Como parece que hemos perdido la capacidad de autocrítica, podemos imaginar cómo nos vería un extraterrestre, por ejemplo, proveniente de la galaxia Andrómeda, esa que colapsará con la nuestra dentro de 4.000 millones de años (creo que es un poco pronto para lanzar una emergencia intergaláctica).

Al pobre alienígena probablemente se le fundirían los plomos al ver cómo mediáticamente entendemos y casi justificamos a un presunto asesino y descuartizador, tal vez porque es guapo e hijo de famoso, mientras simultáneamente linchamos sin piedad a una persona, a la que probablemente había que haber quitado de su puesto hace tiempo, por comportarse como un gañán al estar ebrio de euforia, generando una reacción, más orquestada que espontánea, que no han merecido ni violaciones grupales ni salvajes empalamientos. A la espera de que pidamos el canje a Tailandia del preso por el presidente inhabilitado la pregunta es si todo este ruido mediático no está enmascarando lo fundamental, y probablemente sí.

Tenemos un país sin norte, a la espera de unas negociaciones entre partidos casi imposibles. El frentismo parece hacer imposible lo que realmente necesitamos, un acuerdo entre los dos grandes partidos para implementar muchas reformas pendientes. Pensiones, Poder Judicial, ley electoral, financiación autonómica, reforma del Senado, gestión de fondos europeos… hasta algunos puntos concretos de la Constitución necesitarían un ajuste y ahora, con más de dos tercios de los escaños del Parlamento ocupados por diputados del PP o del PSOE, es el momento. Pero la ceguera por el poder y la poltrona hace que unos necesiten su versión más extrema y otros no solo eso, sino que adicionalmente tienen que lidiar con partidos a los que la gobernabilidad de España les importa un comino, como bien dijo una diputada de ERC en 2020 y ha recordado el alto representante para de la UE para asuntos exteriores. Puede que alguno de los dos candidatos logre la investidura, pero la gobernabilidad será un infierno y el Gobierno resultante avanzará renqueante, porque es imposible contentar a tantos.

De momento ya tenemos un Congreso multilingüe, un gasto poco necesario. Será apasionante encontrar traductores del vasco al aranés, aunque probablemente habrá bofetadas para traducir del valenciano al catalán. En Bruselas es más que probable que nos digan que no, que no se meten en estos fregados por una investidura, por lo que el sainete quedará acotado a la Carrera de San Jerónimo. Todo tiene un tinte tan surrealista que podría ser hasta divertido si no nos jugásemos tanto.

Liados entre negociaciones cuando no abocados a una repetición electoral, pasarán las semanas y los meses y por el camino perderemos oportunidades y dinero. La presidencia semestral de la Unión Europea pasará sin pena ni gloria, los fondos europeos quedarán más y más lejos y los presupuestos se prorrogarán, complicando el capítulo de inversiones, aunque, eso sí, el gasto que no falte.

Rajoy pasó casi todo 2016 en funciones, con una XI legislatura perdida porque hubo que repetir elecciones. Y luego cayó por una moción de censura en junio de 2018. Sánchez también tuvo que dejar pasar una legislatura, la XIII, al no lograrse mayorías para formar Gobierno… ¿Será la XV legislatura la tercera improductiva?, ¿será la XVI una legislatura corta y accidentada como lo fue la última de Rajoy? No es sano que no ponerse de acuerdo parezca ser la norma, que todo se circunscriba a asaltar o retener el poder, en lugar de ejercerlo para el bien de los ciudadanos. La declaración de intenciones de algunos partidos que tienen la llave de la gobernabilidad como poco asustan y no presagian nada nuevo. No puede ser que las minorías hayan sacado su peor resultado en años y pongan carísimo su apoyo por la incapacidad de las mayorías de llegar a un acuerdo razonable. Tal vez lo mejor sea un golpe de timón. ¿Podemos encontrar alguien “neutral” como presidente del Gobierno apoyado por ambos partidos nacionales? Felipe González, Alfonso Guerra, Javier Solana… o algún superministro podrían hacer su último servicio a España con dos años para arreglar tanto despropósito, si PP y PSOE les apoyasen, claro.

Como parece que lo único importante es mantenernos distraídos, el otoño ha venido en nuestra ayuda. Seguro que tenemos un septiembre lleno de temperaturas y precipitaciones récord y de eventos nunca vistos por culpa de la “emergencia climática”. Una emergencia que trae inundaciones, pero no llena los embalses… Tal vez sería bueno recordar que casi todos los septiembres tenemos alguna que otra inundación en el litoral mediterráneo y que cuando coincide con el fenómeno de El Niño, como este año, suele haber alguna tormenta espectacular. Centrémonos en lo esencial, por favor, ¿España, quo vadis?