Esta semana, en una de tantas charlas sin mayores pretensiones sobre la lamentable política catalana, uno de los participantes señaló que lo vivido en el Congreso de los Diputados era aún peor; para desastre, lo de varios países de la Unión Europea, por no mencionar el descalabro británico y la extraordinaria fractura política estadounidense, apuntó seguidamente otro conversante. En resumen, en todas partes andamos tremendamente alborotados y desorientados.
Aunque las manifestaciones de dicho caos compartido sean distintas, es de sentido común cuestionarse si acaso todos los países soportamos el mismo mal de fondo. Y la respuesta es que sí, que todo Occidente padece las consecuencias de una globalización acelerada y desregulada que, aparentemente satisfactoria en sus inicios, ha acabado por romper viejos equilibrios sin proponer alternativas sostenibles.
El caso más paradigmático es el británico, pues el origen de sus graves y evidentes males no es el Brexit: la salida de la Unión Europea fue la consecuencia de ese proceso de desregulación y desindustrialización que, iniciado en la década de los 70, lideró la dama de hierro, Margaret Thatcher. Un buen momento para recordar cómo la premier británica señalaba que “la economía es el método, el verdadero objetivo es cambiar el alma y el corazón de la nación”.
En sus primeros años, los resultados parecían darle la razón, pero el tiempo ha venido a demostrar que no es tan sencillo cambiar una condición humana que, antes o después, siempre acaba por retornar. Y en ello estamos.
Navidades debe ser la época del año en que, llevados por la nostalgia y el aburrimiento, más retornamos a los clásicos del cine. Les recomiendo que aprovechen y vean El gran dictador de Charles Chaplin. En su extraordinaria arenga final reclama “un mundo que garantice a los hombres trabajo, dé a la juventud un futuro y a la vejez seguridad”. Esta es la inmutable alma y corazón de cualquier nación decente. La que Margaret Thatcher y sus tantísimos seguidores, aún hoy, siguen sin entender. Feliz Navidad.