Entre 2013 y 2018, España vivió un boom turístico, sustentado principalmente en un elevado incremento de la llegada de turistas internacionales. En la primera fecha, su número superó el máximo histórico logrado en 2007, y se situó en 60.653.200. Solo tuvieron más Francia (83.634.000) y EE.UU (69.995.000).

En cada uno de los siguientes años, nuestro país encadenó un récord tras otro, de tal manera que en el pasado ejercicio dicho número ascendió a 82.773.156. En el período analizado, el incremento fue del 44% y el crecimiento medio anual ascendió al 6,2%. Desde 2016, España ha vuelto a ser la segunda potencia turística mundial.

Un mayor número de turistas condujo a un aumento del gasto realizado en concepto de viaje y alojamiento en nuestro país. En la etapa indicada, éste pasó de 53.951 millones de euros en 2012 a 89.856 en 2018. Una subida del 66,6% y un incremento medio anual del 8,9%.

Sin embargo, no todo el dispendio efectuado por ellos fue ingresado por empresas españolas. En numerosas ocasiones, una fracción del gasto, tal como el importe de los billetes de avión o una parte de lo pagado por su estancia en un hotel, tuvo como destino la caja de algunas compañías extranjeras.

En el período analizado, el ingreso neto obtenido pasó de 40.473 millones de euros en 2012 a 62.841 en 2018. En la primera fecha era el 75% del gasto realizado, en la segunda solo el 70%.

Una disminución que provocó que su crecimiento (55,3%) fuera inferior al del dispendio total realizado por los turistas foráneos (66,6%).

Los anteriores datos muestran claramente que la evolución del turismo internacional en España entre 2013 y 2018 constituyó un rotundo éxito. No solo por el lado de la cantidad, sino también por el de la calidad, pues el crecimiento del gasto en bienes y servicios ofrecidos por las empresas españolas (55,3%) superó con holgura al del número de turistas (44%).

No obstante, algunos analistas atribuyen una gran parte del logro a la casualidad. En otras palabras, a los problemas de seguridad sufridos por los extranjeros, durante algunos años del pasado lustro, en países del Mediterráneo, tales como Turquía, Egipto y Túnez. Es lo que se ha denominado “la teoría de los turistas prestados”. Para ellos, el cumplimiento de dicha hipótesis llevaría al sector turístico a una recesión en los próximos años, si el nivel de seguridad en aquéllos sigue mejorando, tal y como lo ha hecho en los dos últimos.

Sin embargo, los datos proporcionados por la Organización Mundial de Turismo no corroboran dicha teoría. Entre 2013 y 2017, el incremento del número de turistas internacionales en España fue de 24.412.000. En cambio, la caída en los tres anteriores países solo ascendió a 1.083.000. Además, en 2018, un año en que la coyuntura turística internacional afectó negativamente a nuestro país, el número de turistas extranjeros volvió a crecer (1,1%) y también lo hizo su gasto en productos y servicios españoles (3,6%).

El “fuerte viento en contra” afectó principalmente al turismo de sol y playa y fue consecuencia del completo regreso de Turquía, Egipto y Túnez a los circuitos internacionales, una gran depreciación de la lira turca respecto al euro (un 21% entre el 1 de octubre de 2017 y el 31 de mayo de 2018) y un elevado aumento de las temperaturas en el período estival en Europa Central y del Norte.

En el pasado año, entre el 1 de junio y el 30 de septiembre, el número de turistas extranjeros disminuyó un 1,4% y su gasto aumentó únicamente un 1,3%. Unos resultados que empeorarán durante el actual verano si en los dos próximos meses las temperaturas de la Europa fría son parecidas a las de 2018 y se cumple el pronóstico de Bruselas respecto al crecimiento de la Unión Europea en el actual ejercicio. Según la Comisión, el incremento del PIB se desacelerará seis décimas, pasando del 2% al 1,4%.

En 2019, el turismo cultural, centrado principalmente en las visitas a las principales capitales del país, seguirá creciendo. Al menos, ésta ha sido la tendencia observada hasta mayo, un período en el que el número de turistas ha subido un 2,7% y su gasto un 3,8%. Probablemente, su mejor evolución compense la peor del de sol y playa y permita a España obtener unas cifras de turismo internacional similares a las de 2008.

En definitiva, ni habrá crisis turística en 2019, ni existen perspectivas que auguren su aparición en los próximos años. La recuperación de los países del Mediterráneo Sur y Turquía puede provocar una disminución del ritmo de crecimiento anual del número de turistas extranjeros y de sus gastos en España, pero difícilmente provocará una sustancial caída de ambas variables. Además, en los siguientes ejercicios, despegará el turismo nacional, debido a la recuperación por parte de muchas familias del poder adquisitivo perdido durante la última década.

No obstante, hay cuatro nubarrones que amenazan su porvenir: el cambio climático, el Brexit, la desaparición de un creciente número de compañías aéreas low cost y la reducción de vuelos de otras, así como la persistencia de algunos hoteleros, principalmente en localidades de turismo de sol y playa, en preferir una mayor tasa de ocupación a más ingresos por habitación (turismo de cantidad versus de calidad).

Desde mi perspectiva, las tres claves del futuro son: una gran apuesta por mejorar y ampliar los servicios ofrecidos a los turistas, el turismo cultural y la combinación del tradicional de sol y playa con ofertas de otro tipo (sanitarias, deportivas, etc). Las dos primeras son esenciales para atraer a turistas de otros continentes, especialmente de Asia. La tarea pendiente de una gran parte del territorio nacional.