Según una versión apócrifa, pero asaz popular, los diez mandamientos serían en realidad once, y el último rezaría: “No molestarás”. Hace unos días me quejaba en un artículo de este diario de esa actitud tan propia del lazismo consistente en no considerar genuinos catalanes a los primeros bebés del año si sus padres son árabes, sudamericanos o, simplemente, extranjeros a secas. Resulta evidente que esa gente desconoce el undécimo mandamiento, pero ahora descubro que entre sus ninguneados también se da la misma actitud de incordio que en nada contribuye a la buena convivencia. Permítanme un par de ejemplos, relacionados con la exitosa patraña de los Reyes Magos, que a veces, por cierto, creo que nunca he superado del todo, pues me parece muy mal empezar en la vida siendo engañado vilmente por la sociedad en general y tus progenitores en particular: siempre que veo por la tele a los tiernos infantes saludando a los reyes de pega que circulan por sus pueblos y ciudades, pienso en lo poco que les falta para descubrir la engañifa y dejar de ser felices e inocentes. Pero, dejando aparte mis traumas personales, es indudable que lo de los Reyes Magos es una tradición asentada desde hace mucho tiempo, no cuesta nada respetarla y forma parte de la Navidad tal y como la entendemos por estos lares.
Por eso me revienta que, en Manresa, durante la noche previa al reparto de regalos a la gente menuda, los integrantes de un colectivo de inmigrantes (magrebíes, deduzco) tuvieran la brillante idea de celebrar una fiesta anti Reyes Magos en el Ateneo Popular La Sèquia. El colectivo, que atiende por Al Qwa (que no sé lo que quiere decir, puede que Los Aguafiestas), montó un jolgorio con música marroquí para mostrar su hostilidad hacia los Reyes Magos de Oriente, olvidándose de que en casa tienen a Mohamed VI, un sátrapa de verdad que les mata de hambre y los obliga e emigrar a tierras de infieles como la nuestra. Aunque no sean cristianos, creo que los de Al Qwa podrían haber descubierto ellos solos que no hay que molestar gratuitamente al país de acogida y meterse con sus costumbres, por absurdas que les parezcan (a mí me parece un delirio el Ramadán y no se me ocurriría ni prohibirlo ni manifestarme en su contra: allá cada cual con su estómago). ¿De verdad esos chavales de Manresa no tienen nada mejor que hacer que amargarles la noche a sus conciudadanos cristianos?
Gracias a un post en Facebook de mi amigo Gabi Beltrán --al que aprovecho para felicitar desde aquí por su demorada decisión de volver a dibujar comics--, me entero de que en el pueblo mallorquín donde vive, Sineu, hubo un pequeño cirio la noche de Reyes porque el que hacía de Baltasar se negó a entrar en la iglesia del pueblo, como se había hecho siempre, aduciendo que era musulmán y eso le impedía poner los pies en un templo lleno de infieles. Espero que no se queje si el año que viene le dan el rol de rey Baltasar a un blanco con la cara pintada de negro, como debió hacerse durante décadas porque en Mallorca no había más que mallorquines y algunos forasters. O me estoy volviendo paranoico o lo del Baltasar de Sineu son ganas de tocar las narices y de ejercer una especie de racismo a la inversa que no se diferencia mucho del de los lazis que les niegan la nacionalidad a los recién nacidos en la catalana tierra porque se llaman Abdul o Mohamed.
Todas las religiones se basan en leyendas más o menos bienintencionadas (menos la de los mormones, que es pura insania), y el Islam no constituye una excepción. Si de algo hay que quejarse con respecto a los Reyes Magos es, como en mi caso, de que protagonicen la primera decepción importante de un niño. Ya sé que todo el mundo lo acaba superando, menos yo, que aún pienso que ese primer tocomocho moral fue el primero de muchos otros, cuyo flujo, pese a mi ya avanzada edad, nunca se interrumpe. Pero dedicarte a organizar fiestas anti Reyes con música marroquí y negarte a entrar en una iglesia católica cuando te has prestado a hacer de rey Baltasar (no sé si cobrando o por amor a la infancia, incluida la infiel) se me antojan maneras muy gratuitas de incordiar a la comunidad que, de mejor o peor manera, te acoge. Sin olvidar que esa actitud te convierte en un intolerante como los que reparten carnés de catalán entre los primeros seres humanos venidos al mundo en el año en curso.
Ya sé que los diez mandamientos son un invento cristiano, y que el undécimo no existe y solo expresa un deseo muy humano, pero considero que ese mandamiento número once debería existir en todas las religiones y aplicarse en todas las culturas.