Muchas son las lecturas que se pueden sacar de este 23J aparte de que todos los partidos (salvo el PDECat, la CUP y Vox) han ganado una noche electoral más. Pero una es especialmente significativa, y es el regreso progresivo al bipartidismo; esto es, a la moderación.

Pese a las mentiras y las manipulaciones de los dos grandes partidos, la mayoría los prefiere ante alternativas más radicales que tampoco han arreglado ninguno de los males del país y han contribuido en buena medida a la polarización, la negatividad y a la mala percepción que tiene la ciudadanía de la política. Si en algún momento pudieron tener su razón de ser, de poner incluso frente al espejo a los gobernantes, este ya ha pasado o está en camino de hacerlo. Y Vox es el vivo ejemplo de ello. La gente quiere tranquilidad.

Vox es la tercera fuerza del Congreso, sí, y gracias a eso salva los muebles en una jornada funesta para sus intereses. La formación de Abascal, escorada en la extrema derecha, se ha dejado 19 escaños por el camino (¡19!) en cuatro años, y más de 600.000 apoyos en las urnas. De los más de 3,65 millones (15,07%) que confiaron en esta formación en 2019, se ha pasado a los poco más de tres millones (12,4%) con un discurso con un punto fanfarrón (preocupante para algunos colectivos, que veían amenazados sus derechos), provocador y muy crítico especialmente con la izquierda y algunas de sus ocurrencias, como la chapucera ley del solo sí es sí, las concesiones al independentismo y el llamado lenguaje inclusivo. Eso sí, en el caso de Cataluña, prácticamente ha calcado los resultados de entonces. 

Dos son los concejales que aportará Vox, de nuevo, al Congreso desde Cataluña, donde ha alcanzado los 271.000 votos, unos 30.000 apoyos más que en las pasadas elecciones. El partido ha crecido en la comunidad, es cierto, pero muy poco, mientras el PSC y el PP han subido muchísimo en comparación con el 2019. Abascal, que tardó en salir a valorar los resultados, reconoció esos malos datos, pero los achacó a una manipulación sin precedentes de sus rivales, que lo vinculan con un pasado nada bueno, y del 99% de los medios de comunicación para impedir su ascenso. Tal vez debería hacer algo de autocrítica.

La realidad es que la moderación se ha impuesto este 23J (por un lado y por el otro), aunque no hay que olvidar que, más allá de los ciudadanos de ideología más ultra y nostálgicos (que los hay, aunque muchísimos menos de los que nos quieren vender), Vox concentra todavía mucho descontento con el PSOE y el PP. Y es que estos dos partidos dejan mucho que desear en numerosas cuestiones. Que tomen nota los dos grandes. Y que se pongan de acuerdo. Sin experimentos. Son lo que ha elegido la mayoría.