En los últimos cinco años se han repetido, con insistencia y cada vez con mayor desesperación, declaraciones de antiguos dirigentes socialistas pidiendo un giro radical en la dirección y en la política del PSOE. Intercalados en estos lamentos --primero de purgatorio y ahora ya de infierno-- se han añadido comentarios de Page y Lambán contrarios a la evidente deriva antidemocrática de Sánchez y su cohorte.

Si los pensamientos clarividentes han alcanzado la madurez verbal, ¿por qué la mayoría de la militancia aún sigue como perrillo faldero los dictados autoritarios de Sánchez? Su actitud recuerda la de aquel berlinés que, en los primeros días del gobierno de Hitler, se le escapó un loro y puso este anuncio en el periódico: “Se recompensa para quien encuentre un loro extraviado. Su dueño advierte de que no comparte las opiniones políticas del loro”.

La militancia socialista calla en público, y con su silencio no sólo otorga, también elogia. Raya el ridículo cuando el único argumento que tienen estos fieles es repetir la máxima del jefe: "¡Hemos parado la ultraderecha!", o "la derecha lo haría peor". Con estas consignas están reconociendo su propia incapacidad para liderar la izquierda, vista la extrema complicidad del PSOE con fuerzas independentistas y supremacistas.

Cuando un ministro como Puente afirma que Bildu es un partido progresista está faltando al respeto a todos aquellos que asocian ese término con socialdemocracia, incluido sus colegas de filas. El líder del partido socialista en Navarra, Ramón Alzórriz, no ha tenido problema en dejar claro cuál es la confusión ideológica --o empanada mental-- en la que sobreviven. Su razonamiento ha sido el siguiente: el independentismo no es progresismo, luego Bildu no es un partido progresista, pero sí hace políticas progresistas.

Harían bien Alzórriz y Puente en tener un debate público para poner en común qué entienden por ideología y praxis política. Tal vez concluyan como José Bergamín cuando se le preguntó por su fascinación por los comunistas, tan ateos como eran, siendo él un declarado católico: “Con los comunistas hasta la muerte. Ni un paso más”. Con Bildu, ERC, Junts, PNV, BNG y demás caterva supremacista, Sánchez y sus fieles también piensan llegar hasta el referéndum de autodeterminación. No son nacionalistas, pero les fascina el relato indepe, lo comparten, lo hacen suyo hasta la muerte, pero ni un paso más.

A los líderes, militantes y votantes socialistas ¿no les importa todo lo que está destrozando esa política de concesiones hasta llegar al tan ansiado referéndum? Tendrán que admitir que este PSOE no es un partido progresista, aunque haga políticas progresistas. Ni siquiera lidera el típico gobierno-violín, a saber, aquel que sube al poder por la izquierda, pero toca con la derecha. El Gobierno Sánchez lo está haciendo aún más descarado, está tocando con las ultraderechas hispanófobas.

Urge la (re)creación de un partido socialdemócrata, tan viejo como nuevo, que pueda recibir en las próximas elecciones el apoyo de los varios millones de votantes que han quedado huérfanos de un referente político de centroizquierda. Por definición la socialdemocracia es incompatible con el populismo y el nacionalismo. Tanto espíritu nacional ni cura ni da de comer, sólo nos empobrece. Es tal la urgencia que no es tiempo de que intelectuales comprometidos salten a la política. Es el momento para que políticos, socialistas y honestos, levanten la voz y ejerzan de demócratas, y propongan y lideren consensos racionales sobre cuestiones esenciales para la inmensa mayoría de los ciudadanos.