Empezaré haciéndoles una confesión: poseo 250 acciones de Grífols y ayer por la mañana no corrí a vender esos títulos, más bien estuve tentado de aprovechar el pánico de mercado, que llegó a hundir su cotización más de un 40%, para ampliar posiciones. Sin embargo, la prudencia lo desaconsejó, pues la acusación lanzada por la firma norteamericana Gotham City Research contra la multinacional farmacéutica especializada en hemoderivados de haber falseado las cuentas era muy grave y la empresa catalana tenía que ofrecer explicaciones rápidas y convincentes.

Su consejo de administración tuvo que lanzar dos comunicados de hechos relevantes a lo largo de la mañana para frenar la hemorragia bursátil, y acabó perdiendo al final del día un 25% de su capitalización. Me llamó la atención que, aunque en las sendas notas firmadas por Núria Martín, secretaria del consejo, se acusase a Gotham City Research de buscar el hundimiento de la cotización para sacar un provecho especulativo, no se anunciase en ningún momento acciones legales contra el fondo bajista por difundir información falsa.

El intríngulis del asunto es complejo de resumir, pero se trata de una polémica sobre cómo se han de reflejar los ingresos y las deudas entre una holding de la familia Grífols (Scraton) y el grupo y si eso condujera a inferir una deuda muchísimo mayor, el doble de las seis veces reconocida por la farmacéutica catalana, reduciéndose el valor de su acción a muy poco, según Gotham City.

Me resulta imposible entrar en los vericuetos contables y legales respecto al presunto operativo entre mercantilos para disimular el pasivo real, pero las explicaciones en la segunda nota parecen consistentes y, por parte de la bajista norteamericana, no se aporta ningún hecho nuevo. Nada que las numerosas casas de inversión que siguen a la multinacional farmacéutica desconociesen o que no fuera valorada por la auditoría. Básicamente, esa grave acusación de trampear con las cuentas para esconder un apalancamiento insostenible se construye sobre una interpretación de datos conocidos.

No creo que la farmacéutica catalana vaya a derrumbarse, aunque sus títulos van a morder el polvo un tiempo otra vez. Parece que estaba recuperando la senda del crecimiento y cerca de reducir su enorme deuda tras el anuncio del acuerdo de venta de Shanghai Raas, su filial china de hemoderivados.

Ahora, recibe un castigo en diferido porque la gestión empresarial de los Grífols, sobre todo del hijo y del nieto del fundador, había generado en los últimos años mucha desconfianza en el mercado, lo que les obligó a dar un paso al lado en mayo de 2023, dejando finalmente a Thomas Glanzmann como presidente ejecutivo y consejero delegado, no sin algún sobresalto entre medio con la renuncia de Steven Meyers, que duró en el cargo de CEO solo 144, una noticia que en febrero de 2023 alarmó a los inversores.

Los Grífols supieron construir casi de la nada una empresa pionera y levantaron una multinacional fabulosa, pero la endeudaron en exceso (la compra que hicieron de la alemana Biotest, también muy endeuda, ha sido de difícil digestión). La pandemia hundió la recogida del plasma y la subida de tipos puso a la farmacéutica en la picota. Los vicios de la gestión familiar explican el resto, de cosas que se saben y otras que se sospechan, como préstamos cruzados de la empresa a la familia propietaria.

En demasiadas ocasiones ha faltado transparencia en el rendimiento de cuentas, pero Grífols es muy importante para España. No es una empresa cualquiera y su tremendo batacazo bursátil ha arrastrado a todo el Ibex 35. Ya saben eso de que el dinero es cobarde y la confianza es lo primero que se pierde.