No hay día que pase sin que una certeza, científica, empírica, se vaya a la porra. Ahora mismo andan todos los astrofísicos y estudiosos del espacio sideral ojipláticos y alterados a raíz de un inesperado y sorprendente descubrimiento. Hasta ahora todos dábamos por sentado que, si salimos de la Tierra en un cohete, camino de Raticulín y Ganímedes, atravesamos indefectiblemente la troposfera, la estratosfera, la mesosfera, la termosfera, la exosfera, y ya vale de esferas. Pues no. Debemos añadir una nueva capa celeste hasta ahora oculta: la fachosfera.
Es evidente que Pedro Vader Sánchez –un presidente más indeseable que una mala neumonía en la Antártida– y la emperatriz Yolanda Palpatina Díaz –porque lo suyo es palpar, sobar y besuquear todo cuanto se mueve– nos han descubierto y localizado desde su temible y bien artillada Estrella de la Muerte Monclovita. Toca fastidiarse, señores. Sálvese quien pueda, que alguien cargue con Yoda en una mochila y adamado el último…
Es la fachosfera región etérea y santuario en el que vivimos hacinados cual sardinas en lata decenas de millones de españoles; ciudadanos hasta la coronilla de todo en general y de este (des)Gobierno de zurdos y mermados en particular; gente de lo más normal, de la de andar a pie, muy centrada y en absoluto radical; gente hastiada de la zafiedad, felonías, trapacerías, cambios de opinión, mercadeo indigno y mentiras que nos embuten, cual ocas de granja, en un insoportable trágala diario.
En la fachosfera estamos todos: agricultores al borde de la quiebra dispuestos a cortar carreteras a golpe de tractor; detractores de la Agenda 2030; amas de casa, economistas, jueces, escritores y periodistas; conservadores, liberales, centristas, pensionistas, proletarios y mileuristas; intelectuales como Félix de Azúa, Fernando Savater y Albert Boadella; también históricos del socialismo como Felipe González, Alfonso Guerra, Nicolás Redondo Terreros, Emiliano García-Page, y la nueva y esperanzadora Izquierda Española de Guillermo del Valle, que aboga por la integridad territorial de nuestro país y la igualdad en derechos, deberes y oportunidades.
Añadan a los herejes y disidentes del dogma climático, del cretinismo woke, del hembrismo insoportable, de la amoralidad política y del insufrible chantaje del nacionalismo excluyente periférico. La lista de rebeldes es interminable. El común denominador que nos amalgama en la diversidad es que en la fachosfera todos somos, a la fuerza ahorcan, fachas orgullosos; fachas porque el mundo y la realidad política no nos deja otra opción. Pero no se lleven a engaño, porque esto ya no va de derechas o de izquierdas; va de locos y cuerdos.
Sí, lo sabemos, asumimos –qué remedio queda– que esto es el mundo al revés, y admitimos no sin pena que los auténticos fachas, los totalitarios de manual, los autócratas, mesiánicos y adanistas que se tienen por progresistas, y los psicópatas del poder a cualquier precio, nos han ganado por goleada la batalla del relato por dejación de funciones. De eso somos absolutamente culpables.
Ha dicho Pedro Vader Sánchez en reciente entrevista que nos conoce y nos tiene localizados, que ya podemos correr, sobre todo los periodistas –ahora pretende impedir a cualquier medio de comunicación que se muestre crítico con su buen hacer, y a los juntaletras desafectos a “su persona”, entrar en el Congreso, para que no le intoxiquemos al rebaño–, porque desde la fachosfera, según dice él, solo “nos dedicamos a crispar, a cargar las tintas, a polarizar, a insultar y a generar desconfianza”, y a poner palos a las ruedas de su inefable gobernanza… ¡Con lo fácil y cómodo que sería aceptar su invitación a entrar en el Lado Oscuro de la Fuerza, comulgar con sus cambalaches, aplaudir con las orejas la subasta de la casa común a precio de derribo, votar sí a esa Ley Orgánica de Amnistía Puigdemont redactada por delincuentes, y asumir como final feliz y deseable esa España federal asimétrica embastada con alfileres que nos prepara y nos vende taza a taza! Más que fachas de la fachosfera diría que somos tontos de remate. Pudiendo surcar la galaxia en un sofisticado Falcon presidencial preferimos hacerlo en un destartalado Halcón Milenario.
Pero, como dicen los ingleses, the tide is turning, la marea está cambiando. A Pedro Vader las cosas empiezan a salirle mal, muy mal. En pocas semanas le han tumbado dos leyes de calado. La última, la Ley Orgánica de Amnistía creada ad hoc para exonerar al prófugo Carles Puigdemont, fue torpedeada contra todo pronóstico por el Señor Oscuro de Waterloo; es decir: por su principal beneficiario, que la redactó, la enmendó y la bendijo días atrás, por no incluir la totalidad del Código Penal en su articulado. Especialmente todo lo referido a los delitos de alta traición al Estado y al terrorismo de baja, media y alta intensidad…
¿Por qué será? ¿Acaso para salvar a algún descerebrado CDR que empezó a hacer experimentos con amonal o dinamita, o bien porque su mayor miedo está íntimamente vinculado a la autoría de esas fechorías? Los jueces García-Castellón y Joaquín Aguirre respiran en su nuca, prorrogando y ampliando las causas abiertas contra él –y contra Marta Rovira y otros–. Basándose en las numerosas pruebas que acumulan le consideran la mano que meció la cuna en la creación y control del movimiento Tsunami Democràtic y en el denominado caso Volhov, referido a la conexión rusa que ya conocen.
Seguramente el mismo Conde-Pumpido, presidente del Tribunal Constitucional, advirtió a Sánchez de que una cosa es pisar una línea roja y otra muy distinta traspasarla. Bendecir una ley que incluya en su articulado el terrorismo y la traición sería difícil de aprobar por el Constitucional y tumbada directamente en Bruselas, que tras tanto revuelo ya se lo mira todo con lupa.
Desde Junts reiteran que ellos no se bajarán del burro, porque la gobernabilidad de España y todo lo que tenga que ver con España –incluida la paz social, la convivencia y el encaje de Cataluña– les importa una soberana higa. Eso deja a Pedro Sánchez atado de pies y manos. Si cede ante tamaño despropósito legal, admitiendo incluir las enmiendas impuestas por Puigdemont, estará firmando su condena política; y de no hacerlo no le quedará otro remedio que convocar elecciones anticipadas o gobernar prorrogando presupuestos y tirando a todas horas de esos cajones de sastre que son las leyes ómnibus. Sánchez, en su demencial carrera a ninguna parte, es impredecible, así que todo es factible.
Dicen que fue Casto Méndez Núñez, contraalmirante español, quien pronunció la célebre frase “Más vale honra sin barcos, que barcos sin honra”. Parafraseando sus palabras podríamos decir que Sánchez ha perdido todo eso y un poco más. Perdió la honra, la dignidad y la ética, hecha jirones en un recodo del camino; ha perdido los barcos, en este caso los votos que le permitirían seguir navegando; y lleva camino de dar al traste con sus planes, léase legislatura y permanencia en el poder a cualquier precio.
El tiempo lo dirá. No habían transcurrido ni 24 horas de ese revés y ya Félix Bolaños, inasequible al desaliento, anunciaba que la ley se aprobará contra viento y marea, y que volverán a negociar punto por punto. Yo les dejo y regreso a la fachosfera antes de que me detengan por intoxicar a la parroquia. Sean felices.