Aunque el mandato de Rafael Ribó al frente de la Sindicatura de Greuges está más que caducado y a finales de diciembre pasado PSC, ERC y Junts pactaron finalmente su relevo por Esther Giménez Salinas, tres meses después el cambio sigue sin materializarse.
Curiosamente, el resto de renovaciones también acordadas por PSC, ERC y Junts para otros organismos institucionales de la Generalitat como la Sindicatura de Comptes, el CAC y la CCMA ya se han producido, y los nuevos miembros han tomado posesión de sus cargos. Pero a Ribó, con la excusa de temas procedimentales y de cambio de mandatos, parece que no logran echarlo ni con agua caliente.
Y, mientras tanto, el siniestro personaje sigue con su actividad progubernamental y ultranacionalista, particularmente la cruzada contra el bilingüismo escolar y el cumplimiento de la sentencia que ordena un mínimo del 25% en castellano en la enseñanza obligatoria.
Cuando estamos a la espera de que el Goven explique cómo piensa cumplir el mandato del TSJC, el Síndic se descuelga con una macroencuesta, según la cual ese porcentaje de castellano ya se cumple de sobras. El curioso razonamiento es que se utiliza parcialmente en otras asignaturas, siempre de forma oral, claro está, y que hasta un 30% del profesorado da las clases en ambas lenguas. A ello se añade lo que ocurre en los patios y en los comedores escolares, donde el uso del castellano sobre el catalán por parte de los alumnos en su relación interpersonal y grupal es mayoritario.
El Síndic concluye, en base a este estudio a más de 50.000 alumnos de primaria y de secundaria, que el catalán es menos predominante de lo que se podría pensar entre los alumnos de Cataluña, y fuera de clase, el uso de ambas lenguas ya está igualado, con predominio de castellano en algunas zonas. Y de ahí pontifica que no hay que hacer nada más, que en el sistema educativo ya se cumple el mínimo del 25% en castellano que fija el TSJC y que añadir una asignatura obligatoria en esta lengua perjudicaría gravemente al catalán.
El ejercicio de contorsionismo que hace Ribó es espectacular. Mira que la Generalitat ha tenido años para llevar a cabo estudios completos sobre los usos lingüísticos reales en el sistema educativo catalán. Pero, claro está, en el marco de un modelo teórico de inmersión lingüística, en el que todo se hace solo en catalán, con los libros de textos exclusivamente en esta lengua, la pregunta no tenía lugar, su mera formulación era una herejía.
Suponía un cuestionamiento inaceptable hacia lo que repetían insistentemente era un modelo de éxito, sin disfuncionalidades ni quejas (solo la de unas pocas familias pesadas) y, por tanto, mejor no preguntar, mejor no saber. No es que desconociesen del todo la realidad en algunos centros, donde es posible que los profesores usasen el castellano para interactuar mejor con los alumnos procedentes de la inmigración extracomunitaria, pero mejor ignorarlo, taparlo, y disimularlo bien el día de la inspección.
Pues bien, la primera conclusión, aunque esta encuesta de la Sindicatura de Greuges no creo que tenga mucho valor, es que en cualquier caso el modelo de inmersión no se cumple. Lo que ahora se explica que ocurre con normalidad --y casi celebrándolo para no tener que introducir un porcentaje obligatorio del 25% en castellano-- no deja de revelar un fracaso enorme de la propuesta inmersiva. Para los impulsores en su día de la inmersión como Joaquim Arenas debe ser muy frustrante.
La segunda es que es un fracaso mal gestionado, de entrada porque se ha escondido e incluso negado que ocurriera durante décadas. Porque lo lógico hubiera sido normalizar esa realidad en la que el castellano aparece, se cuela por las rendijas del modelo inmersivo y darle carta de naturaleza. O sea, si hasta un 30% de los profesores imparte las clases en ambas lenguas, lo normal sería que los alumnos dispusieran de los libros de texto y los ejercicios en catalán y castellano. ¿Libros bilingües, por qué no?
En definitiva, si es cierta la encuesta que de forma tan instrumental ha sacado ahora relucir el Síndic, la Generalitat ha perdido una ocasión de oro para desactivar el conflicto lingüístico escolar. Hace años, a preguntas del TSJC, podía haber contestado que ya se ofrecía un porcentaje mínimo de castellano en el sistema educativo obligatorio en Cataluña. ¿Qué problema había entonces para normalizar una asignatura troncal en esta lengua u ofrecer fórmulas de aprendizaje bilingüe flexible? Pero no se crean nada, tampoco lo que dice ahora Ribó. Ya les dije tiempo atrás que en la inmersión todo es mentira.