No hace falta ser un experto en climatología para saber que en el Mediterráneo son frecuentes los ciclos de sequía, acompañados por lluvias torrenciales que en bastantes ocasiones hacen más daño que bien. Si además queremos ponernos apocalípticos añádasele el cambio climático, el Niño, la Niña y todo lo que nos apetezca. El caso es que hace demasiado tiempo que no llueve.
Ante un panorama negro podemos hacer lo que se ha hecho desde la edad media, rezar. Ya ha habido alguna rogativa al santo patrón y sin duda habrá más, no hay que renunciar al acervo cultural incluso en estos tiempos en los que algunos creen que solo ellos tienen la razón. Pero la ciencia también puede ayudarnos.
Desde que el hombre dejó de ser nómada sabía que necesitaba agua para vivir. Por eso muchísimas ciudades han crecido alrededor de los ríos y son innumerables los pozos practicados en las casas antiguas. Y en los sitios donde llueve poco y mal, como en el Mediterráneo, muchas casas tienen cisternas o aljibes en los que se recoge el agua de lluvia desde tiempo de los romanos. Poco a poco las soluciones particulares fueron dando paso a soluciones comunitarias, como los embalses. La España del desarrollismo de los 50 y 60 del siglo pasado fue proclive a construir presas y embalses de los que hoy nos beneficiamos sin que nadie se atreva a desempolvar los mecanismos de expropiación que se usaron en alguno de ellos.
Ampliar los embalses a hoy es impensable, pero sí podrían desarrollarse cisternas municipales para recoger agua de lluvia, aunque fuera solo para riego y uso ornamental. Pero, aunque parezca que algunos se nieguen a reconocerlo, estamos en el siglo XXI y afortunadamente hay más mecanismos para abastecernos de agua aunque no llueva, el más evidente las plantas desalinizadoras. El mecanismo para potabilizar el agua de mar es muy antiguo, pero cada vez es más eficiente. De la primera planta instalada en Lanzarote en 1964 a las que se desarrollan hoy hay un abismo que, sobre todo, se mide en eficiencia energética. Si a la mejora del proceso le añadimos fuentes de energía renovable, solar y eólica, tenemos un proceso sostenible al que nadie tendría que hacerle ascos.
La pregunta es por qué si tenemos sequía cada cinco o seis años no nos lanzamos a construir plantas desalinizadoras por todo el litoral mediterráneo, que es, además, donde se concentra una gran parte de la población y del turismo que nos visita. ¿Por qué los políticos prefieren asustar y restringir en lugar de invertir? ¿Para qué quieren nuestros impuestos? ¿Para malgastarlos? ¿Para tener una fuente de polémica?
Desde San Diego a Tel Aviv, pasando por Riad o las islas del Caribe, son millones de personas que viven en terrenos áridos sin pensar que se quedarán sin agua. Hay más de 18.000 plantas desalinizadoras en el mundo que pueden suministrar hasta 80 millones de metros cúbicos al día, es decir, un 40% más que todo el agua que se puede embalsar en nuestros pantanos. Y no solo suministran agua de boca, sino que está comenzando un proceso de reforestación selectiva de zonas desérticas gracias al suministro de agua razonablemente barata que permite mejorar la autonomía alimentaria de países hasta hace poco condenados a importar casi cualquier tipo de fruta o verdura.
Tal vez sea hora de potenciar, modernizar y complementar las desalinizadoras del Llobregat y de Tordera en lugar de atemorizar y restringir. No podemos permitirnos un verano sin campos de golf ni con restaurantes sin agua. Necesitamos tanto al turismo como al agua, las restricciones no pueden ser una solución del siglo XXI.