Rafael Ribó, Síndic de Greuges, equivalente al defensor del pueblo de Cataluña, se ha erigido en protagonista destacado de la semana. El motivo, sus declaraciones acerca de las listas de espera en el sistema sanitario catalán que atribuye “al sobrecoste del sistema por la gente que viene a Cataluña a intervenirse”. Unas consideraciones que, más allá de desafortunadas y erróneas, constituyen un magnífico reflejo de la profunda desorientación de nuestros tiempos.

En primer lugar, resulta contradictorio pensar que personas de fuera vienen sistemáticamente a intervenirse a Cataluña, cuando nuestras listas de espera baten récords. La imagen de un modelo sanitario eficiente y reconocido, que atraía pacientes de otras comunidades, forma parte de un imaginario enterrado por el notable caos en que se ha ido sumiendo la sanidad catalana. Olvídense de los cargos políticos, y pregunten a profesionales del sector acerca del deterioro de la última década.

A su vez, resulta deplorable la actitud de rechazo que expresa el Síndic, y que en poco se diferencia de aquella que, en boca de los líderes de Vox, señala a los inmigrantes como responsables del deterioro de los servicios públicos esenciales.  El populismo no es patrimonio de la derecha radical.

Además, y añade una notable dosis de gravedad al asunto, Rafael Ribó no representa a una opción política determinada, sino que está al frente de la institución más representativa de toda la ciudadanía, la que atiende los intereses de los colectivos más desfavorecidos. La voz de aquellos cuya inquietud no se puede vehicular a través de los cauces tradicionales. Todo ello refleja el deterioro generalizado de la vida institucional que, en el caso de la Sindicatura, se constituye en ya un genuino destrozo.

Así, asombra el silencio de la intelectualidad de izquierdas ante este lamentable episodio, que no puede sorprender a quien haya seguido los posicionamientos del Síndic. De la misma manera que tampoco puede sorprender la actitud de una intelectualidad progresista que, desde hace años, vive sólo para el procés, incapaz de conformar una alternativa que atienda las necesidades de una ciudadanía desorientada.

En cualquier caso, resulta interesante la figura de quien ocupa el cargo de Síndic desde hace 15 años: de muy buena familia, formado en el extranjero, de izquierdas, e indignado por una España que nos empobrece. Uno de los perfiles paradigmáticos de nuestros tiempos.