Esta medianoche acaba el plazo para presentar coaliciones para las elecciones del 23 de julio. La incógnita de si Podemos se integrará en Sumar, el movimiento de Yolanda Díaz que agrupa a una quincena de organizaciones, persiste, aunque las negociaciones prosiguen. La dirección de Podemos se sacó de la manga ayer una consulta a las bases, que se cierra a las diez de la mañana de hoy, pero deja en manos de la ejecutiva la decisión final. Haya o no acuerdo, el final feliz está lejos de alcanzarse.
Si hay acuerdo, aumentan las posibilidades de que Sumar consiga los escaños que se perderían en muchas provincias si Podemos no se suma al pacto y se presenta en solitario a las elecciones. Todas las encuestas coinciden en esta variable, pero, tal como se han desarrollado las negociaciones, el acuerdo, si lo hay, dejará mucho que desear.
La integración de Podemos en Sumar está pendiente desde que la dirección de los morados se ausentó del acto de presentación del movimiento de Díaz, celebrado el pasado 2 de abril en el polideportivo Magariños de Madrid. Las negociaciones se estancaron después y solo la convocatoria de elecciones generales ha acelerado el proceso, pero con un plazo ineludible de 10 días, que se cumplen hoy, para ponerse de acuerdo.
En vez de hablar del contenido de los programas o de hacer autocrítica sobre la actuación de Unidas Podemos en el Gobierno de coalición con el PSOE, las conversaciones se han centrado en la composición de las listas, es decir, en la lucha por el poder. Podemos –o, mejor dicho, la cúpula de Podemos— pretende tener un papel “determinante” en Sumar y no acepta que su fuerza ha disminuido sustancialmente, como lo demuestran los desastrosos resultados obtenidos en las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo.
Las divergencias se centran en los puestos de salida en Madrid, Comunidad Valenciana y Cataluña –tres comunidades donde Podemos no tiene representación—, y en la presencia en los primeros lugares de las listas de la ministra de Igualdad y número dos de Podemos, Irene Montero. El líder emérito de Podemos, Pablo Iglesias, ha denunciado que se quiere vetar a Montero, que es, además, su compañera y madre de sus tres hijos, vetos que los señalados por el ex secretario general niegan.
Esta pugna entorpece las negociaciones, con gran disgusto de los dirigentes territoriales de Podemos, que han pedido en cascada que se llegue a un acuerdo, algunos diciendo que, si es preciso, den un paso al lado quienes no estén por la labor. En este sentido se han pronunciado dirigentes de Madrid, Extremadura, Navarra, Galicia, Comunidad Valenciana, Baleares, Canarias, Aragón y Euskadi. Estas tomas de postura auguran una desbandada en Podemos si finalmente no hay acuerdo con Sumar, donde se han integrado ya Más Madrid, Chunta Aragonesista, Iniciativa del Pueblo Andaluz y Drago Canarias –el grupo formado por el exdiputado de Podemos Alberto Rodríguez—, entre otras organizaciones.
Pero el empecinamiento de Podemos en no admitir la realidad y su trayectoria reciente han llevado a algunos representantes de ese espacio político a reflexionar que es mejor que los morados queden al margen del pacto. Un ejemplo relevante es el del filósofo Santiago Alba Rico, que fue candidato al Senado por Podemos en 2015. Alba Rico publicó esta semana un durísimo artículo en Público, titulado Contra la unidad, en el que aseguraba que “sin Podemos quizás no se puede ganar, pero con Podemos solo se puede perder”. “Después de muchas y dolorosas reflexiones, con un poco de miedo y sin ninguna certeza, me atrevería a afirmar que, si en cualquier caso será difícil renovar el Gobierno de coalición, en compañía de este Podemos será imposible”, añadía.
Los líderes de “este Podemos”, según Alba Rico, “han hecho todo lo que ha estado en su mano para movilizar a la derecha con sus alertas antifascistas y se han malquistado con las izquierdas convirtiendo en enemigos a cualesquiera que no pensara como ellos. Su victimismo, su soberbia, su actitud regañona; su sectarismo creciente en pugnas bizantinas que la gente normal no comprende; los disparos indiscriminados –desde posiciones de gobierno— contra periodistas, jueces y tuiteros; su defensa dinamitera de leyes que había que saber explicar a las mayorías –por no hablar de su falta de autocrítica— han convertido a Podemos, en fin, en un comodín de Vox y del PP y en una molestia para la izquierda”. Demoledor. No se puede describir mejor la deriva de Podemos.