Ada Colau declaró, por fin, ante el juez encargado de investigar las millonarias subvenciones que el Ayuntamiento de Barcelona concede cada año a una ristra de entidades afines a la cuerda ideológica de la alcaldesa.
Esta compareció en calidad de imputada por varios delitos presuntos que van desde la prevaricación y el fraude en la contratación, hasta la malversación de caudales públicos, el tráfico de influencias y las negociaciones prohibidas a los funcionarios.
Colau dijo estar encantada de presentarse en el estrado. Pero lo cierto es que previamente movió cielo y tierra para zafarse del engorroso trámite e interpuso recurso contra su imputación, que las instancias jurisdiccionales desestimaron de plano.
El día de la cita, doña Ada pidió acceder a la sede judicial por el aparcamiento, a fin de dar esquinazo a la prensa. La endiosada edil olvida a menudo que es una mortal como cualquier otra persona. Se cree estar por encima del bien y del mal. Pero la magistratura le replicó que ni hablar. O sea, que hubo de entrar en las instalaciones por la puerta, como todo hijo de vecino.
Antes de encaramarse a la alcaldía, Colau trabajó en el sector privado en muy contadas ocasiones. En una de ellas, actuó de actriz durante un corto periodo. Quizá recordando esa etapa, en la presente oportunidad se hizo acompañar de su claque particular, a fin de que vociferara un rato y le aplaudiera hasta con las orejas.
El espectáculo revistió las trazas habituales de los montajes podemitas. La asistencia de sus acólitos fue tan espontánea que casi todos ellos portaban la misma pancarta.
La justicia tiene ahora la última palabra. No se excluye que dictamine la legalidad de los regalos que la buena señora dispensa a diversos tinglados seguidores de la estela de En Comú Podem, por valor de cientos de millones, extraídos del bolsillo de los barceloneses. Entre los favoritos figura Observatori Desc, que antaño proporcionó a Colau un empleo bien remunerado.
La regidora jefa de la Ciudad Condal arremetió esta semana en una entrevista radiofónica contra Crónica Global y Metrópoli Abierta, dos de las cabeceras de Global Media Group. Dijo que ella solita nos ha obligado a rectificar nada menos que 30 veces las noticias divulgadas en ambas.
Se trata de una falsedad como la copa de un pino. Crónica Global no ha rectificado ninguno de los textos que dedicó a sus trapacerías y desaguisados en el Ayuntamiento. Y Metrópoli Abierta, sólo uno. Es de suponer que hasta una ágrafa completa como ella sabe distinguir la diferencia entre una y otra magnitud.
No contenta con el transcrito desahogo, Colau añadió: “Me gustaría conocer el detalle de la financiación de Crónica Global, pues ya que nos piden la financiación a los partidos, yo creo que también sería bueno saber la financiación de estos digitales. Sería muy interesante democráticamente para la población”.
Pues mire, señora, si quiere conocer la financiación de GMG, le recomiendo humildemente y con el mismo desvelo “democrático”, que se monte a alguno de los veinte coches oficiales que tiene a su disposición en la plaza de Sant Jaume. Y ordene al chófer que le lleve al Registro Mercantil de Barcelona, sito en Gran Vía, muy cerquita de la plaza Cerdà. Allí, previo pago de 9 euros, se le entregarán nuestras cuentas anuales. Y si sabe leer e interpretar un balance, cosa harto dudosa, comprobará de dónde proviene el dinero de Crónica Global.
Pero le ahorramos el viaje y los 9 euros. El dinero procede en un 100% de la publicidad. El ayuntamiento que usted tan mal gobierna, jamás nos ha otorgado un céntimo en concepto de anuncios. Al contrario de lo que ocurre con otros medios de difusión muy inferior a la nuestra, a los que usted unta a manos llenas de forma arbitraria y sectaria, a cambio de que le adulen.
Sus ataques a los órganos informativos que no le bailan el agua destilan un claro tufillo totalitario. Salta a la vista su fastidio ante una prensa privada independiente que ejerce la libertad de expresión amparada por la Carta Magna.
A usted lo que le mola son los engendros como Betevé, la televisión del Ayuntamiento, también conocida como Tele Colau, debido a la frecuencia apabullante con que propala la imagen de la alcaldesa.
Esa emisora, financiada con los impuestos de todos los ciudadanos, disfruta de una audiencia ínfima, inversamente proporcional al monto de sus costes disparatados. Valgan, al respecto, tres datos. Primero, en 2020 apenas facturó 657.000 euros. Segundo, una sola partida de gasto, la de personal, engulló más de 11 millones. Y tercero, el ayuntamiento tuvo que inyectarle 17 millones para evitar su quiebra.
Se entiende a la perfección que los barceloneses den la espalda a ese canal de forma abrumadora. Sentarse en el sofá hogareño para escuchar a palo seco una sarta tras otra de propaganda de la defensora de los okupas, durante las 24 horas del día, es una tortura de tipo soviético que no se le debe desear ni al peor enemigo.
Las miserables deposiciones de la primera edil contra GMG no pretenden otra cosa que amedrentarnos y acallarnos. Pero va lista, señora Ada, si piensa que vamos a renunciar a nuestras funciones informativas y fiscalizadoras.