Los avances en la inteligencia artificial han encendido todas las alarmas, tanto por sus posibles consecuencias sobre la propia condición humana como por sus efectos sobre el empleo, dado su potencial para suplir funciones hasta ahora desarrolladas por personas. Así, cada día podemos leer informes que, en tono apocalíptico, anuncian qué porcentaje de los actuales empleos quedarán amortizados por las nuevas tecnologías. Tal es la desorientación que, incluso, más de 5.000 expertos han solicitado formalmente una pausa en la aplicación de las innovaciones en inteligencia artificial.

Centrándonos en el empleo, el escenario que se nos viene puede resultar catastrófico o, por el contrario, esperanzador. La tecnología representará una gran mejora de la productividad y, en consecuencia, una mayor generación de riqueza; como ha sucedido con toda innovación tecnológica a lo largo de la historia. Es decir, se podrá producir más, o mucho más, trabajando menos. Por tanto, la gran cuestión es ser capaces de distribuir el trabajo y la riqueza atendiendo al interés general.

Históricamente, esa “sensatez” en el reparto de la mayor riqueza generada acaba por darse, pero siempre tras unos tiempos prolongados de convulsiones, cuando no, enfrentamientos o guerras. A corto plazo, la revolución tecnológica siempre enriquece a unos y empobrece a muchos; y esos beneficiados no están dispuestos a renunciar a nada, hasta que no hay más remedio.

Conocedores de las lecciones de la historia “que no vuelve, pero tiende a rimar” como señalaba Mark Twain, lo razonable sería priorizar cómo conducir de manera justa y sostenible este nuevo mundo que se abre con la inteligencia artificial. Y éste es el sentido de la carta abierta de los 5.000 expertos.

Todo ello lleva a recordar la conferencia las posibilidades económicas de nuestros nietos que John M. Keynes pronunció en la Residencia de Estudiantes de Madrid en 1930. En la misma señalaba que con los aumentos de la productividad y un mayor conocimiento, en 100 años la jornada laboral podría ser de 15 horas semanales. Tenemos siete años por delante para hacer realidad la visión del insigne británico.