Internet nació en 1969 con fines militares para comunicarse entre ordenadores y transferir información, pero fue democratizada en los años 90. Lo que parecía de uso de unos pocos y pasajero, se ha convertido en un derecho universal reconocido por la Unesco en 2015, la universalidad de internet. Incluso en 2009 hubo una iniciativa que pedía para internet el Premio Nobel de la Paz, porque además de hacernos la vida más fácil en el día a día, aporta una necesaria libertad, en especial en aquellos ámbitos, lugares y circunstancias donde esta escasea.
Hoy en día, la red nos da acceso y transfiere la información de todo tipo y de manera global de manera instantanea, la internet de la información. Mis hijos, generación alfa, no recuerdan ni entienden que existiera la vida sin internet.
Internet empoderó y abrió ventanas digitales al conocimiento, pero la web 1.0 no permitía interaccionar con otros usuarios. La versión web 2.0 vino con las redes sociales, con canales de comunicación y plataformas donde cedemos nuestros datos a cambio de poder intercambiar información y relacionarnos con otros.
Con el tiempo, esta cesión de datos se ha convertido en un mercado que podríamos llamar la economía de la privacidad y que hace que el valor de las cinco principales empresas tecnológicas del mundo sea superior al de la Unión Europea y está controlada por gigantes a modo de intermediarios de datos.
El nuevo internet, la web versión 3.0, pretende transferir valor sin intermediarios. Le llaman la internet del valor, y aquí es donde entra la tecnología blockchain.
La tecnología blockchain ("cadena de bloques") facilita el intercambio de dinero, productos e información, es mucho más fácil para que se distribuya, se encripta y se valida entre todos los miembros de una cadena de bloques sin necesidad (teórica) de intermediarios. La cadena de bloques permite registrar transacciones de manera inmutable, global y transparente y por tanto genera una huella única para registrar obras y propiedad intelectual. La blockchain ha venido de la mano de las bitcoins y las criptomonedas como sistema de pago.
En este internet 3.0 llamamos valor a todo aquello que consideramos valioso, que se pueda intercambiar, vender o negociar sea un producto, derechos de propiedad intelectual o industrial, servicios, etc. todo lo que se pueda traducir en un activo digital. Teóricamente, el internet del valor nos permitirá recuperar nuestros derechos sobre el valor de lo que producimos, sean obras o datos, nuestro capital intelectual, nuestra propiedad intelectual, y abrirá la posibilidad de negociar nosotros mismos con nuestros valores, sean obras, títulos de propiedad, monedas, compra de bienes o datos privados de todo tipo.
Países criptofriendly como Reino Unido, Singapur o Suiza, se postulan como potencias emergentes de esta nueva internet del valor y del uso de las criptomonedas basadas en esta tecnología.
Sea como fuere, no sé si será con la web 3.0 o la internet del valor, pero lo que sí es cierto es que todos estamos tomando consciencia, tarde o temprano, de que en este mundo digital todos tenemos nuestro valor en la red y que no lo podemos ceder gratuitamente a terceros.
PD: En la era del humanismo tecnológico, cuidado con los tóxicos, trepas, troyanos y trolls y rodearos de Sinergentes que siempre suman aptitudes, conocimiento equipo y valores.