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Montaje con el opinador Gonzalo Bernardos y un jabalí

Montaje con el opinador Gonzalo Bernardos y un jabalí CG

Pensamiento

La peste porcina africana: ¿Una tragedia o un susto?

" En el mejor de los casos, dicha calificación la recuperará dentro de un año. Por tanto, las explotaciones ganaderas y la industria agroalimentaria sufrirán un perjuicio económico derivado de la disminución simultánea del precio y las ventas"

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La peste porcina africana es una de las enfermedades más graves, debido a su facilidad de transmisión y elevada mortalidad. Los afectados son los cerdos domésticos y los jabalíes, pero no los humanos, incluso aunque consuman carne procedente de animales infectados. A diferencia de la peste porcina clásica, no existe una vacuna que inmunice a los animales. Cuando la enfermedad entra en una granja, excepto si las cepas tienen una escasa virulencia, casi todos los gorrinos acaban muriendo en pocos días. 

La enfermedad se transmite por contacto directo entre animales vivos (sangre, heces, orina, saliva) y con cadáveres de cerdos y jabalíes. También puede propagarse a través de alimentos infectados (restos de comida, carne de porcino cruda, jamones y otros embutidos), objetos contaminados (ropa, calzado, comederos y bebederos) e incluso por medio de determinadas especies de garrapatas.

En 1957, la peste porcina africana llegó por primera vez a Europa. La puerta de entrada fue el aeropuerto de Lisboa y los alimentos del catering de un avión procedente de Angola actuaron como transmisores, ya que sus sobras fueron consumidas por los cerdos de una granja próxima al aeródromo. En 1960, la enfermedad se trasladó a España, entró por Badajoz y se quedó 35 años en nuestro país. En los siguientes períodos, se extendió por el continente europeo.

Hasta 1995, no fue posible erradicarla en nuestro país. Su eliminación tardó tantos años debido principalmente a tres factores. En primer lugar, por la costumbre de alimentar a los cerdos con restos de comida humana. En segundo, a la ocultación de casos por parte de algunos ganaderos para evitar el perjuicio económico causado por las cuarentenas. En tercero, por la dificultad de aplicar un control sanitario eficaz en las explotaciones extensivas de Salamanca, Extremadura y algunas provincias de Andalucía

Durante muchos años, la peste porcina africana fue un lastre para el desarrollo de nuestras explotaciones ganaderas. Para evitar la propagación de la enfermedad a su territorio, numerosos países restringieron o vetaron la importación de carne de cerdo procedente de España. Por tanto, la erradicación de la enfermedad abrió los mercados exteriores al porcino español y estimuló la creación de un gran número de granjas, cuyo tamaño superó claramente el de la mayoría de las existentes. 

En 2024, España estaba considerada como uno de los gigantes de la industria porcina. Por un lado, contaba con la mayor cabaña de ganado del continente (34.565.000 animales), una cifra que representaba el 26,2% de los gorrinos de la Unión Europea (UE). Por el otro, era el tercer productor mundial de carne de cerdo con 4.918.000 toneladas, solo superado por China y EE.UU. En el último ejercicio, la producción española tuvo tres destinos: el mercado nacional (43,9%), otros países de la UE (29,9%) y el resto del mundo (26,2%). 

El 26 de noviembre, la peste porcina africana regresó a España tras detectarse dos jabalíes muertos e infectados en la sierra de Collserola (Barcelona). Era un riesgo latente desde hacía tiempo, ya que la enfermedad está presente en 13 países europeos. Desde enero de 2022, más de 1,5 millones de cerdos han muerto o sido sacrificados en el viejo continente para frenar su propagación. La inexistencia de una vacuna y medicamentos eficaces convierte el sacrificio de animales en la principal herramienta de control de la enfermedad.

En Barcelona, el método más plausible de transmisión de la peste ha sido la ingestión de alimentos contaminados por parte de jabalíes, ya sea porque alguien les ha proporcionado productos elaborados en el extranjero o debido a que los animales han accedido a lugares frecuentados por las personas. Por ejemplo, pueden haber entrado en un aparcamiento de un área de servicio de la A – 7 y consumido restos de comida infectados dejados por un automovilista o camionero procedentes de otros países de la UE.

El regreso de la enfermedad solo dejará fuera del mercado nacional a la carne de cerdo contaminada, pues los controles sanitarios vigentes impedirán su venta en supermercados y carnicerías. Por ahora, las únicas exportaciones vetadas a la UE son las de las granjas situadas en 91 municipios próximos a Collserola. Las comarcas de Osona y el Segrià, las que concentran un gran número de empresas cárnicas, lo podrán seguir haciendo.

El consumo de carne de cerdo no debería disminuir en España. En primer lugar, debido a los estrictos controles sanitarios aplicados. En segundo, por los nulos efectos sobre la salud de las personas de la ingesta de carne contaminada. No obstante, es probable que sí lo haga en los próximos días debido a la escasa información obtenida por numerosas familias y a un temor infundado. Si así sucede, la negativa repercusión sobre la industria cárnica tendrá una limitada duración. 

Sin embargo, la enfermedad sí perjudicará a las ventas efectuadas en países no pertenecientes al área común europea. A algunas naciones, tales como EE.UU., Japón, Brasil y México, no se podrá exportar carne de cerdo española. Otras, como China, sí la aceptarán, siempre que no proceda de la provincia de Barcelona. En el Reino Unido, aplicarán las mismas normas que en la UE. La diferencia entre unas y otras está en que las primeras no han firmado un acuerdo de regionalización de las exportaciones y las últimas sí. 

En definitiva, después de tres décadas, España ha dejado de ser un país libre de peste porcina. En el mejor de los casos, dicha calificación la recuperará dentro de un año. Por tanto, las explotaciones ganaderas y la industria agroalimentaria sufrirán un perjuicio económico derivado de la disminución simultánea del precio y las ventas. Así pues, no sería extraño que un sustancial número de empresas del sector prescindiera de una parte de sus empleados.

Por otro lado, en Mercolleida, la lonja europea más relevante para los productores y comercializadores de ganado porcino, el precio del cerdo vivo se ha desplomado. Entre el 27 de noviembre y el 4 de diciembre, su importe disminuyó un 15,3%, al pasar de 1,3 a 1,1 €/Kg. 

Aunque este producto presenta en ocasiones una elevada volatilidad, en la actual centuria jamás había registrado una caída tan pronunciada en un período tan breve.

No obstante, sería prematuro afirmar que el precio de la carne de cerdo ha tocado suelo, ya que existe una gran incertidumbre sobre la magnitud del descenso de ventas en los países no pertenecientes al área común europea. La primera incógnita a resolver es si algún animal de una granja próxima a la sierra de Collserola se ha infectado de peste porcina. 

Si así sucediera y la enfermedad se propagara, el sector porcino español viviría una tragedia. Incluso si solo afectara a las granjas de Cataluña y Aragón, tendría un impacto considerable, pues ambas comunidades poseen el 51,9% de los cerdos de nuestro país. La repercusión sería aún mayor si alcanzara a todo el territorio nacional, pues las empresas no podrían acceder a ningún mercado exterior.

En Alemania, la peste porcina africana llegó en septiembre de 2020 y aún continúa en el país. Sus principales repercusiones han sido la disminución del número de animales, la reducción del precio de la carne de cerdo, una caída pronunciada de las exportaciones y el aumento del dinero destinado a la bioseguridad. En resumen, el resultado ha sido una gran reducción de rentabilidad de las granjas, el cierre de muchas de ellas y la pérdida del liderazgo europeo en el sector.

Para finalizar, no creo que la llegada de la enfermedad acabe convirtiéndose en una tragedia ni que sea un simple susto para las empresas españolas. En primer lugar, porque estoy convencido de que la gran inversión en bioseguridad de las granjas catalanas impedirá la entrada de la peste porcina en ellas. En segundo, si no se amplían a más naciones los acuerdos de regionalización de las exportaciones, nuestras compañías tardarán bastante tiempo en recuperar la cuota de mercado perdida en distintos países importadores.

De la situación actual, la Administración debe extraer diversas lecciones. En primer lugar, ha de apoyar más a las empresas del sector porcino, pues constituye uno de los segmentos de mercado más importantes dentro de la industria agroalimentaria. En 2024, los ingresos obtenidos por los productores de carne de cerdo equivalieron al 39,9% de los generados por el conjunto de los ganaderos.

En segundo, debe minimizar el peligro de transmisión de la enfermedad. Para lograr este objetivo, es necesario reducir de manera sustancial el número de jabalíes en nuestro país, ya que son unos eficaces transmisores de la peste porcina. En las últimas dos décadas, ha ocurrido lo contrario, pues su población se ha multiplicado por cuatro y ha pasado de 500.000 a 2.000.000 ejemplares. Aunque el riesgo cero no existe, una gestión pública acertada puede llevarlo a un mínimo nivel. En Cataluña, hace muchos años que deja mucho que desear.