A menudo suscitan risas las proclamas de Isabel Díaz Ayuso (IDA) cuando dice que Madrid es la capital de la libertad. Sí, darán risa, pero para cualquier observador al que no le ciegue el partidismo es obvio que hay mucha más libertad de opinión y de expresión en Madrid que en Cataluña.
En la capital, y en toda España, cada uno es de su padre y de su madre y los abusos de unos son debelados por los otros; los abusos de la derecha los denuncia la izquierda, y viceversa. En el periodismo de la capital hay sitio para Inda y Escolar, para El País y El Mundo, para OK y para El Diario: medios que, con todos los defectos que se quiera, ofrecen visiones e interpretaciones no ya diferentes de los acontecimientos, sino diametralmente opuestas. Y esa coexistencia se llama democracia.
Por el contrario, toda Cataluña pertenece a los mismos y todas las instancias se someten al mismo poder. El poder político es uno, lo permea e impregna todo. Y cuando comete un atropello apenas se oyen débiles voces que se lo reprochen y pongan así en peligro su subvención. Las mayores barbaridades se dan por descontadas, se reciben en un silencio de una elocuencia magnífica. El que proteste se expone a la muerte civil. Todas las instituciones supuestamente creadas para moderar o fiscalizar los abusos del poder han sido secuestradas o compradas. Así nos encaminamos al virreinato mafioso.
Ya les digo yo que en Madrid el caso Rius hubiera levantado un escándalo formidable. La prensa se hubiera puesto las botas. El evidente abuso de poder y conculcación flagrante de la libertad de expresión que consiste en impedir que un periodista respondón acceda a las ruedas de prensa del Gobierno regional, aquí, en cambio, ha sido aceptado con silencio por muchas entidades y avalado por otras. Son muy pocas las voces que se han atrevido a denunciarlo.
Un estudio minucioso de esos silencios cómplices sería muy revelador. Aquí anotaremos sólo algunos:
Por ejemplo, el defensor del pueblo, o Síndic de Greuges, se ha callado, como se dice en expresión catalana, com un puta. El síndic Ribó, que lleva décadas ocupando su bien pagado cargo y viajando por todo el mundo a costa de los presupuestos del Estado (por cierto que el Tribunal de Cuentas debería fiscalizar su cuenta de gastos, igual que ha analizado el viaje de Alay a ese paraíso terrenal en los Mares del Sur que es Nueva Caledonia), no ha dicho esta boca es mía. Él, tan célere en proteger al Govern y en predicar la democracia y la libertad, aquí calla…
Quizá porque, dada su provecta edad y su estado de extrema corrupción moral, anda demasiado ocupado introduciéndose un palo de escoba por salva sea la parte y hasta la garganta (tarea que no cabe duda de que requiere tiempo), que lo mantendrá tieso y le proporcionará “rectitud”, y que, debidamente conectado a una corriente eléctrica, lo sacudirá en periódicos espasmos que den la impresión de que sigue vivo, para que siga ganando batallas para el Govern también después de muerto, cual belicoso Cid Campeador.
Ahí tenemos al PSC, supuestamente “la oposición”, dirigida por el señor Illa, cuya máxima aspiración es que el niño con barba que hace como que preside el Govern deje de escupirle y le llame a mantenerle en el poder cuando le fallen la CUP y las comunes; en el caso Rius, como en tantos otros episodios de abusos de poder, guarda un silencio que es complicidad, no vaya a enfadarse “el nene”.
Pero lo más revelador, lo que más vergüenza da ha sido la reacción del Col.legi de Periodistes: el Govern les consultó, y el Col.legi aceptó. Dio su visto bueno a la Inquisición. Y luego emitió un comunicado de un fariseísmo formidable, en el que este órgano que supuestamente ampara los derechos de los informadores manifiesta sus hondos deseos de que, en adelante, si es posible, si no es demasiada molestia, un episodio tan desagradable como éste no se repita demasiado a menudo.
Los miembros de la junta presidida por Joan Maria Morros no tienen derecho a calificarse como periodistas. Desde luego se han ganado una subvención, pero es gente a la que uno no tocaría ni con la punta del palo que mantiene tieso a Ribó.
Es formidable: con una sola, pequeña cacicada, el Govern ha revelado la naturaleza sumisa y aquiescente de varias instituciones. Son cosas propias de nuestra querida patria chica. No se les forzó, eligieron ellos la condición servil. Recuerdan el poema de Espriu: “van triar / la gran vergonya mansa / dels lladrucs”…