Jordi Évole decía hace tres días que iba a echar en falta a Mariano Rajoy. Jordi es un periodista de izquierdas, pero siente pena por su ausencia porque lo considera una buena persona, inteligente y con sentido del humor. Yo no he tenido la suerte de tratarle, pero él sí...

A Rajoy se le ha tratado como a Adolfo Suárez. La política es la profesión más injusta que existe, aunque tenga a la Justicia de aliada. Pablo Casado viene para enterrar al PP con su sonrisa Profident.

Desde que era adolescente, hace 1.000 años, sé que la política cambia como el tiempo en primavera. Pero si una cosa tengo segura es que no volverá a la política. Es más, la vive como hubiera sido una pesadilla desde el órdago separatista iniciado en septiembre de 2012. Los tengo como los días políticamente más tristes de mi vida. Le ha quedado como secuela de esos seis años la migraña. No el crack económico que heredó de ZP, y que solventó. Para la historia política de España Rajoy es el capo de la Gürtel. No existe profesión más injusta. Por eso no ha de volver. Nadie ha vuelto.

Enorme paradoja: todos quieren el poder, pero a todos se le indigesta.

Nada puede ser peor para un patriota --no lo envidio-- que haya toreado contra la pesadilla de enfrentarse a tres correbous suicidas: el tridente compuesto por Artur Mas, Carles Puigdemont y Joaquim Torra. La calidad de los tres es decreciente. El último me parece bobo. No soy su amigo para llamarle Quim, como he venido haciendo hasta hoy. Rajoy no es masoquista, y ahora es feliz viviendo en Madrid como registrador de la propiedad. No he conocido a ningún tonto que haya ganado esa, ni ninguna otra, oposición.

Federico Jiménez Losantos, tan histérico como buena persona, le insulta llamándole maricomplejines y le califica de Don Tancredo, un torero popular en los primeros años del siglo XX que se vestía de payaso, se pintaba de blanco, y cuya técnica consistía en hacer de hombre-escultura subiéndose a un taburete y quedarse quieto. Los toros se parecen en eso a las moscas: ven más por el moviendo que por los ojos. La Naturaleza es menos sabía de lo que se cree. Está sobredimensionada: es el hijo bastardo de Dios.

Ver los toros en la sombra desde la grada en un palco de Las Ventas es un lujo asiático. No porque Rajoy sea un vago sólo interesado por su Real Madrid y el Marca, imagen creada en el universo mental por la banda paniaguada de Toni Soler para Polònia; como si el tridente separatista únicamente estuviera interesado en As catalán, que es el Sport. Supone un género burlesco muy utilizado, porque es una ingeniosa forma de reírse del enemigo sin el peligro de saltarse la ley.

Ni a Mariano Rajoy, ni a nadie, le gusta esa burla que TV3 nunca haría con Jordi Pujol, como hace años sí hizo el irreverente Albert Boadella en la popular obra Ubú President, pero que la televisión catalana no emitió porque ‘no tocaba’...