Los soberanistas temen el renacimiento del voto socialista. Después del 14F, el PSC no mandará, pero habrá recompuesto su mayoría catalana ante los próximos comicios españoles (quedan dos años) en los que el PSOE se jugará un segundo mandato hegemónico. En las urnas se cumple este principio: “Cuando el PSC gana las generales con amplio margen en Cataluña, el PSOE obtiene en España la mayoría absoluta”. Es la misma ley de la balanza que se ha repetido en el mundo del sindicalismo de clase: “quien gana el metal gana la confederal”. Conclusión rotunda: el 14F es un ensayo;ERC y ERC debe ser consciente de que un pacto con JxCat en Cataluña le alejaría de la gobernabilidad española a medio plazo, pese a renunciar a la DUI y al frentismo del procés, repudiado por un 60% de los catalanes.
A los republicanos no les basta con reconocer su error; deben enmendarlo. De momento, se han sumado (mal) a las tres peticiones de comparecencia de Salvador Illa -un hombre de vocación pública, virtud escasa- , antes de dejar el Ministerio, aprobadas en el Congreso en la Diputación permanente con 36 votos a favor sumados por PP, Vox, Ciudadanos ERC y Junts, y con la abstención, una vez más lamentable, de Unidas Podemos, la gangrena de la izquierda. Los nacionalismos se alimentan unos de otros; nacen en pueblos y sueñan en imperios; pero no se acuerdan de que una coalición europea de progreso hizo retroceder a los turcos de Viena a Valaquia y que Napoleón fue vencido por Europa (no por Prusia).
Mientras las estrategias se cuecen a fuego lento, la última contribución de Arrimadas no tiene desperdicio: ofrece una coalición al PSC, bajo el mando de Ciudadanos, para evitar un tripartito (PSC-ERC-Comuns). La líder naranja no sabe contar: algunos sondeos le pronostican pocos diputados, por debajo de VOX (se le estiman 10), pero ella quiere estar por encima de Illa en una coalición anti-nacionalista; ¡Atómico! Se le ha pegado la simpleza de Albert Rivera, partidario de administrar la profilaxis a los políticos, después de ancianos y sanadores, pero antes que al resto de la población.
La campaña empieza mañana a media noche: Constitucionalistas frente a nacional populistas, empeoradores frente a mejoristas (palabras de Raimon Obiols), un sol poble frente al “pánico Illa”, como le llama Coscubiela al miedo indepe. Con otras ofertas en marcha, como la de Jéssica Albiach, la candidata de En Comú Podem, preocupada por el hecho de que Laura Borras (JxCat) se convierta en presidenta de la Generalitat con la ayuda de ERC, ya que, aunque ganara Illa, “los socialistas no pueden articular una mayoría para formar Govern”. Claro; esto no va de ganar sino de conformar una mayoría parlamentaria. Borràs se presenta junto a Elsa Artadi para decir que implementarán (verbo lego) la República ¿Se atreverá Borràs a implementar la cosa? ¿Creen que la Doña se bajará del Jaguar para meterse en el coche del chófer con gorra de plato? A ella le ha ido muy bien lo de amagar sin rematar, como a Philippe Coutinho, el interior más caro de la historia del Barça, que hoy decora los escaparates de los Encants.
Mientras tanto, JxC presenta una lista digna del mejor encomio: acaba de dimitir Josep Sort después de llamarle puta, histérica española a la alcaldesa Ada Colau. Este individuo, un etnicista que firma @graccus, merece ser reeducado, pero no en la resiliencia democrática, sino en los campos de arroz de Mao Zedong, el emperador rojo. Sort preside el autoproclamado Reagrupament, un nombre que mancha la memoria inmarcesible de Josep Pallach, socialdemócrata y luchador antifranquista, cuando justamente se cumple el 43 aniversario de su fallecimiento, en 1977, a seis meses de las primeras elecciones democráticas. La candidatura de Junts incluye de número dos a Joan Canadell, el líder de los lacedemonios espartanos, que tomaron la Cámara de Comercio a lo pantera; y lo hicieron a golpe de democracia futbolística, unos comicios corporativos mancillados por la compra de votos y la amenaza. La de Borràs-Canadell es la lista del “España es paro y muerte”, la de Josep Costa, vicepresidente de la Mesa del Parlament, que se reúne con fascistas aplaudido por Quim Torra y la que hace los comentarios xenófobos de Albert Donaire, sobre los andaluces que se pasan el día en el bar.
Hay quien nos mira con vergüenza ajena, como George F. Will, el columnista del The Washington Post, ganador de un Pulitzer, que desvela las mistificaciones del soberanismo y compara a sus líderes con el premier británico Boris Johnson, encargado de despertar pasiones demagógicas para “destrozar naciones”. Llevamos mucho tiempo dando el cante. Nos temen como a un hijo díscolo que se merece una colleja. No nos tienen miedo; simplemente, hacemos el ridículo y ahora se nos presenta la ocasión de no seguir haciéndolo. Mientras se calientan las urnas, la jauría nacional-populista se desboca.