El Gremio de Hoteles de Barcelona, presidido por Jordi Clos, difundió esta semana un comunicado vitriólico contra el Ayuntamiento de Jaume Collboni por proponer el incremento del Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI) a las fincas de alto valor catastral. Sus reproches se deben a que la medida afectará de lleno a los agremiados, pues suelen ocupar las casas de gran tamaño y de mayor tasación existentes en la urbe.
La institución tacha la iniciativa de “frivolidad” que sólo persigue “objetivos recaudatorios y electoralistas”, y denuncia la “criminalización de la actividad turística”. Asimismo acusa al consistorio de impulsar una “asfixia fiscal continua” contra el sector.
Curiosamente, a la vez que lanzaba semejante catilinaria, la asociación aplaudía la pretensión de Collboni de acabar de una vez por todas con los pisos turísticos, es decir, aquellos que le hacen la competencia gracias a sus precios sensiblemente rebajados.
Parece claro que en estos lances, la opulenta agrupación de empresarios arrima el ascua a su sardina y barre para casa con singular desenvoltura.
Su comité ejecutivo está formado por 17 miembros. Entre ellos figuran gigantes corporativos como Catalonia, Derby, H10, Hesperia, Hilton, Majestic, NH, Núñez i Navarro y Olivia.
Clos, el líder, con 74 años a cuestas, lleva en el cargo nada menos que 23 ejercicios, separados en dos etapas distintas. La primera abarcó desde finales de los 90 hasta 2019. La segunda, desde 2021 hasta el día de hoy. Todavía le quedan dos años adicionales para culminar su mandato.
El intervalo lo ocupó Jordi Mestre, a la sazón dueño de la red Selenta, que contaba entre otros con el Sofía. Por desgracia, vivió la época más aciaga de la historia. El desplome provocado por el Covid le obligó a traspasar sus alojamientos por 470 millones. Tras el magno pelotazo hizo mutis por el foro y ahora vive plácidamente de las rentas.
Jordi Clos es un dinosaurio del ramo. En 1968, con la ayuda financiera de su suegro inauguró su primer hospedaje titulado Derby, en la calle Loreto del distrito de las Corts, que todavía conserva.
Tras un trabajo perseverante y fecundo, cinco décadas después ha encaramado su consorcio a uno de los puestos más relevantes entre los que lucen raíces vernáculas. Alberga 22 propiedades con 1.254 habitaciones. Éstas se reparten entre diez hoteles ubicados en Barcelona, dos en Madrid, uno en París y otro en Londres. Además, explota una decena de apartamentos en la Ciudad Condal.
Encierra una característica común a otras compañías familiares del mismo ámbito, consistente en que los establecimientos están cobijados en edificios propios. De esta forma, desarrolla dos negocios paralelos, el hotelero propiamente dicho y el patrimonialista, por la revalorización a medio y largo plazo que a menudo experimentan los bienes raíces.
Al margen de sus labores como dirigente patronal, el veterano Clos es un adelantado a su tiempo. En la lejana fecha de 2015, cuando el procés comenzaba a burbujear, trasladó la sede social del emporio a Madrid. La fijó en su hotel Villa Real, de cinco estrellas, sito en la plaza de las Cortes, a escasos metros del Congreso de los Diputados. Esta llamativa circunstancia geográfica no impide que el caballero presida tan campante el gremio barcelonés.
Las magnitudes económicas de Derby son esplendorosas. Gracias a la sana política de acumulación seguida desde los tiempos fundacionales, embalsa unos activos consolidados de 240 millones. Esta descollante suma corresponde casi por entero al valor en libros de las construcciones. Por cierto, tres cuartas partes de esa ingente masa de terrenos, ladrillos y hormigón no radican en España. Se concentran en dos únicos bloques, situados en París y Londres.
La cadena facturó el año pasado 67 millones. La cuenta de resultados se saldó con un flujo de caja de 12 millones y un beneficio después de impuestos de 6,7 millones. Dicho con otras palabras, Derby obtuvo una rentabilidad sobre ventas, limpia de polvo y paja, del 10%.
A la luz de los datos transcritos no parece que el grupo muestre ningún indicio alarmante de asfixia, pese a la denuncia de la poderosa cofradía presidida por Jordi Clos en el comunicado que se cita al comienzo de este escrito.
Por el contrario, los brillantes guarismos de Derby ponen de manifiesto que los hoteleros de Barcelona, o al menos su capitoste máximo, navegan en una abundancia ubérrima.