Flores; no, ella tenía un establecimiento pijo, en la calle Muntaner, para engalanar by the face los mejores edificios institucionales de Barcelona. Una especie floral comparable a la malograda pintora Doris Malfeito --pero millones de veces más poderosa--, que vendía cuadros a mansalva entre representantes de la economía real, según la jerga convergente, inopia de un pasado fabril adornado de mitos.

En resumen: un auto demoledor con soniquete de fondo para el matrimonio que ostentó el poder en Cataluña durante más de dos décadas. Ferrusola se aferra al suelo pirenaico, convencida de que la tierra es la última ratio de la bandera. Optó por el estilo bosquimano; escondió las alhajas en la enagua antes que detener este final tenebroso.