La contundente victoria de Xavier Trias supone un sorpresón en medio de unos resultados electorales que en el conjunto de España han significado un fuerte vuelco al tablero político, con un triunfo total del PP, pero que en Cataluña suponen el regreso a la hegemonía municipal del PSC, que ha logrado un excelente resultado, con victorias en las otras tres capitales y en toda el área metropolitana. El triunfo del candidato de Junts llama la atención en relación con las expectativas que se manejaban los últimos días y por la propia dinámica de la campaña, que no fue especialmente brillante por parte de Trias, que pasó de más a menos desde que meses atrás anunció su candidatura. El excelente resultado del candidato de Junts, que no ha dudado en esconder las siglas de su partido, por su carácter separatista, no se explica tanto por méritos propios, ni por la capacidad de crear un proyecto ilusionante de futuro, pues volverá a la alcaldía con casi 77 años, como por el notable rechazo ciudadano hacia muchas de las políticas de Ada Colau.
Trias volverá a la alcaldía ocho años después de que en 2015 perdiera también de forma inesperada frente a la entonces activista Colau, y sin que entonces intentara ningún pacto con otras formaciones, lo que tal vez le hubiera permitido retener la vara de alcalde. Hace cuatro años, el republicano Ernest Maragall ganó, pero no pudo ser alcalde porque BeC y PSC, con el apoyo externo de Manuel Valls, se coaligaron para evitarlo. Esta vez, sin embargo, la alternativa a Trias para investir a Jaume Collboni, que ha prácticamente empatado en votos con Colau, no es posible porque ni juntos suman 21 concejales ni ERC va a entrar desde fuera en esa ecuación. La rivalidad entre socialistas y republicanos es demasiado alta para que un pacto de esa naturaleza sea posible en la capital catalana. Y, por otro lado, aunque Trias sea formalmente independentista, tampoco el PP investiría a Collboni, prestándole sus votos desde fuera de un hipotético gobierno municipal, porque la incompatibilidad con BeC, cuya participación sería inevitable, lo haría imposible.
Trias pues será el nuevo alcalde, desquitándose de su derrota en 2015, que él siempre atribuyó a la campaña mediática que le atribuyó una cuenta falsa en Suiza, cuando ni él mismo se lo esperaba a su edad. Su nueva etapa no se funda en un proyecto claro sobre qué quiere hacer en Barcelona, más allá de hacer borrón de la etapa Colau. Está por ver si del fuego que han representado los ochos de colauismo, suficientemente contados y denunciados desde Crónica Global, no caeremos en las brasas de un regreso de Trias, cuyo mandato como alcalde pasó con más pena que gloria, sin olvidar los ruidosos escándalos de corrupción que llevó a su entonces primer teniente de alcalde, Antoni Vives, a ser condenado en sentencia firme. El sopresón que ha dado Trias este domingo abre más preguntas que respuestas sobre el futuro de Barcelona.