Cataluña, la “Dinamarca del Sur”, navega a la deriva gobernada por un partido que ni siquiera ganó las elecciones autonómicas y que cada día manifiesta su soledad parlamentaria y su incapacidad para la gestión de lo cotidiano.

La vida parlamentaria languidece bajo mínimos, una Presidencia del Parlament en funciones sometida al chantaje permanente de su expresidenta -- imputada y condenada por el TSJC-- que defiende con uñas y dientes sus privilegios e ingresos crematísticos, sin importarle el daño causado al prestigio democrático del Parlament.

Un secesionismo embarcado en una lucha cainita por el poder. Hasta ahora la única propuesta del Govern, “la ley de claridad”, que pretende convocar un referéndum de autodeterminación pactado con el Estado ha suscitado por motivos diferentes un rechazo mayoritario en todas las fuerzas parlamentarias. Incluso los comunes, la muleta que tradicionalmente apoya a los republicanos, ha manifestado escaso interés por la misma. Por otra parte, para intentar paliar el deterioro de la acción de gobierno el Ejecutivo se ha embarcado en imposiciones lingüísticas que solo contribuyen a desprestigiar la lengua catalana que todos deberíamos cuidar como patrimonio cultural de todos los catalanes.

Es difícil recordar alguna medida positiva del actual Govern. El Ejecutivo arrastra déficits de gestión en casi todos los ámbitos: analicemos algunos de ellos.

La ausencia de estrategia industrial durante lustros de gobiernos nacionalistas nos ha conducido a la situación actual. La industria manufacturera catalana representa el 17% del PIB, datos del 2021, frente al 43% de 1955, casi dos tercios menos. Muy alejada de la media europea que es del 28%. Es cierto que la caída del peso industrial es una realidad en todas las economías occidentales, pero en el caso de Cataluña se agudiza por la intensidad de las deslocalizaciones activadas por el procés y la caída de la competitividad por la ausencia de innovación tecnológica.

No se está aprovechando el impulso de los fondos europeos para crear infraestructuras que potencien la transición digital y ecológica como estrategia de transformación del tejido industrial catalán. Para que el proceso de reindustrialización tuviera éxito haría falta poner a disposición de las empresas energía barata. Sin estrategia energética Cataluña se sitúa a la cola de la generación de renovables de las CC.AA españolas, las trabas políticas y administrativas frenan su despliegue en nuestra comunidad. Brillan por su ausencia los planes de formación de personal especializado en nuevas tecnologías (digitalización, robotización, inteligencia artificial...) lo que limita nuestra capacidad para poder competir en un mercado global.

Ante la grave situación de las cuencas catalanas destaca la carencia de estrategia y política hidráulica. Desde las graves irregularidades del Canal Segarra-Garrigues, mastodóntica obra del último gobierno Pujol con costes disparados y retrasos injustificables, hasta la situación actual donde la Generalitat aún no ha aprobado la planificación hidrológica de las cuencas internas catalanas para el período 2022-2027. Parece que la lucha cainita por la hegemonía del secesionismo es prioritaria sobre la necesidad del consenso hídrico. El actual Govern descarga la responsabilidad sobre la anterior dirección de la Agencia Catalana del Agua. La inacción de la ACA ha dejado más de 300 millones de euros sin ejecutar en los últimos cinco años.

Las inversiones contempladas en el plan de cuencas internas de Cataluña están paralizadas. Hasta el momento el Govern ha sido incapaz de activar los 1.417 millones de euros presupuestados como necesarios. Obras tan importantes como la desalinizadora de Blanes, las dos nuevas potabilizadoras en el Besós, y 25 plantas regeneradoras para reutilizar aguas depuradas para diversos usos, duermen el sueño de los justos.

El Govern se pone de perfil ante el ambicioso plan de AENA para la “modernización y ampliación de las infraestructuras aeroportuarias del Prat” en el próximo quinquenio. La ampliación de El Prat sin duda permitiría a Cataluña participar en los hubs logísticos intercontinentales. En un mundo hiper globalizado necesitamos “las conexiones aéreas internacionales y las infraestructuras requeridas por las empresas que orquestan las cadenas de valor”.

La acción política del actual Govern está inmersa en un “infantilismo” institucional que se manifiesta en el “aldeanismo secesionista” y el “ecologismo fantástico”. El primero es incapaz de entender la globalización y se aísla de la realidad internacional y, sobre todo, europea. El segundo encierra una filosofía del decrecimiento que afecta negativamente a la modernización de infraestructuras, como puede ser las aeroportuarias y que con sus simplificaciones dogmáticas puede poner en peligro la necesaria reconversión de la principal industria catalana: la automoción. Un ejemplo significativo de la hibridación del aldeanismo secesionista y el ecologismo fantástico sería la ausencia de autoridades institucionales en la visita del jefe del Estado y el presidente del Gobierno a la fábrica de Seat en Martorell en marzo del 2021. Algo más que una anécdota.

Desde el 2017 uno de los “grandes logros” del procés ha sido ayudar a convertir a Madrid en la locomotora de España. La capital del Estado ha pasado de representar el 11,7% del PIB español en 1955 al 19,4% en el 2021, superando a Cataluña que lo había liderado durante décadas. Los catalanes hemos pasado a ser la cuarta región de España en PIB per cápita, detrás de Madrid, País Vasco y Navarra.