El colauismo se acerca a su rendición de cuentas. Estos cuatros años de desastrosa gestión de Ada Colau son la historia del fracaso de un proyecto que se presentó como capaz de ilusionar a miles de ciudadanos y que puede terminar con una gran frustración al abortar tantas expectativas de cambio generadas en la Barcelona del 2015. Llegó al poder aupado por una crisis económica que recortaba derechos sociales, agravada por el desgobierno, la indiferencia y la escasa sensibilidad social del procés secesionista, lo que castigaba doblemente a la población barcelonesa menos favorecida. El colauismo, como todos los populismos, era la respuesta sencilla a los problemas complejos de una gran metrópolis.

Para entender esta variante de populismo, es necesaria una aproximación a la personalidad de la edil Colau. Nuestra alcaldesa es la ambición hecha activista, es sin duda una profesional del activismo. Las lenguas de doble filo apuntan que la joven Ada estuvo afiliada a las juventudes del Centro Democrático y Social, pecadillos de juventud. En Colau siempre ha primado el activismo sobre la ideología.

Analicemos brevemente sus incumplimientos y añagazas. Una gestión repleta de incumplimientos y daños colaterales. El colauismo se encontró con el poder sin estar preparado para asumirlo, sus balbuceos iniciales están llenos de adanismo, vacilaciones y contradicciones que han tenido paralizada la administración municipal durante buena parte de la legislatura. Se encontraron con una realidad que han sido incapaces de gestionar, con los consiguientes daños a los ciudadanos afectados. Han gobernado sin generar consensos e incapaces de llegar a acuerdos que permitieran gobernar la ciudad. Colau ha sido la reina de la reprobación, seis veces reprobada por el pleno municipal a lo largo de la presente legislatura.

Barcelona ha perdido muchas oportunidades de negocio y de ser foco de atracción de actividades de alto valor añadido. El ejemplo más paradigmático es la perdida de la Agencia Europea del Medicamento. En otros casos menos mediáticos algunas ciudades de su entorno han aprovechado la pérdida de impulso capitalino. Políticas económicas nefastas que han motivado que muchos inversores interesados en la atracción de la Barcelona ciudad global hayan paralizado sus planes de inversión a la espera de la evolución de los acontecimientos. Destaca la ausencia total de un Proyecto de Ciudad.

La gestión del turismo ha resultado un verdadero fracaso. Se han tomado medidas que han ido en detrimento del turismo de calidad, generador de actividad económica. La irresponsabilidad de no ser sensibles a que la inseguridad, la incivilidad y el incumplimiento de las normas para la convivencia, perjudican especialmente a los barrios periféricos, a los ciudadanos menos favorecidos que necesitan ser más protegidos 

Entre los grandes fracasos de su gestión, destaca la incapacidad para tener una política de vivienda social factible y realista, sus propuestas siempre han venido intoxicadas por su deriva imparable hacia el agit-prop. La improvisación e incapacidad para gestionar los espacios públicos generalmente infrautilizados, sin proyecto para la recuperación de la Modelo, la eterna paralización del proyecto Sagrera, la siempre inconclusa Plaza de las Glorias… Se diría Penélope dirigiendo infraestructuras metropolitanas que nunca se terminan, ideas variopintas que nunca se traducen en realidades tangibles. Planes de movilidad orientados hacia la caotización voluntaria del tráfico. El tram Diagonal como permanente instrumento de propaganda y su eterna  incapacidad para gestionarlo.

Este es el apretado resumen de una gestión desastrosa, que ha llevado a Barcelona a desaprovechar numerosas oportunidades de competir en el mercado de las ciudades globales y que puede conducir a nuestra ciudad a una situación de irrelevancia y de ausencia de proyecto de futuro. Urge que los barceloneses recuperemos nuestra ciudad, las próximas elecciones municipales son una gran oportunidad para hacerlo.