Leo que el Papa Francisco se ha sentido indispuesto después de conversar durante cuarenta minutos con Pere Aragonès y la verdad es que no me extraña, pues el lazismo abunda en personajes que sientan mal a cualquiera.
Yo mismo, cada vez que aparecen en la pantalla del televisor Josep Lluís Alay o Gonzalo Boye, suelo experimentar unos molestos retortijones de estómago que desaparecen en cuanto pierdo de vista a esos dos facinerosos.
Cuarenta minutos escuchando la tabarra del Petitó de Pineda fueron demasiados para la precaria salud del Sumo Pontífice, pero, igual que como yo con Alay o Boye, supongo que se empezó a encontrar mejor después de que el niño barbudo le dejara en paz tras darle la chapa con los dos grandes acontecimientos religiosos previstos en Cataluña para el año 2025, el milenario del monasterio de Montserrat y el fin de las interminables maniobras de afeamiento de la Sagrada Familia (lo primero es indiscutible, lo segundo no me lo acabo de creer: es como si me dijeran que algún día la barcelonesa plaza de Lesseps dejará de estar en obras).
Al entrar en colisión con grandes figuras del lazismo, unos tienen más suerte que otros. El papa Francisco acusó el golpe de la visita de Aragonès, pero Ricard Ustrell sobrevivió admirablemente a la de Pilar Rahola, quien se presentó en su programa de TV3, Col·lapse, con ganas de liarla. ¡Y vaya si la lio, pues parece que ya venía rebotada de casa! De hecho, da la impresión de que nuestra entrañable Pilarín lleva cierto tiempo contrariada.
Concretamente, desde que La Vanguardia se la quitó de encima (se refugió en El Nacional, pero es poco probable que Pepe Antich pague lo mismo que el conde de Godó) y TV3 le fue recortando las apariciones paulatinamente hasta prescindir prácticamente por completo de sus patrióticos servicios (fue acogida en la 8TV del inefable Nicola Pedrazzoli, que acaba de chapar, por cierto).
Acostumbrada a vivir a lo grande (ya decía que 6.000 euros al mes es un sueldo de pobres) entre la tele del régimen, el diario más relevante de Barcelona y los sobres de dinero que le enviaba regularmente el coronel Abramovich, del Mossad (esto me lo invento, pero ¿a que suena verosímil, dado el amor al sionismo y a los monises de nuestra heroína?), Pilarín se encontró de repente con una situación financiera no diré que apurada, pero sí menos boyante de la que disfrutaba hasta entonces.
De ahí, tal vez, el chorreo que se llevó Ustrell (y, de rebote, la pobre Pilar Eyre, que se supone que es amiga suya). En cualquier caso, no me parece que la estrategia puesta en práctica por la señora Rahola en su esporádico regreso a TV3 sea la más adecuada para volver un día a ella por la puerta grande.
Pilarín se despachó a placer contra la monarquía española, tomándola especialmente con la princesa Leonor, a la que reprochó su supuesto mal gusto (no como ella, que se tiñe pulcramente de negro las raíces de esa melena rubia que la convierte prácticamente en la hermana gemela de Marilyn Monroe). La emprendió asimismo contra el sufrido Ustrell, al que acusó de ir vestido de enterrador por lucir un discreto traje de color negro.
También se puso las botas contra TV3, por prestar demasiada atención a los asuntos monárquicos, y aseguró que ella, como Umbral con su libro, había venido a hablar de la república (¿qué república?: la que no existe, idiota). Creo que Pilarín debería releer el clásico de Dale Carnegie Cómo ganar amigos e influir en la sociedad, pues parecen habérsele olvidado los consejos de tan exitoso cantamañanas norteamericano (no descarto que, por el camino, se cruzara con alguna manifestación a favor de Palestina y que eso influyera negativamente en su estado de ánimo).
¿Estamos ante una sobreactuación gratuita y propiciada por el rencor y la pérdida de poder adquisitivo o ante una manera de hacer méritos ante el posible regreso victorioso de Cocomocho a Cataluña? Si este se sale con la suya, igual puede presentarse a unas elecciones autonómicas y ganarlas, con lo que Pilarín podría volver a brillar con luz propia en su condición de sicofante máxima del Hombre del Maletero (si gentuza como Boye o Alay se convierten en ciudadanos respetables gracias al generoso Pedro Sánchez, ¿no podría también nuestra verdulera en jefe recuperar su posición de preminencia en el aparato de agitprop del régimen y en los medios aparentemente independientes que quieran estar a buenas con el lazismo?).
O sea, ¿hay un método en la aparente locura de Pilar Rahola o, simplemente, se le fue la olla a destiempo y se vino arriba a costa de la princesa Leonor, su supuesta amiga Pilar y su anfitrión Ricard?
Habrá que esperar un poco para saber si el espectáculo de la mujer que grita, se indigna sola y se rasga las vestiduras (afortunadamente, en sentido metafórico) fue un suicidio o el inicio de su renacimiento como Gran Bocachancla del Prusés. De momento, lo siento por Eyre y Ustrell, pero siempre pueden consolarse pensando que peor lo pasó el papa Francisco con Pere Aragonès.