Es una de las disyuntivas y uno de los debates más relevantes que se producen hoy en día en Cataluña. Acometer o no una ampliación de la tercera pista en el aeropuerto, parece que éste es el dilema. De momento, se echa de menos en esta disputa argumentos de calado tanto a favor o en contra, que los hay en los dos sentidos, y los términos en que se plantea resultan más bien tópicos cuando no claramente superficiales. Reduciendo los argumentos al mínimo, parece que se confrontan una apuesta por el crecimiento económico, del que un aeropuerto dimensionado sería una pata significativa, ante los que primarían la defensa de una zona natural de interés y que creen que debe continuar siendo protegida ante los embates del cemento.

O más vuelos de avión o salvaguarda de los pájaros. Especialmente el sector turístico, con el apoyo de las organizaciones empresariales, abonan una ampliación que entienden permitirá recuperar y aumentar el flujo de viajeros que debe llenar y dinamizar la ciudad de Barcelona y dar sentido a los recursos de las zonas costeras. Para los escépticos en que la ampliación aeroportuaria sea necesaria, el impacto ambiental que se derivaría en una zona ya especialmente congestionada resulta innecesario y poco justificable. En términos políticos, la confrontación está servida entre los partidarios del pragmatismo economicista y aquellos que creen vale la pena pensar un poco más allá. Más grande, no siempre es mejor. Hay también un amplio sector del arco parlamentario que tiene la tentación de gustar todo el mundo y no se ha pronunciado. De hecho, todavía no se sabe muy bien cuál es la posición definitiva sobre el tema por parte del nuevo Govern de la Generalitat.

Probablemente todos estaríamos de acuerdo en que, si se tiene que hacer y se hace, que se haga bien y se minimice el impacto. Se impone la pregunta, ¿es necesario? Hay dos aeropuertos más en Cataluña notoriamente infrautilizados y uno más, el de Lleida, que no se utiliza para casi nada. ¿No sería posible constituir con todos ellos un sistema integrado que nos ahorre la operación de agrandamiento de El Prat? Si el resultado de establecer esta red no es equivalente al carácter referencial de disponer de un aeropuerto más grande, ¿cuál es en realidad la función que se le dará en el aeropuerto barcelonés? La cuestión de fondo y creo que muy relevante es si esto permitiría convertirlo en un hub remarcable tanto de vuelos entre las principales ciudades del continente, como especialmente de enlaces con los principales aeropuertos del mundo, lo que ahora no es. Esto, probablemente justificaría una ampliación que daría a Barcelona una posición estratégica y que le permitiría desarrollar en el entorno catalán actividades económicas de base tecnológica de interés y atractivo globales. Quiero decir que resulta crucial para decidir explicitar cuál es la estrategia económica de fondo que puede sustentar dar más amplitud a esta infraestructura, en definitiva, cuál es el proyecto de país y de futuro que habría detrás.

Porque, no nos engañemos, si de lo que se trata es de aumentar los vuelos low cost que son los que hasta ahora predominan en este aeropuerto, para inflar un sector turístico que antes de la pandemia ya resultaba insostenible para la ciudad de Barcelona y para su entorno, quedaría más que justificada la negativa a la ampliación. Este es un sector que ha sufrido muchísimo con la pandemia y que parece coherente con las infraestructuras hoteleras que se disponen que recupere un cierto peso económico. Seguro que el país lo necesita. Pero habría que evitar el exceso de dependencia hacia una actividad sobre la primacía de la que no es posible mantener una economía moderna y competitiva, ni una sociedad equilibrada.

Poco valor añadido, mucho impacto ambiental y social, desestructuración de una ciudad gentrificada y convertida en una especie de Port Aventura urbano y mucho trabajo precario. Los datos son elocuentes. El turismo movió en Cataluña, en 2019, casi 40 millones de personas, 21,5 millones de las cuales eran extranjeras, con una facturación aproximada de 25.000 millones de euros. Es mucho. Sólo la ciudad de Barcelona recibió 12 millones de visitantes, lo que equivale comparativamente a más del doble del turismo que recibió todo Brasil en ese mismo año. Una exageración. Pensar que el modelo económico de país es éste, resulta aterrador, como lo es que no se haga un mínimo cómputo de las externalidades negativas que todo ello genera y se renuncie a evolucionar hacia un turismo posible y sostenible. Todo esto hay detrás de una decisión como la de ampliar sí o no el Prat. Estaría bien que se discutiera y se nos enseñara la fotografía completa y no sólo un detalle de ella.