La Audiencia Nacional ha absuelto a la cúpula de Abengoa, gigante andaluz de la ingeniería y el medio ambiente. Se reprochaba a sus dos miembros que dejaron la empresa al borde de la quiebra y, no obstante, se embolsaron unas indemnizaciones astronómicas.

Los autores de la faena, a quienes ahora la Audiencia ha exonerado, son Felipe Benjumea Llorente y Manuel Sánchez Ortega, expresidente y exconsejero delegado, respectivamente. Las acusaciones solicitaban hasta cinco años de prisión para el primero y cuatro años y tres meses para el segundo, por haber percibido unos finiquitos de casi 16 millones de euros entre ambos.

La justicia, de suyo lenta hasta la exasperación, se ha desenvuelto en este asunto a una cierta velocidad. Los hechos, en efecto, ocurrieron a finales de 2015. A la sazón, Abengoa cayó en barrena asfixiada por una colosal deuda bancaria de más de 9.000 millones. El consejo de administración acordó entonces prescindir de los dos ejecutivos. Los sustituyó por otro gestor a quien confió el difícil cometido de bregar por la salvación del grupo. Después Abengoa instó un preconcurso de acreedores. A punto estuvo de sucumbir en la mayor quiebra habida nunca en España. Pero sobrevivió.

Los contratos mercantiles suscritos entre Abengoa y los dos directivos de marras conferían a éstos el derecho a percibir una liquidación de cuantía tan abultada que les iba a dejar arreglada la vida para siempre. En el caso de Felipe Benjumea se cifraba en 11,4 millones. En el de su escudero, en 4,5 millones.

El episodio de las indemnizaciones a Benjumea y Sánchez Ortega evidencia que unos hechos determinados pueden ser perfectamente legales, y, a la vez, entrañar una inmoralidad y una indecencia absolutas

Ni uno ni otro dio en renunciar a sus obscenos emolumentos, pese al estado comatoso en que su labor había sumido la empresa. Un abogado denunció el supuesto abuso, los dos protagonistas fueron “investigados”, es decir, imputados, y finalmente se les llevó a juicio. La fiscalía pidió para ellos penas de cárcel.

Ahora, la Audiencia Nacional ha dictado sentencia. Estima que no ha podido acreditarse que incurrieran en administración desleal. Asimismo descarta que se produjera un contubernio entre los dos jerarcas y los miembros de los centros decisorios de la compañía. Así pues, carpetazo al asunto, y a otra cosa, mariposa.

Este episodio evidencia que unos hechos determinados pueden ser perfectamente legales, y, a la vez, entrañar una inmoralidad y una indecencia absolutas. Porque es impresentable que los dos máximos responsables de hundir la empresa, no sólo se vayan a sus casas de rositas, sino que además lo hagan con el zurrón repleto de dinero, a costa de los socios de la compañía que han arruinado.

Debido a la funesta gestión de estos dos ejecutivos, se desencadenaron miles de despidos en Abengoa y en su constelación de filiales dispersas por todo el mundo. A la vez, Benjumea y Sánchez empobrecieron a millares de accionistas que habían invirtieron en bolsa. Ellos son los mandarines bajo cuya batuta sufrió la empresa unas pérdidas de 9.000 millones.

Nunca una administración tan nefasta fue recompensada con tamaña generosidad... Cosas veredes.