Los secesionistas andan alborotados por la pitada a Torra y la presencia de banderas españolas y catalanas, sin apenas esteladas, en el acto de inauguración de los Juegos Mediterráneos. Sí, esos que aprovecharon un acto en honor a las víctimas de los atentados de las Ramblas para organizar una encerrona al Rey sin el menor escrúpulo. Esos que organizan pitadas el himno español y al Rey en las finales de la Copa.

Se quejan de que el público había sido "seleccionado" por los organizadores para impedir la presencia masiva de secesionistas. No lo sé. Desde luego Tarragona no es precisamente la capital de la Cataluña secesionista. Ballesteros lo ha negado, alegando que las entradas se habían vendido por Ticketmaster, sin posibilidad de manipulación por los organizadores. Pero si lo hubieran hecho, habrían actuado correctamente. ¿Dónde está escrito que sólo ellos tienen derecho a organizarse y actuar coordinadamente para hacer notar su presencia?

El secesionismo quiere que la calle y las pitadas siempre sean suyas y sólo suyas. Como toda ideología totalitaria pretende monopolizar la representación de los catalanes. Sabe que, si se rompe la unanimidad, se rompe el miedo y la imposición del silencio. Y sin miedo, ni silencio, sus pretensiones totalitarias decaen. Hablan mucho de democracia pero un mal uso del término no los hace acreedores del mismo. Negar la pluralidad, acallar al discrepante mediante acoso o muerte civil, utilizar todo su aparato administrativo e institucional para tratar de imponer sus ideas, saltarse la leyes, no es propio de demócratas sino de totalitarios. Los secesionistas pretenden que los contrarios callen o se vayan, y los tibios se apunten al carro que parece ganador. Ya sabemos por la historia la facilidad con la que los "pueblos" se apuntan alborozados a las aventuras totalitarias una vez toda oposición ha sido aniquilada.

El pasado octubre las calles dejaron de ser sólo suyas. El pasado viernes las pitadas también. Pretendían el monopolio de la agitación, propaganda y movilización. Ya lo han perdido. Pretendían que los catalanes no secesionistas no tuvieran ni el derecho a quejarse, ni a movilizarse. Ya no pueden silenciar a la Cataluña no secesionista. Que lo tengan presente. Y no sólo ellos. También el Gobierno español.

El conflicto interno ha aflorado y no puede ser ignorado por mucho que lo intenten. La gran mayoría de catalanes, quiero creer que de ambos bandos, quiere soluciones. Los catalanes quieren vivir tranquilos y en paz. Exigen a los políticos que actúen en consecuencia y que no contaminen con la política todos los ámbitos de la vida cotidiana. Que no fomenten por intereses espurios la confrontación civil. En este sentido, Torra tuvo la educación, después de sus amenazas de plante y el numerito de los libros del 1-O entregados al Rey, de aplaudir brevemente el himno español. Esperemos que este gesto tenga continuidad y, por ejemplo, deje de dar apoyo institucional a los CDR. No olvidemos que la reacción de los catalanes no secesionistas ha sido puramente defensiva, de supervivencia ante el olvido de los gobiernos españoles, el acoso de los secesionistas y el trato humillante del Govern. Ahora todos saben que existen y exigen ser tenidos en cuenta para superar el conflicto interno en Cataluña. Los pitidos a Torra han sido efectivos. Los secesionistas ya saben que ni las calles ni los pitidos volverán a ser sólo suyos.