El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha justificado la próxima concesión de los indultos a los presos del procés en razones de concordia, una palabra que no debió oponer a la de venganza porque se podía interpretar que así estaba aceptando uno de los argumentos de los independentistas. Pero la búsqueda de la concordia es un objetivo loable, aunque existan dudas sobre el efecto que tendrán los indultos en la actuación futura de los condenados, cuando algunos de ellos no cesan de repetir que “ho tornaran a fer”.
Para prevenir esa posibilidad de reincidencia, parece que los indultos serán parciales --condicionados por la unanimidad en contra del Tribunal Supremo-- y reversibles, de modo que se pueda suspender su aplicación si se produjera una situación similar a la que determinó las condenas.
Los indultos persiguen la búsqueda de la concordia, el desbloqueo de la relación entre la Generalitat --gobernada por los independentistas-- y el Gobierno, y mejorar la convivencia en la sociedad catalana y entre una parte considerable de los catalanes y el resto de España. Pero, aparte de esos objetivos, el mejor argumento práctico para defender la medida de gracia es la reacción contraria de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y del entorno de Carles Puigdemont.
La presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, ha admitido que los indultos “desarman” al independentismo y son “nefastos” desde el punto de vista internacional porque restan argumentos a los independentistas. El entorno de Puigdemont no ha sido tan explícito, pero son conocidas sus reticencias, al contrario que ERC y Pere Aragonès, que ha repetido que, aunque sigan reivindicando la amnistía y el derecho de autodeterminación, los indultos serán bienvenidos.
La concesión de los indultos será, sin duda, una decisión valiente y arriesgada porque cuenta con la oposición mayoritaria de la opinión pública española, de la fiscalía del Supremo y del tribunal sentenciador. El Tribunal Supremo se ha opuesto con argumentos jurídicos, pero también con alguno político, fuera de lugar, al referirse a que serán un “autoindulto” porque algunos de los beneficiarios pertenecen a partidos políticos de los que depende la estabilidad del Gobierno.
Este argumento, el de que los indultos se conceden para seguir en el poder, muy utilizado también por la derecha política y mediática, es doblemente falso. En primer lugar, porque la estabilidad del Gobierno está asegurada y no necesita hacer más concesiones a ERC para terminar la legislatura, ya que no existe en el Congreso una mayoría alternativa. En segundo lugar, es un argumento contradictorio con las advertencias de que los indultos le van a costar a Sánchez la salida del Gobierno en las próximas elecciones. Es decir, indulta para seguir en el poder, que va a perder por los indultos. ¿En qué quedamos?
La reacción del PP ante los indultos es, por otra parte, una vuelta a las andadas, con la reedición de la foto de Colón y, sobre todo, la recogida de firmas en la calle emulando la de 2006 contra el Estatut, un error monumental que hasta la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría estuvo cerca, años más tarde, de admitir. Ahora la recogida se apoya en unos carteles en los que se dice: “Por la Constitución, la Justicia y por España”.
Tres argumentos falaces. Los indultos no van contra la Constitución; al contrario, son perfectamente constitucionales. En cuando a la justicia, ya se hizo en su momento. Y por España debe referirse a la España del PP, la que no ofrece nada para pacificar las relaciones entre Cataluña y el resto de España, como no ofreció nada el Gobierno de Mariano Rajoy.
¿Cuál es el proyecto de Pablo Casado no ya para arreglar el conflicto, sino tan solo para atemperarlo e intentar alguna solución? Se desconoce, pero, por lo que a veces ha dicho, se trataría de aplicar un 155 permanente, recuperar competencias en educación, revertir la transferencia de las prisiones a la Generalitat y controlar los medios de comunicación públicos en Cataluña, entre otras medidas recentralizadoras.
Si alguien piensa que medidas de este tipo pueden solucionar algo, está muy equivocado. Solo pueden agravar las cosas y contribuir, como ya hizo el Gobierno de Rajoy durante su mandato, al crecimiento exponencial del independentismo. En este sentido, la decisión de conceder los indultos va en la dirección contraria, igual que la reanudación de la mesa de diálogo. No es seguro que ambas iniciativas tengan éxito, pero al menos se trata de intentar superar el enquistamiento y sacudir el tablero para inaugurar una nueva etapa que saque el conflicto del callejón sin salida en el que se encuentra.