Jorge Semprún explica en sus memorias que, en el encierro que sufrió durante la segunda guerra mundial en el campo de Buchenwald, un viejo militante comunista que le daba clases de marxismo, a su pregunta de qué era la dialéctica, le respondió que consistía en el arte y la técnica de caer siempre de pie. Puede que Pedro Sánchez no haya leído a Semprún, pero no hay duda de que es un dialéctico práctico casi insuperable, cuya temeridad en cada una de sus jugadas tácticas resulta desconcertante.
Cuando parece que es inevitable que se acabe dando de bruces, tropezando con sus bruscos cambios de opinión, consigue caer de pie, y son sus rivales los que desaparecen paulatinamente del tablero político. Por ahora la suerte no solo le acompaña, sino que incluso acude a su rescate en los momentos más complicados. Si con la ley de amnistía parecía que iba a sentenciar su carrera política, y tal vez a resquebrajar la unidad del PSOE, pues el nivel de rechazo social era muy mayoritario en España, lo cierto es que este es un asunto hoy ya amortizado en la opinión pública.
El adelanto electoral en Cataluña, que fue una decisión del republicano Pere Aragonès, como respuesta a la negativa de los comunes de aprobar los presupuestos con la excusa del Hard Rock, ha sido para Sánchez una bendición que le ha permitido santificar sus polémicas políticas de contentamiento hacia los partidos independentistas. La clara victoria de Salvador Illa y el hundimiento global del secesionismo el pasado 12 de mayo le permite convertir la amnistía en una decisión valiente y estratégica, cuando fue el fruto amargo de la necesidad de sacar la investidura.
Si el triunfo del PSC ha supuesto un importante espaldarazo para Sánchez de cara a las europeas del 9 de junio, que el PP quería convertir en un plebiscito reprobatorio contra su figura, la grosera irrupción del liberal libertario Javier Milei en la campaña electoral está siendo desde el domingo pasado directamente miel sobre hojuelas para el PSOE.
El exabrupto del presidente argentino relanza la causa de Sánchez contra los bulos y el discurso de la infamia que le llevó durante cinco días a tener al país en vilo ante el anuncio de una hipotética dimisión. Y que la Guardia Civil haya descartado al día siguiente del mitin de Vox, donde Milei fue el plato fuerte, indicios de delito en Begoña Gómez, es otro regalo caído del cielo.
Como muy bien explica el sociólogo José Luis Álvarez, entrevistado en Letra Global, a propósito del libro Los presidentes españoles, "para Sánchez la polarización es el elemento fundamental de su estrategia competitiva". En esto no es diferente de Aznar o Zapatero, aclara el reputado investigador, solo que mientras estos la vivían de forma más intensa y sincera, Sánchez ejecuta la polarización de forma fría y analítica.
Por eso es evidente que jamás pensó en dimitir. Y que ahora irá hasta el final en su pulso con Milei, desplegando el discurso de la dignidad de España y sus instituciones, pues nada mejor para la izquierda que el PSOE hoy representa casi en solitario que situar a Vox en el centro de la campaña electoral, como el gran enemigo de la democracia a batir, caricaturizando al PP como subalterno de la extrema derecha. Según como vaya la cosa en las urnas el 9 de junio, a Núñez Feijóo le puede costar un gran disgusto.