Los resultados electorales del pasado domingo representan el triunfo de la moderación que ha caracterizado al PSOE. Un partido que se ha impuesto claramente, y con una presencia notable en todas las Comunidades Autónomas. Por contra, la derrota del radicalismo ha resultado más que notable. Así, el giro aznariano del Partido Popular ha recibido un castigo histórico, de la misma manera que VOX se ha situado muy lejos de lo que se venía anunciando.
Y también es interesante el caso de Podemos, cuya desorientación y conflictividad interna ha sido penalizada, si bien menos de lo que apuntaban la mayoría de las encuestas. Y si esa caída ha resultado menor de lo previsto ha sido, precisamente, por la moderación de Pablo Iglesias en los debates televisivos.
En el caso de Cataluña, también se ha impuesto la supuesta mayor racionalidad de Esquerra frente al camino hacia no se sabe dónde de Puigdemont y los suyos.
Un resultado que puede aportar estabilidad a la política española, tanto para afrontar los retos de la economía como para intentar encauzar el conflicto catalán. Y, no menos importante, para asumir un papel relevante en la política europea que, precisamente, en unas semanas nos llamará a las urnas.
Unas elecciones que vienen a demostrar, nuevamente, la prudencia de la ciudadanía española y su apuesta tradicional por la moderación. La llamada a la aplicación sistemática del 155 ha resultado un fracaso, entre otras razones porque en España no se da ese anticatalanismo que tanto alimenta el discurso independentista. España es, en general, un país tranquilo y abierto que padece el mismo mal que la sociedad catalana: la incapacidad de buena parte de la clase política, y los efectos de una crisis devastadora.
Viendo este recuperado protagonismo de los socialistas, no puedo dejar de recordar aquella dinámica que, hace unos años, se dió en el PSC. De la noche a la mañana la rama más, supuestamente, intelectual y catalanista del partido, y atendiendo al viento dominante, se entregó al soberanismo. Y lo hicieron autocomplacientes, entrando en una especie de competición por ver quien ridiculizaba más al PSC y a sus dirigentes de corte federal. Hace pocos meses, leía como alguno de ellos aún argumentaba que al actual PSC le falta cuerpo intelectual.
Quizás esa intelectualidad la encuentren, ahora, en los tuits y camisetas de Rufián a quien, por cierto, hay que felicitar por haber ganado las elecciones.