El pasado 31 de octubre, Mario Draghi finalizó su mandato como presidente del Banco Central Europeo (BCE). Durante el mismo, tuvo que hacer frente a la fase final de la crisis financiera, compensar los negativos efectos sobre el PIB de la eurozona de las políticas de austeridad y, especialmente, convencer a los inversores de que el proyecto del euro era irreversible.
Ha sido un banquero más americano que europeo, pues ha tenido un comportamiento más atrevido que cauteloso. En numerosas ocasiones, no ha esperado para intervenir a que llegaran las malas noticias, sino que se ha anticipado a ellas para evitar que sucedieran o reducir su impacto.
Indudablemente, ha corrido más riesgos que su predecesores. Una característica que, entre los analistas económicos, le ha llevado a tener grandes defensores y detractores. No obstante, unos y otros coinciden en que ha sido el mejor presidente del BCE.
Desde mi perspectiva, sus principales aciertos fueron los siguientes:
1.- Convertir al BCE en el gran defensor del euro. En el verano de 2012, un gran número de inversores dudaba de la continuidad de la eurozona. Ante dichas dudas, ninguno de sus principales políticos salió en su defensa. En cambio, sí lo hizo el economista italiano.
Sus armas fueron la persuasión moral y la posibilidad de que el banco central ofreciera una gran oportunidad de negocio a los inversores más arriesgados. La primera consistió en una frase: “El BCE hará todo lo necesario para proteger el euro. Y, créame, será suficiente”.
La segunda tenía como base la probable compra de deuda pública de los países con más problemas económicos por parte de dicho banco. Si así sucedía, subiría el precio de sus bonos y bajaría su tipo de interés (varían en sentido contrario). Por tanto, los inversores, que los hubieran comprado antes de su intervención, obtendrían una gran plusvalía. No hizo falta que los adquiriera, pues la anterior expectativa provocó la caída de sus primas de riesgo.
2.- Transformar el BCE en un banco central independiente. Desde su nacimiento, el 1 de junio de 1998, lo fue del poder político. No obstante, era completamente dependiente de los designios del Bundesbank. Duisenberg y Trichet, los dos anteriores presidentes del BCE, fueron dos marionetas en manos de sus representantes en el nuevo banco central. Por tanto, hasta la llegada del banquero italiano, la política monetaria efectuada siempre fue la que le interesó a Alemania.
3.- La salvación de la banca española. El rescate financiero de 2012 permitió absorber las pérdidas pendientes generadas por las cajas de ahorros. No obstante, la mayor parte de la banca española, especialmente la que operaba únicamente en nuestro país, estaba grogui.
Para la mejora de su solvencia, fue clave la caída de la prima de riesgo de la deuda soberana y de su tipo de interés. Para lograrlo, además de las medidas anteriormente señaladas, tuvo una gran importancia la compra de dicha deuda realizada a partir de marzo de 2015.
Al ser los bancos sus principales tenedores, éstos obtuvieron unas grandes plusvalías por su venta, pues una gran parte de ella la adquirieron cuando su precio estaba muy bajo y su tipo de interés era muy elevado. De manera progresiva, dichas plusvalías las utilizaron para aumentar las provisiones de numerosos créditos morosos y de activos inmobiliarios ejecutados. Una actuación que les permitió desprenderse de ambas clases de activos por un precio inferior a la deuda pendiente o a su valor de adquisición, obtener ganancias con la venta y mejorar su solvencia.
Para algunos analistas, los mayores errores en los que incurrió fueron:
1.- La fragilidad de la recuperación de la zona euro. Draghi es un buen economista, pero no un mago. La política monetaria expansiva del BCE no fue capaz de generar una elevada y continuada etapa de auge, porque fue contrarrestada por una política fiscal de signo contrario.
También contribuyó decisivamente a impedirlo la obsesión de algunos países, tales como Alemania y Holanda, de obtener un gran superávit comercial. Con dicha finalidad, descartaron estimular la demanda interna de la zona euro, a pesar que su saldo fiscal se lo permitía.
2.- El perjuicio causado a los ahorradores conservadores. El BCE es el principal culpable de que los depósitos a plazo fijo no rindan casi nada, las letras del Tesoro a 12 meses de la mayoría de los países del área tengan una rentabilidad negativa y los bonos a 10 años un interés mínimo histórico o muy cercano a él. En otras palabras, de que los ahorradores conservadores no ganen poder adquisitivo, sino que lo pierdan.
No obstante, no me parece mal que así sea. Ante la disyuntiva de perjudicar a ellos o a los emprendedores e inversores, estimo que el BCE escogió la alternativa correcta. Ésta consistió en favorecer a los dos últimos y llevar los tipos de interés a los niveles más bajos de la historia en numerosos países de la eurozona.
En definitiva, Draghi, como presidente del BCE, ha sido mucho más que una frase célebre. Ha democratizado la institución, favorecido el crecimiento económico, colaborado decisivamente en el saneamiento de la banca y posibilitado que muchas familias vivan mejor de lo que lo hacían. También ha significado el triunfo del pragmatismo respecto al dogmatismo de numerosos banqueros y políticos alemanes. En resumen, ha tenido un gran éxito, especialmente desde la perspectiva de un país como España.