Aunque la televisión solo nos acerca a los conflictos de Israel y de Ucrania, en el mundo hay ahora 56 conflictos bélicos activos, que involucran a 92 países. Se trata de la cifra más elevada desde la segunda guerra mundial.
Más de 100 millones de personas han huido de sus casas, muchos de ellos también de sus países, por un conflicto bélico y unas 162.000 personas han perdido la vida por igual causa. Además, la foto parece empeorar por momentos, incrementándose el gasto militar y con una ONU en sus momentos más bajos de credibilidad. Pero, de momento, la vida sigue igual para quienes, afortunadamente, no nos vemos involucrados directamente en ellas.
El impacto económico de la invasión de Ucrania por parte de tropas rusas parecía que iba a ser inmenso. Europa colapsaría por falta de gas y todas las materias primas subirían por las nubes pues descubrimos que Ucrania era la despensa del mundo. La realidad es que tuvimos un rebote inflacionario que hacía décadas que no vivíamos, pero nunca hemos sabido si este ajuste de precios se debió a las tensiones de oferta o a que en las sucesivas crisis se ha impreso excesivo dinero y una guerra a las puertas de Europa es una buena excusa para hacer ajustes.
En la zona euro, la inflación anual llegó al 8,5% de media en 2022, con algunos países en el 10%, pero la inflación se ha contenido y el BCE ya está pensando en medidas expansivas. El 10% es mucha inflación para Europa, sin duda, pero no podemos olvidar que Turquía ha sobrepasado en el mismo periodo el 80% y Argentina ha pasado del 200%, por lo que todo es relativo.
La respuesta de Israel a los ataques terroristas de hace un año está calentando Oriente Medio, fuente de petróleo y paso vital para las mercancías provenientes de China. De momento, el petróleo no llega a los 80 dólares por barril cuando hace un año estaba en 95 y los costes de fletes desde China son la mitad que hace unos meses moviéndose mucho más por la oferta y la demanda que por las serias tensiones en el Mar Rojo.
Todo puede cambiar en la siguiente acción bélica de uno u otro bando, pero lo más probable es que tras el susto inicial el precio se tensione. El precio máximo de 144 dólares que alcanzó en 2008 parece, esperemos, lejano.
Estando el mundo tan loco como está y pudiéndose producir eventos muy caóticos hay que tener mucha precaución en las afirmaciones que se hacen, pero bien parecería que el mundo económico ha asimilado las guerras que nos rodean, incluso las más próximas.
Los precios, la bolsa o el barril de petróleo oscilan más por la relación entre la oferta y la demanda que por eventos bélicos, y de esos tenemos unos cuantos. La tensión de los mercados por causa de conflictos armados tiende a suavizarse pasada una semana del evento, si no antes.
De todos los escenarios posibles, el más complejo económicamente sería el que inutilizase terminales de carga de petróleo iraní. Aunque Irán no puede vender su petróleo a Occidente, sigue siendo una potencia petrolífera, teniendo en India, y sobre todo en China a sus principales clientes. Si la capacidad exportadora iraní se viese dañada el mercado se tensionaría, a no ser que otros países productores, incrementasen su producción.
El equilibrio China, Estados Unidos y productores de petróleo es lo que puede hacer que la represalia israelí por los últimos bombardeos en su territorio vaya en una u otra dirección. El cierre del estrecho de Ormuz provocaría un encarecimiento e irregularidades en el transporte, pero probablemente al cabo de un mes todo se normalizaría.
Es sorprendente cómo la economía ha resistido bastante bien una crisis financiera global, una pandemia mundial y guerras por todos lados en este primer cuarto de siglo. Tal vez la interconectividad de las economías, la rapidez de las comunicaciones o la sobreabundancia de nuestra vida actual ayuden, porque esta sucesión de desgracias no las hubiese soportado tan bien el mundo en otro siglo. A pesar de los pesares, virgencita que me quede como estoy.