Una de las condiciones que ha puesto ERC para recuperar la confianza en el PSOE y en el Gobierno, la asunción de responsabilidades por el espionaje, ya se ha cumplido con el cese de la directora del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), Paz Esteban.
ERC sabía desde el principio que el presidente del Gobierno no iba a entregar la cabeza de la ministra de Defensa, Margarita Robles, porque es una persona de la máxima confianza de Pedro Sánchez y porque este momento es especialmente inoportuno por la guerra de Ucrania y por la próxima celebración en Madrid de la cumbre de la OTAN.
Por eso, el presidente de ERC, Oriol Junqueras, ha tenido cuidado en no dar nombres cuando se trata de exigir responsabilidades por el caso Pegasus (o Catalangate). El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, llegó en un momento determinado a pedir la dimisión o el cese de Robles, pero no lo ha vuelto a repetir, aunque insista en que la destitución de Esteban no acaba con el problema.
La realidad es que, pese a las peticiones de dimisión --la última ayer en el Parlament por una moción de ERC--, Robles no solo sigue al frente del ministerio, sino que ha salido reforzada al nombrar a su número dos, la secretaria de Estado de Defensa, Esperanza Casteleiro, nueva directora del CNI, en el que trabajó durante 35 años. Casteleiro fue la jefa de gabinete de Robles cuando llegó al ministerio.
La derecha política y mediática lleva años acusando a Sánchez de que todo lo que hace es con el único objetivo de mantenerse en el poder. Ha vuelto a repetirse en el caso del cese de la directora del CNI y hasta Alberto Núñez Feijóo se ha sumado al coro con la misma argumentación. Como argumento, sin embargo, es muy débil porque ¿alguien conoce a algún presidente del Gobierno, sea del partido que sea, que no quiera y no haga todo lo posible para permanecer en el poder? Feijóo también habló de “caricatura de presidente” y de Gobierno “moribundo”, que “dinamita los cimientos de la democracia” y ha sumido al país en una “crisis institucional”.
Con Feijóo, se esperaba que la oposición criticara a Sánchez con argumentos más sustantivos referidos a la política que lleva a la práctica el Gobierno de coalición, pero el PP sigue instalado en buena parte en el catastrofismo, acusando al presidente de venderse a los independentistas y de destruir España. Ahora, parece que incluso ni siquiera la renovación del bloqueado Consejo General del Poder Judicial podrá llevarse a cabo y volverá a retrasarse.
La segunda condición de ERC para normalizar las relaciones es la de la transparencia para conocer lo máximo posible de lo que ha ocurrido con el espionaje. Para conseguirla hay dos vías. Una es la desclasificación de los documentos en los que se ordenaba el espionaje para saber quién lo decidió. Aunque el Gobierno no quiere desclasificar los documentos si no lo pide el juez que investiga el caso, todo dependerá de las negociaciones con ERC y muy posiblemente de la anunciada reunión entre Sánchez y Aragonès. La otra vía consiste en la reforma de la ley de secretos oficiales y de la que regula el funcionamiento del CNI. Esta solución serviría para que tanto el Gobierno como ERC ganaran tiempo.
La tercera condición de Esquerra es que hechos como los sucedidos no se vuelvan a repetir, una cuestión fácil de prometer y no tan fácil de cumplir, pero que cabe también en las negociaciones entre el Gobierno y ERC. Para ello, si una de las partes promete que el espionaje no se volverá a repetir, la otra debería comprometerse a olvidar el “ho tornarem a fer”.
Lo que demuestra el desarrollo de la crisis, pese al ruido y las exclamaciones que ha levantado, es que ni el Gobierno ni ERC quieren la ruptura y el final abrupto de la legislatura. Porque la alternativa quedó clara el martes en el pleno del Congreso, al que ERC llevó una moción sobre “la calidad democrática del Estado español”. En el debate, el diputado del PSOE Arnau Ramírez se dirigió a Esquerra para decirle: “Elijan de qué lado están. Al otro lado, ya saben lo que hay”. Y lo que hay es el PP y Vox.