Al pobre Manuel Delgado, antropólogo de prestigio, le han llamado de todo por atreverse a decir que en las cárceles catalanas, durante el franquismo, había sobre todo comunistas y apenas algún independentista. Tengo para mí que, para ser antropólogo, Manuel Delgado conoce muy poco de los hombres, por lo menos de esa subespecie que se conoce como independentista catalán. Un antropólogo como está mandado debería saber que los independentistas se caracterizan por rechazar de plano la realidad y aferrarse como orates al relato que les conviene, mejor cuanto más épico y heroico. Que sea falso es lo de menos, de lo que se trata es de repetir que Cataluña ha sido siempre una tierra de héroes que se han opuesto con todas sus fuerzas, sacrificando la libertad y la vida si fuere necesario, a todo lo que oliera a franquismo. Un antropólogo del prestigio como Delgado debería conocer características tan básicas del independentismo catalán y, por tanto, no contradecirles jamás. Si no, pasa lo que pasa, que le llaman de todo menos bonito.
Manuel Delgado ha sido tradicionalmente bastante suave con los independentistas catalanes, incluso a veces comprensivo con sus aspiraciones. Quizás pensaría, iluso de él, que se lo iban a tener en cuenta. De eso, nada. De entrada, se llama Delgado, lo cual le convierte en charnego ante los ojos de los catalanes de bien. Y encima, pretende que se conozca la verdad, lo cual le convierte en un peligro. Nada hay más peligroso para las aspiraciones soberanistas catalanes que la verdad. En definitiva: charnego y peligroso. Tuvo suerte de que todo quedara en abucheos e insultos, a otros como él se les apedrea.
En Cataluña nadie va a protestar jamás porque el Institut Nova Historia proclame la catalanidad de Santa Teresa de Jesús, de Cervantes o de Leonardo da Vinci si se tercia, aunque sea sin aportar prueba alguna. En cambio, que alguien asegure que los catalanistas vivían como Dios durante el franquismo, por más cierto que sea eso, no se puede aguantar. Uno puede proclamar desde la presidencia del Parlament una memez como la de que Cataluña es una nación milenaria y nadie va a mover una ceja como no sea de placer, pero si alguien que estuvo en la cárcel franquista cuenta que no había entre sus compañeros de prisión ni un catalanista, ese alguien merece escarnio público. Aun a riesgo de repetirme, no entiendo que todo un señor antropólogo ignore asuntos tan básicos.
La mayoría de catalanes recibieron a las tropas franquistas con alborozo. Unos, porque ello suponía poner fin a la guerra que tantas penurias les había causado. Otros, porque sabían que con el nuevo régimen iban a enriquecerse; la burguesía catalana no tiene otra patria que el dinero. O sea, que no es de extrañar que los que se opusieron al franquismo fueran sobre todo comunistas y anarquistas, gente que desprecia aspectos tan básicos de la cultura catalana como enriquecerse sin que importe cómo. Naturalmente que en aquellos tiempos habría también en la cárcel algún catalanista, pero sería porque había robado, había estafado, había defraudado o había sido pillado en nefando delito en los urinarios públicos con otro hombre. Con el paso del tiempo más de un condenado en los años franquistas ha utilizado su paso por la cárcel para hacer carrera política ocultando convenientemente, eso sí, que lo encerraron por travestirse o por birlar carteras, porque su catalanismo no le importaba a nadie.
Lo sabe Manuel Delgado y lo sabe cualquiera que se haya molestado en investigar sobre esa época. Por eso es necesario ocultarlo, aunque sea disparando contra el antropólogo. El cual, por cierto, no sé si lo he dicho antes, ya debería saber con quien se las tiene, ni que sea por los años que hace que convive con ellos.