Los mercados bursátiles andan revueltos. El mes de agosto experimentaron fuertes caídas, seguidas de recias recuperaciones. A estas alturas de septiembre el panorama no acaba de despejarse y las incertidumbres abundan. 

En medio de semejante ambiente nebuloso, una docena de compañías hispanas aguarda el momento oportuno de dar el salto a la lonja oficial.

Entre ellas figuran Europastry, fabricante de panes y bollos congelados; la textil Tendam, cuyas marcas más conocidas son Cortefiel, Pedro del Hierro, Springfield y Women’s Secret; Hotelbeds, que gestiona reservas de camas de hotel; la aerolínea de bajo coste Volotea; y la firma de alquiler de vehículos OK Mobility.

Los planes de todas pasaban por lanzarse a cotizar en el curso del ejercicio que ahora corre. Pero los meses avanzan a paso de carga y el final de año se aproxima de forma inexorable.

Hasta el momento, la sequía de estrenos es casi total. Desde enero solo ha dado un paso al frente la perfumista barcelonesa Puig, presidida por Marc Puig Guasch.

El debut se efectuó con todos los honores el 3 de mayo, a 24,5 euros. Resultó glorioso para la familia propietaria, que se embolsó 1.700 millones limpios de polvo y paja. Además, todavía sigue controlando una mayoría abrumadora del capital.

Las acciones de Puig progresaron durante las siguientes semanas hasta que en julio capotaron. A comienzos de agosto tocaron fondo y después se recuperaron a trancas y barrancas.

Por desgracia, la racha alcista terminó de forma abrupta la pasada semana cuando presentó sus primeros resultados semestrales. Reflejan una caída del beneficio del 27%.

La decepción entre la feligresía fue mayúscula. Y los inversores le propinaron un severo correctivo. El viernes los títulos de Puig se vendían a poco más de 20 euros.

Los cuatro meses que lleva en el parquet constituyen un periodo muy corto para valorar su desempeño. Pero de momento el saldo es desalentador, ya que se deja por el camino nada menos que un 17,5%.

Los únicos ganadores hasta ahora son los catorce primos de la saga Puig. Gracias al pelotazo atronador que soltaron a comienzos de mayo, se han catapultado en un santiamén a la categoría de archimillonarios.

En cambio, todos aquellos que escucharon sus aromáticos cantos de sirena y confiaron en las promesas de revalorización, registran hoy pérdidas abultadas.

Otra sociedad catalana que preveía proyectarse al agitado mundo de las pizarras de cambios es Europastry, pujante industria de panes helados, liderada por Jordi Gallés.

Su padre y fundador Pere Gallés lo intentó en dos ocasiones, a saber, en 1998 y en 2007. A la sazón, los mercados mostraron escaso apetito por los títulos. Pere Gallés se vio forzado a cancelar las operaciones. El empresario falleció en 2010 y no pudo ver cumplido su sueño.

El vástago Jordi volvió a la carga en junio último. Las valoraciones de Europastry se cifraban en 1.500 millones. La sugestiva suma resultó algo parecido a un espejismo propio de los desiertos, porque pocos días después, cuando ya estaban preparados los canapés y el champán, la entidad se echó para atrás sin más explicaciones.

El asunto tiene miga. Ocurre que en el cuerpo de accionistas del grupo panificador figura con un 20% el fondo madrileño MCH desde hace nada menos que trece años. Se trata de una eternidad para este tipo de socios ansiosos de allegar la plusvalía. No en vano es el que más ha presionado para soltar el petardazo bursátil.

Europastry acumula en su historial el récord de tres intentonas fallidas, las dos primeras protagonizadas por el padre y la tercera por el hijo.

Decía al principio de este escrito que un pelotón de corporaciones españolas está preparado en la pista, con los motores en marcha. Cuando llegue el momento, si es que finalmente logran despegar, pregonarán a los cuatro vientos las bondades de sus negocios, las fabulosas perspectivas que encierran y a buen seguro prometerán beneficios sustanciosos a los ahorradores.

Estos harían bien en separar el grano de la paja. Porque no es oro todo lo que reluce en el voluble universo de la bolsa. Desde tiempos inmemoriales han menudeado los desengaños y las tomaduras de pelo.