Albert Solé, en el despacho de su productora audiovisual, con la imagen del documental 'Bucarest, la memoria perdida', sobre Jordi Solé Tura

Albert Solé, en el despacho de su productora audiovisual, con la imagen del documental 'Bucarest, la memoria perdida', sobre Jordi Solé Tura

Pensamiento

Albert Solé: "La idea de la independencia es un absurdo absoluto"

El autor del documental 'Federal' considera que "la parte realista del independentismo aterrizará" y que el derecho a decidir "es un arma de destrucción masiva"

15 julio, 2018 00:00

Albert Solé Bruset (Bucarest, 1962) se anima y se mueve en el sillón del despacho de su productora audiovisual. Inicia la conversación con pausa, y se acelera a medida que encuentra las palabras adecuadas para describir lo que ha ocurrido en Cataluña. Para empezar, “no hay exiliados”. Exiliados fueron los que lucharon contra el franquismo, como su padre, Jordi Solé Tura, a quien le dedicó un enorme documental, Bucarest, la memoria perdida. Solé Bruset nació, precisamente, en Bucarest, donde Solé Tura trabajó como locutor en catalán de la emisora comunista La Pirenaica, antes de ser expulsado del PCE en la clandestinidad en 1964. Albert Solé está ahora enfrascado en muchos proyectos audiovisuales. Periodista y cineasta, realiza para Netflix un trabajo sobre los abusos de la iglesia; ha finalizado un documental sobre Joan Miró, es el autor de Federal, donde quiso explicar, animado por Federalistes d'Esquerres, cómo el federalismo es el mejor instrumento de gobernanza para sociedades cada vez más complejas y multiculturales. En esta entrevista con Crónica Global se muestra esperanzado con el nuevo gobierno de Pedro Sánchez: “Los gestos de concordia de Pedro Sánchez me parecen una gran lección política”. Considera que Ciudadanos “debería entender que la recentralización no lleva a ningún sitio”, y señala que “el derecho a decidir es un arma de destrucción masiva en manos de quienes lo monopolizan”. Albert Solé lo tiene claro: “La idea de la independencia es un absurdo absoluto”, a la espera de que “la parte realista del independentismo" aterrice.

--Pregunta: ¿Qué pasa ahora si se extradita a Puigdemont solo por prevaricación?

--Respuesta: Pues que si al final es extraditado, juzgado y condenado sólo por ese presunto delito quedará, como mínimo, inhabilitado para ejercer cargos públicos por mucho tiempo. A algunos les parecería muy poco castigo para alguien que ha cometido tantos atropellos democráticos y además es un agravio terrible para los que fueron consecuentes con sus actos y se quedaron aquí arrostrando posibles condenas mucho más graves.  Lo que los líderes del procés no podrán negar, desde luego, es que siempre supieron adónde llevaba su estrategia. Me parece mucho más digna la actitud de Junqueras que la de Puigdemont. Dicho esto, a mí personalmente la extradición me parecería una solución políticamente razonable en aras a propiciar una cierta reconciliación y rebajar la tensión. Yo me contentaría con impedirles que vuelvan a ejercer cargo público alguno visto el resultado absolutamente devastador de su gestión. Otra cosa es gestionar la crisis del sistema de justicia europea a la que lleva este caso.

--¿Los primeros pasos de Pedro Sánchez son apropiados para dar buscar soluciones al problema independentista en Cataluña?

Sin duda. Los nacionalismos se alimentan de un enemigo exterior. El PP y los independentistas catalanes se han pasado años inflamando las pasiones identitarias, dándose aire recíprocamente en un juego socialmente letal que les permitía ganar las elecciones en sus respectivos espacios por mucha corrupción e ineptitud que arrastraran. Ahora el juego ha cambiado y los procesistas catalanes se han quedado sin rival a quien culpar de todos los males. Necesariamente van a tener que cambiar de estrategia y abandonar el frentismo unilateralista o perderán muchos votantes, hartos ya de tanta tensión. En este sentido, los gestos de concordia de Pedro Sánchez me parecen una gran lección política y una buena estrategia para recuperar el diálogo e identificar interlocutores, dentro del procés, que entiendan mejor que la política es antes que nada capacidad de negociación.

--¿Cómo se gestó y por qué el proyecto del documental con el título de ‘Federal’?

--Desde Federalistes d’Esquerres quisimos impulsar un proyecto audiovisual que sirviera para estimular el debate y hacer pedagogía de los valores federalistas sin rehuir las enormes dificultades y contradicciones que conlleva. No es una película propagandística, como tantas otras que se han hecho sobre el procés, sino un film que pretende hacernos reflexionar a partir de voces también discrepantes. Era un momento, hace un par de años, en que los federalistas parecían unos seres extraños en Cataluña, como si fuéramos el pueblo de Asterix asediado por el imperio político y mediático “indepe”. Pero la idea era pensar no sólo en el problema catalán, sino sobre todo en la crisis de gobernanza en Europa y en otros países occidentales. Si Europa no se construye como una república  federal no tendremos defensa frente al resurgimiento del eterno juego identitario que la ha desangrando durante siglos. La construcción de la Europa unida y la consolidación de un modelo de soberanías compartidas como es el federal es, en realidad, la utopía por la que es necesario volver a luchar.

--Ese modelo federal, siguiendo lo que pueda ser Europa en el futuro, ¿es válido para Cataluña?

--El caso catalán es una réplica de movimientos sísmicos e escala planetaria. En Cataluña se dan dos elementos principales, el nacionalismo y el populismo que también encontramos en los EEUU de Trump, en la Italia de Salvani o en tantos países europeos. La diferencia aquí es que el enemigo –el nacionalismo del PP—era de derechas y eso empujaba el independentismo catalán hacia la izquierda pero, no nos engañemos, hay muchísima gente que piensa lo mismo que Torra en sus tuits. En el independentismo catalán hay también una pulsión provinciana, xenófoba y supremacista muy potente. El interés de cualquier nacionalismo es llevarlo todo a una dicotomía entre blanco y negro, o eres amigo o enemigo. Lo hemos visto tantas veces a lo largo de la historia que parece mentira que volvamos a caer en una trampa tan pueril en una época en que todas las sociedades son multiculturales y mestizas. Lo que sabemos es que las entidades políticas más eficaces en el mundo tienen sistemas federales: Estados Unidos, Australia, Canadá, Suiza, Alemania o Bélgica. Y también la Unión Europea que, o se acaba organizando federalmente o no funcionará. Cataluña ha de encontrar su espacio en ese proyecto, teniendo en cuenta que cada sistema federal es distinto y obedece a los particularismos históricos de cada entidad. No es lo mismo el federalismo de los EEUU que el Suiza o el de Alemania. Lo único que comparten es que permiten gobernar sociedades cultural y políticamente muy complejas.

--¿Un federalismo asimétrico o simétrico?, porque esa es otra discusión.

--Pero es que el federalismo totalmente  simétrico no existe. Ni en Estados Unidos, con estados que tienen la pena de muerte frente a otros que no la tienen. Hasta Alemania, como referente del federalismo cooperativo, tiene tensiones periódicas. Lo que no hay allí son intentos de ruptura unilateral del espacio de convivencia común. Tienen un estado, como Baviera, que se define como estado libre asociado y no pasa nada. Cuando se ha planteado, sin embargo, si Baviera puede ejercer la autodeterminación, si puede romper con la federación, el Tribunal Constitucional Alemán ha dejado muy claro que no.

--¿Esa cuestión podría ser válida para Cataluña, aprendiendo del modelo de Baviera?

--Sin duda, me parece que sería una salida. Se trataría de una evolución del estado autonómico. Y eso sin dejar de lado que en muchos países federales, sus estados no tienen tantas competencias como algunas de las comunidades autónomas históricas españolas. Pero no hay que tener miedo a las palabras. Cada entidad ha de poder denominarse como quiera mientras sea leal al marco común. En España podría ser parte de la solución.

--¿Estaría de acuerdo, entonces, como apuntan algunos constitucionalistas que, en realidad, seguimos en transición, porque no se completó lo que apunta la Constitución sobre las autonomías, que en aquel momento no existían y, por tanto, tampoco se nombran?

--El artículo 2, por ejemplo, permite aún abrir abre muchas ventanas. No me gusta nada cuando se habla del “régimen del 78” como si fuera una especie de dictadura bis. Creo que la Constitución tenía un espíritu federalizante, con un mandato a las generaciones siguientes: lo podéis completar, o no. El problema no es la Constitución sino el uso que se ha hecho de ella. Se podría avanzar hacia una estructura federal mediante una reinterpretación del texto y el desarrollo, mediante disposiciones adicionales, de algunos artículos que permitieran resolver algunos de los grandes escollos como la financiación o el blindaje de competencias. Es sobre todo un problema de voluntad y de consensos políticos. Lo que seguro que exigiría una reforma constitucional es la reconversión del Senado en un auténtico “Bundesrat”, el espacio  en que dialogaran las comunidades federales españolas. Ahí sí tenemos un reto porque una parte importante de la derecha lo va a impedir por todos los medios. Lo importante es ir avanzando es esa dirección, sin pasos atrás como los de las dos últimas décadas. La clave ahora la tiene Ciudadanos, que debería entender que la recentralización no lleva a ningún sitio.

--Porque, el nacionalismo no ha querido nunca un modelo federal.

--Los constituyentes eran totalmente conscientes de ese problema. Los nacionalistas vascos y catalanes siempre prefirieron la negociación bilateral al mal llamado  “café para todos”, que nunca fue tal. La ironía es que Taradellas desconfiaba de Pujol, entre muchas cosas, porque lo veía como un multilateralista. Lo que entendieron los nacionalistas y regionalistas, y Pujol el primero, es que el estado autonómico era una oportunidad única para monopolizar el poder jugando al agravio comparativo, teniendo en cuenta además que el estado central con sus inercias jacobinas tampoco supo apostar claramente por la descentralización que defendían los constituyentes. Surgieron muchos “Pujoles” por todo el territorio español y sus hijos políticos han acabado jugando a la deslealtad institucional, un pecado imperdonable en democracia. Y sin embargo, el sistema se mueve y avanza. Lo importante de esta Constitución, como dijo Miquel Roca, no es tanto la letra como la música y a pesar de los pesares hemos consolidado un sistema democrático que es capaz de echar, al menos en Madrid, a un gobierno corrupto. Ahora falta dar un empujón en una dirección netamente federal.

--Pero en Cataluña ahora, el problema no será el de hacer entrar el genio en la botella, que, una vez fuera, se negará a entrar en un terreno de cierta racionalidad, que pase por abandonar la vía unilateral hacia la independencia?

--El ejemplo es el del plan Ibarretxe, en el País Vasco, que les acabó costando el gobierno a los nacionalistas vascos. Cuando entendieron que ese camino llevaba a la vía muerta, volvieron a lo de siempre, a la negociación y a consolidar pequeños avances políticos que van sumando más autogobierno gracias a su influencia en el Congreso. Creo que una parte de la sociedad catalana entenderá que no hay alternativa y que el derecho a decidir no se da en ninguna parte, salvo ese caso singular del Reino Unido. Lo que se ha visto es que lanzar un cambio legislativo a partir de un referéndum es una trampa. Debería ser al revés. Es lo que les pasó a los canadienses. El derecho a decidir es un arma de destrucción masiva en manos de quienes lo monopolizan. Querrán repetir el referéndum una y otra vez, como ha pasado en Canadá, o como puede pasar en Escocia. En Quebec llevan más de 40 años dándole vueltas a lo mismo y dejando la agenda social  en un segundo plano. Y lo que se ve y eso es lo más importante, es que cuando visitas y conoces Canadá, percibes que Quebec es un territorio bien gestionado y con un buen nivel de vida porque es canadiense y es federal, pero a poca distancia compruebas que el gran poder económico se ha ido a Toronto. La posición predominante que tenía Quebec en los años 70 la ha perdido. Ya no la recuperará. Y aquí, en Cataluña está pasando algo bastante peor, porque no somos Canadá sino un país tan homologable en los niveles de corrupción,  clientelismo y baja calidad democrática como el resto de España.

--¿Eso ya está pasando y no se percibe o no se quiere percibir?

--Es que hay dos maneras de vernos, depende del espejo que queramos elegir. No puede ser que nos miremos siempre en un espejo deformante que sólo nos diga lo guapos que somos. Y ése es el papel que ejercen los medios de comunicación públicos. Las cifras reales de las industrias culturales nos dicen que han bajado enormemente las visitas a los grandes museos, que casi no hay producción cinematográfica, que hay muchas menos matriculaciones en las grandes escuelas que viven de la clientela de fuera, que la ciudad de Barcelona pierde su capacidad de atracción como marca mundial. Hay turistas, sí, pero los indicadores muestran que perdemos calidad. Las imágenes del Parlamento saltándose la legalidad aleja el poder económico, las imágenes de violencia en las calles aleja a visitantes de calidad, los discursos populistas o xenófobos han hecho que se pierda incluso una corriente de simpatía internacional que se habían ganado los indepedendistas.

--¿Barcelona en peligro?

--Creo que, por ejemplo, los Comunes se equivocan mucho cuando despliegan un lazo amarillo en la fachada del Ayuntamiento. Deberían darse cuenta de que Barcelona y su área metropolitana son las grandes perjudicadas por el procés que en la práctica defiende, no lo olvidemos, una Cataluña aislada de Europa y con una capital provinciana.

--¿Qué papel ha ejercido los Comunes de Ada Colau?

--Los Comunes son una mezcla de muchas cosas, algo inherente al mundo poscomunista. Joan Coscubiela lo describe muy bien en su libro 'Empatanados' donde explica el caos que reinó en el grupo parlamentario -- la patrulla nipona—durante la última legislatura. Es un problema de liderazgo. Dan volantazos a pesar de tener gente muy competente en su seno. Están perdiendo Barcelona, no transmiten claridad de ideas en ninguno de los grandes debates de la ciudad, el precio de la vivienda, turismo, gentrificación, tranvía por la Diagonal, narcopisos, manteros, etc., y encima rompieron de una manera absurda con los socialistas, que eran su línea de conexión con una parte muy activa del tejido urbano al que ellos no llegan.

--¿Puede revertir la situación Ada Colau?

--Yo creo que el objetivo número uno debería recuperar la fuerza de la marca Barcelona, con toda su potencia, y regenerar la confianza con esa Barcelona de clases medias o directamente burguesa que ha sido, no lo olvidemos el gran motor de transformación de la ciudad durante las últimas décadas. El otro reto es conectar con la nueva Barcelona mestiza que emerge de la llegada masiva de población extranjera y a la que posiblemente no le interesa nada la cuestión nacional y sí la dimensión cosmopolita. Se trata de diseñar una ciudad que sepa enfrentarse a los retos de la globalización en las próximas décadas. La pérdida de la Agencia Europea del Medicamento fue, para mí, la demostración más clara de la trampa a la que nos arrastra el procés. Creo que los comunes deberían trabajar para reconstruir un espacio común con el PSC.

---Pero en pocas semanas, ha cambiado todo, con la moción de censura y el acceso al poder de Pedro Sánchez.

--Ha sido un pequeño milagro, justo cuando los federalistas estábamos alicaídos nace una nueva esperanza. Se respira otro aire. El federalismo tiene apoyos potentes tanto en la parte menos jacobina del PSOE –la que gobierna ahora—como en Unidos Podemos, en los “comunes” e incluso tanto en sectores moderados y realistas del PP como de los independentistas catalanes. Es lo que he reflejado en mi película Federal. En Federalistes d’Esquerres hay gente de sensibilidades políticas muy diversas. Lo que está claro es que Pedro Sánchez nos ha sorprendido con un Gobierno potente que deja en mala posición al gobierno de Quim Torra. Y esa ventana que se abre deja sin sentido el 80% de todas las tonterías que se han dicho en Catalunya, como comparar a a España con Turquía, que es un estado postfranquista, etc. Fíjese en el contraste: en España el PP es condenado por corrupción y el gobierno cae. En Catalunya el PDCAT -antigua CDC—es condenado por corrupción en el caso Palau, sacan la bandera y a seguir gobernando como siempre y además con el apoyo de los anticapitalistas. Es directamente surrealista. La parte realista del independentismo aterrizará. Por eso es importante el tema de los espejos y ahí el papel de los medios de comunicación será crucial.

--Al margen de la discusión sobre si el independentismo ha tenido o no mayorías suficientes, ¿el problema no es la propia idea? ¿No es la idea un error, la independencia, cuando estamos en proyectos federalistas europeos?

--La idea de la independencia es un absurdo absoluto. Cualquier persona observador de la política europea mínimamente informado sabe que la independencia unilateral y la UE no son compatibles. Gente del mundo independentista que conoce a la perfección los entresijos de la UE sabía que era imposible que Catalunya estuviera en la UE porque la entrada de un nuevo miembro requiere de la unanimidad de los 27 estados miembros, y ninguno aceptaría una Cataluña independiente porque con ello daría alas a sus propios movimientos nacionalistas internos. Si difícil resulta gestionar una Europa de 27 imagínese una de 200 enfrentados entre sí. Nos han mentido a conciencia y después han reaccionado con cinismo, diciendo que iban de farol.  

--Usted tiene amigos en el procés.

--Algunos muy amigos, alguno en Bélgica, otros en la cárcel. Su actitud es aún más dolorosa para mí. No dejaré de quererlos como amigos pero me indigna que hablen de exilio y de presos políticos porque nosotros sí sabemos qué era eso. Nos hemos criado juntos y rodeados de gente que pasaron exilios terribles, como mis propios abuelos. Si volvían les iba la vida. Cuando hablamos de presos políticos pienso en Marcos Ana, en Miguel Núñez o en Juana Dueña. Pasaron decenas de años en las cárceles franquistas, torturas y condenas a muerte simplemente por pertenecer al Partido Comunista. Esos sí eran presos políticos. Nada que ver con vivir en el palacio de Waterloo pagado por los líderes xenófobos flamencos y con un equipo de televisión a tu disposición para decir lo que te apetezca. La sorpresa fue comprobar como mis amigos, que conocían perfectamente estos casos,  empezaban a comulgar y congeniar y a hacerse fotos con aquellos líderes como Artur Mas que siempre había encarnado la antítesis de su manera de pensar y de actuar. El pensamiento mágico del nacionalismo es lo que tiene. Son mis amigos pero ahora vivimos en planetas políticos muy alejados.

--¿Y eso de quién es culpa, cómo se llega a pensar eso?

--Es un debate sí, muy complicado. Como periodista he vivido otros procesos nacionalistas descontrolados. La experiencia de Bosnia te dice que la prioridad es retirar a los pirómanos. Sin eso no se arregla. Y hay varios factores, como los medios de comunicación. No puede ser que haya presentadoras en la cadena pública de televisión vestidas con camisetas de Puigdemont, no puede ser que los del lacito amarillo no salgan a la calle cuando se conoce la sentencia del caso Palau, no puede ser que Mas, Torra o Puigdemont comparen el procés catalán con la lucha de los esclavos negros y nadie levante la voz. Tenemos un problema de calidad democrática. Hay mecanismos de creación de odio que campan a sus anchas. Hay que recuperar la pluralidad y la neutralidad de las instituciones públicas.