En estos días de paz y alegría, duele ver que siguen sucediendo desgracias en el mundo: Israel continúa matando civiles en Gaza, en Nigeria un grupo de fulani --no es una forma de nombrarlos, no es que haya también una tribu de zutani, es que se llaman así-- asesinó a sangre fría a más de 150 cristianos, la guerra de Ucrania no parece que vaya a detenerse, la situación por sequía en Cataluña empieza a ser dramática, y Lucía Peregrín, una chica transgénero, fue rechazada por el hombre que se había citado con ella. Según parece, el hombre no quiso saber nada de ella al enterarse de su condición sexual, lo cual sumió a la chica de nueva condición en un mar de lágrimas que, por supuesto, inmediatamente convirtió en un vídeo que publicó en las redes sociales, no iba a perder la oportunidad de hacerse viral. Si estas no han sido las fiestas navideñas más horrorosas de la humanidad en toda la historia, poco les habrá faltado.
Entre lloros y gimoteos, Lucia Peregrín contó que no es la primera vez que le sucede tal cosa, que --asómbrense ustedes-- en otras ocasiones le han dado calabazas. Así de insensible es la gente. Lo que hace Lucía desde las redes sociales, contando su espeluznante drama, es luchar por una humanidad donde nadie sea rechazado, donde todo el mundo pueda llevarse a la cama a quien desee, sin que este --o ésta-- pueda oponerse a ello. Ese sí que sería un mundo feliz, y si empieza a recoger firmas para que de aquí en adelante, por ley, nadie pueda rechazar a quien le proponga una relación --sea esporádica o duradera-- aquí tiene la mía.
Gracias al caso de esta desventurada chica, hemos sabido que todavía existen hombres insensibles que rechazan a una mujer cuando ésta no es lo que ellos esperaban. Se empieza rechazando a alguien al enterarse de que no es del sexo que uno esperaba, y se termina rompiendo un compromiso a descubrir que la novia tiene tres hijos de dos matrimonios anteriores, como si los detalles nimios importaran en una relación.
Siempre ha habido personas que tienen demasiado en cuenta los pequeños detalles de los demás. Yo tengo un amigo que en una ocasión rechazó a un travesti en el último momento, ya al borde de la cama, en cuanto éste se despojó de las braguitas y apareció aquello que denotaba su masculinidad. Mi amigo era también un insensible y no quiso meterse en faena con su reciente conquista, por más que el travesti le insistía en que probara, que ya vería lo bien que se lo pasarían.
A mi me sucedió algo parecido a lo que le ha ocurrido a la Peregrín, en mi ya lejana juventud. En un rapto de sinceridad, le confesé a la chica con la que por fin había conseguido cita, que estaba saliendo con otra. Por más que porfié y le repetí que eso no importaba, que nos lo íbamos a pasar la mar de bien, se fue llorando y no quiso saber más de mí. Si entonces hubiera existido TikTok, habría contado llorando mi problema y me habría hecho famoso.
Algo salí ganando. Aprendí que es mentira eso de que la sinceridad es buena. No lo es, por lo menos en las relaciones sexuales y sentimentales. Si uno pretende que vaya a buen puerto una relación, ya sea un encuentro sexual de una sola noche, ya sea un matrimonio para toda la vida, ha de ocultarlo todo. Si debe mentir, mienta. Si debe ser farsante, séalo. No caiga en el error de revelar que es pobre si le han tomado por rico, que usa bisoñé si creen que su pelo es natural, que está casado si le han tomado por soltero, que no fue a la universidad si le creen ingeniero, que tiene un Twingo en lugar de un Ferrari, o que es transexual y no mujer. Tome nota de todo ello Lucía Peregrín, y así conseguirá relaciones menos peregrinas. Y de paso, los demás viviremos unas Navidades menos espeluznantes, que uno lleva días sin dormir pensando en su drama.