Ya no saben qué inventar para entretenernos y conseguir que miremos hacia otro lado para olvidar la parálisis en la que nos encontramos. En Barcelona, el cuasi empate de las últimas municipales entre Junts, PSC y los comunes (11, 10 y 9 concejales, respectivamente) ha convertido el gobierno municipal en un complicado rompecabezas. Venga poner y sacar piezas de distintos colores e identidades.

Mientras, el alcalde, Jaume Collboni, propone vistosos cargos a quien quiera votar sus presupuestos para 2024. El futuro alcalde o alcaldesa de noche es la última nota de color, una ocurrencia ya implantada en otras grandes urbes. El honor de controlar la vida nocturna barcelonesa puede caer en manos de la ex Ada Colau o de Elisenda Alamany, nueva líder municipal de ERC. A quien no veo en plan portero de noche es a Xavier Trias. Y el mejor candidato está ocupado con la presidencia del Barça.

Colau se ha ofrecido a volver, aunque no como zarina de la vida nocturna (ese título dan los londinenses a un cargo poco relevante en sus vidas) o como lo que sea. Hasta hace poco, se comentaba que iba de ministra o a un cargo internacional de relieve, pero ella quiere seguir en Barcelona. Tiene un solo objetivo: “Parar a la derecha”. En realidad, ha venido a decir que es ella o el conservador Trias. 

El pacto presupuestario está al caer, aunque la solución tiene pinta de ser a corto, de esas de ahora sí, pero mañana tampoco. Para empezar, hay que sumar una mayoría de 21 concejales, y los grupos independentistas (incluso entre ellos) temen las consecuencias de salir en la foto con compañeros equivocados.

Collboni anda deshojando la margarita desde hace meses. A veces, se casa con Junts; utilizó su voto, junto con los de PP y Vox, para aprobar la nueva tasa de las terrazas, muy mal vista por la nueva izquierda. Otras, aprueba con ERC y comunes una norma para acabar con el mobbing inmobiliario de los propietarios. Una más de las tantas que caen sobre el alquiler y que lo único que han conseguido es paralizar la oferta. Hoy Barcelona es de las ciudades españolas con menos mercado y, en consecuencia, está entre las más caras. Los inversores huyen ante la inseguridad jurídica y los pequeños propietarios prefieren no arrendar debido al aumento de la inquiokupación. 

En mayo, el nuevo consistorio cumplirá un año; llega el momento de la verdad. Hay que pactar un presupuesto para tener socios permanentes y dejar de saltar de flor en flor. Los mejores alcaldes son los que dedican su tiempo a la ciudad, a su bienestar, al progreso económico, a la limpieza, a la seguridad individual, fiscal y jurídica, a la promoción de la cultura… Todo ello, como estamos viendo en Madrid, en Valencia o en Bilbao, entre otras ciudades españolas, atrae a los inversores, al talento y al turismo de calidad. La política fiscal ayuda, pero más aún las oportunidades laborales.

Ni Collboni ni Colau ni Trias tienen las llaves de la ciudad. En las actuales circunstancias políticas, los acuerdos municipales y, por tanto, sus propuestas dependen de lo que ocurre a su alrededor, ya sea en la autonomía o en el Congreso de los Diputados. Los políticos catalanes antes de actuar llaman a Madrid o a Waterloo, no vayan a equivocarse pactando con un socio que se torne enemigo.

Se echa de menos la valentía de Pasqual Maragall, que puso en el mapa de las más importantes urbes europeas a lo que era una bonita ciudad de provincias, culta e industrial, pero poco visitada. Y me conformaría con el tesón de Francisco de la Torre, edil de Málaga desde el 2000, que ha convertido su ciudad en destino cultural internacional de primer orden.

Hay tantos intereses cruzados o antagónicos en la política catalana y española que vamos de un innecesario pacto a corto a un acuerdo de mínimos. Así es difícil poner en marcha proyectos de envergadura en Barcelona. Han sido pocos en los últimos años, más allá de las islas del Eixample que, habrá que admitirlo, han quedado bonitas. Sin embargo, espero que la próxima idea para modernizar la ciudad no sea volver al tranvía o aprobar un nuevo diseño de los quioscos de Las Ramblas

Nos hace falta un alcalde que pueda, sepa y le dejen gobernar. El recientemente nombrado edil de la noche neoyorquina, Jeffrey García, lo explicó mejor que nadie: “El mío es un bonito título, pero en Nueva York sólo hay un alcalde, Eric Adams”. Barcelona necesita proyectos de futuro, de largo plazo. Con un solo alcalde nos basta. Lo que necesita el barcelonés es salir de esta parálisis, de día y de noche.