La segunda década del siglo XXI será recordada por el auge de los políticos, formaciones o movimientos populistas. Una gran parte de su discurso tiene base económica. Su promesa es que, si les votas, tu vida mejorará, pues repartirán más equitativamente la riqueza (Tsipras), crearán un gran número de empleos bien pagados (Trump) o impedirán que los inmigrantes te lo quiten (Le Pen, Farage, Wilders, etc.).
Uno de los nuevos movimientos populistas más singulares tiene su base en nuestro país. Es el independentismo catalán. En plena crisis, a una población desesperada, le prometieron vivir en un paraíso económico: una Cataluña independiente. Una nuevo Estado que tendría todas las ventajas y ninguno de los inconvenientes de los mejores del mundo. Así, su nivel de vida sería similar al de los daneses, sus universidades tendrían la calidad de las de Massachusetts y se crearían empresas tecnológicas tan punteras como las de California.
Ya no estamos en crisis, pero las promesas continúan vigentes. La duda es cómo lo conseguirán. Si alguien osa preguntar, las respuestas obtenidas son evasivas o surrealismo puro. Van desde "ahora eso no toca, lo que hay que hacer es votar", a "confía en nosotros" (los políticos) o incluso "los catalanes somos un pueblo muy trabajador y solos podemos conseguir todo lo que nos propongamos". Algunas de las increíbles promesas son las siguientes.
Uno de los nuevos movimientos populistas más singulares tiene su base en nuestro país. Es el independentismo catalán. En plena crisis, a una población desesperada, le prometieron vivir en un paraíso económico: una Cataluña independiente
"El paro se reduciría en un 10% con mucha facilidad". La efectuó Joan Aregio, secretario de Empleo y Relaciones Laborales, el 15 de julio de 2014. Dado que en dicho momento, la tasa de paro en Cataluña era del 20,2%, la proclamación de la independencia supondría reducirla casi a la mitad. Según Aregio, el método no era magia potagia, sino uno consistente en reducir normativas e invertir más dinero en políticas activas de empleo.
Es un lástima que nadie le preguntara qué quería indicar con disminuir normativas. Los liberales dicen que el paro existe porque el mercado laboral está intervenido, pues bajo el libre mercado siempre hay un salario que equilibra la oferta y la demanda de trabajo. Así, si hay exceso de oferta, la retribución baja lo necesario para eliminarla. No obstante, para que dicho mecanismo funcione no deben existir prestaciones por desempleo o éstas ser de un nivel muy bajo y una duración escasa. ¿Era lo que insinuaba?
"El salario mínimo subiría a 1.000 euros". Es una de las propuestas que Artur Mas ofreció a la CUP, en diciembre de 2015, con la finalidad de conseguir su apoyo en la investidura presidencial. En relación al existente en España (648,6 euros mensuales), suponía una subida de una sola vez del 54,2%. Una propuesta que provocaría un incremento notable de los costes de producción de las empresas y de la inflación. Por tanto, reduciría las exportaciones, aumentaría las importaciones, la deuda exterior y su tipo de interés. Si no había recesión, dicha medida la generaría. Por cierto, una medida incompatible con la insinuada por Aregio.
"Los españoles nos seguirían comprando como ahora". En el debate entre Margallo y Junqueras celebrado el 23 de septiembre de 2015 en 8TV, el segundo negó la existencia de un efecto frontera. Según el actual vicepresidente de la Generalitat, los consumidores españoles decidirían sus futuros compras únicamente en base al precio y la calidad de los productos.
Para un país como Cataluña, cuyo principal cliente es Aragón y el cuarto y el quinto la Comunidad Valencia y Andalucía, respectivamente, el efecto frontera sería muy dañino
Los datos desmienten a Junqueras. Según Jeffrey Frankel, profesor de Harvard, la aparición de una frontera comercial entre dos países reduce el volumen de comercio entre ellos entre 1/3 y 2/3. Un estudio de la Universidad de Bonn cifraba la caída del comercio entre Chequia y Eslovaquia en 1997, cuatro años después de la separación, en un 65%, a pesar de que ésta había sido amistosa y existía entre ambos países una unión aduanera (libre comercio).
Por tanto, para un país como Cataluña, cuyo principal cliente es Aragón y el cuarto y el quinto la Comunidad Valencia y Andalucía, respectivamente, el efecto frontera sería muy dañino. La disminución de las exportaciones conduciría a una gran pérdida de empleo, una disminución del PIB y a una elevada devaluación de la nueva moneda catalana. El resultado sería una disminución del nivel de vida del conjunto de la población.
"Las pensiones subirían un 10%". Lo dijo Artur Mas el 23 de septiembre de 2015. Una promesa difícil de cumplir, dado el déficit en materia de pensiones que en 2016 tuvo Cataluña. (4.963.771 millones de euros). Dicho déficit supone que los ingresos por cotizaciones sociales recaudados en la comunidad únicamente podían sufragar el 78,56% de los compromisos adquiridos con los pensionistas.
La única justificación para dicha promesa sería que España continuara pagando la pensión de los catalanes jubilados antes de la separación de los dos territorios y la nueva Hacienda percibiera las cotizaciones sociales de los trabajadores del Estado recién creado. En base a este increíble supuesto, Artur Mas fue prudente, pues podría haber prometido un aumento del 20, 25 o 30%.
En definitiva, si ustedes consideran a la independencia como su nueva religión y son firmes creyentes, nada de los que les diga les hará cambiar de opinión. En cambio, si hacen caso de las cifras, el resultado es claro: usted viviría peor en una Cataluña independiente.