Quedan nueve días para llegar al día D. En España, Sánchez y Feijóo han nacionalizado una campaña de municipales y autonómicas. Sánchez siendo omnipresente con propuestas y propuestas que han dejado en el papel de segundones a los que se la juegan: alcaldes y candidatos autonómicos. Feijóo porque ha hecho bandera del antisanchismo, para intentar evitar el protagonismo de Ayuso y anular a Vox.
Las campañas tienen vida propia y empezaron con la denuncia de Covite por la presencia de antiguos etarras en las listas de Bildu. El PP se asió a esta bandera con el apoyo mediático lanzado en tromba. Resultado: subidón de Vox en todas las comunidades. Covite lanzó una denuncia sin decir que habían cumplido sus penas y no estaban inhabilitados, pero la lanzaron como una cuestión moral. Y ante la cuestión moral la extrema derecha ha hecho su agosto por mucho que le ofenda a su presidenta, Consuelo Ordóñez. Cierto que Bildu se ha tirado atrás. Lo ha hecho porque reconocen un error que ha puesto en entredicho su victoria en Donostia y Vitoria. Y, por cierto, siguen sin pedir perdón y rechazar la violencia de ETA. Cuando lo hizo el IRA empezó a ganar elecciones. Bildu todavía no lo ha hecho y tiene una asignatura pendiente, lo que ha sido utilizado por la derecha para insinuar un colaboracionismo del PSOE con el terrorismo. Algo que, simplemente, me parece deleznable.
La conclusión de todo el ruido es que Feijóo puede ganar en algunas comunidades, pero tendrá que gobernar con Vox, el gran beneficiado de la denuncia de Covite. La extrema derecha sin programa y sin candidato va a subir como la espuma. La antipolítica y el patrioterismo de baja estofa van a tener la llave de ayuntamientos y comunidades dejando al PP en el escenario de amarga victoria. Y a Feijóo con un dolor de cabeza porque Ayuso, la representante de la derecha más extrema del PP, no necesitará los votos de Vox para gobernar. Un crack, Feijóo.
Sánchez se la juega a un todo o nada. Si gana asumirá el éxito en primera persona. Si pierde, veremos. Estoy convencido de que señalará a otros como los perdedores. Se asomará en uno u otro caso al escenario de la dulce derrota.
Cataluña, esta vez por suerte, se mueve por otros derroteros. Aquí se habla de política municipal, aunque algunos empiezan a estar empachados de campaña. ERC se ha lanzado con todo contra el PSC, señal inequívoca que las encuestas no van bien. Renfe, procés, sequía, intentan dar un vuelco en el área metropolitana que se resiste a los republicanos. Con la boca pequeña en ERC reconocen su preocupación: el electorado republicano está desmovilizado. Para colmo, Trias les ha hecho un siete en Barcelona aunque el candidato de Junts empieza a estar frágil y a perder fuelle. De hecho, después del resbalón de los 3.000 euros lo han encapsulado. Objetivo: llegar al 28M sin más rasguños, incluidos los propios. Collboni hace política municipal y juega a explotar las marcas PSC y PSOE, al igual que todos los candidatos socialistas, porque la marca partido no estaba tan fuerte desde 2008.
Los comunes se han zafado de la polémica entre papá --Iglesias-- y mamá --Díaz-- y tienen a su electorado movilizado, pero más allá de sus holligans no encuentran voto indeciso por mucho que hagan de trileros con un supuesto voto oculto. No se lo creen ni ellos, que sí tienen encuestas. El PP ya tiene bastante con salvar los muebles, pero el aliento en la nuca de Vox empieza a ser un vendaval. Esta semana ya hemos visto cómo algunos sondeos ponían a Vox por delante del PP en Barcelona. Trágica noticia porque se aleja, también, en Cataluña una tímida amarga victoria que para los populares catalanes sería como mínimo una victoria que no logran desde hace muchos años. Los comunes están preparándose para la dulce derrota de la mano de Junts. ERC más vale que se prepare para vivir momentos de tensión, y el PSC ganando músculo hasta hoy se lo tiene que currar hasta el domingo próximo para hablar de victoria. El socialismo catalán necesita recuperar Barcelona para seguir la carrera de la Generalitat, porque un batacazo de ERC en las municipales puede abrir muchos escenarios. Para afrontarlos, Collboni debe ser el nuevo alcalde de Barcelona. Y si gana Collboni, Sánchez tiene un as para justificar su dulce derrota.