No les estoy hablando de Núria de Gispert, que hace años, como presidenta del Parlament, se avino a hacerse una foto vestida de esta guisa para La Vanguardia. Les estoy señalando al supuesto presidente de la Generalitat de Cataluña, Joaquim Torra. Estos días lleva una actividad endiablada. No se sabe si sirve para algo, pero ahí está nuestro presidente nombrándose adalid contra la monarquía, amenazando a los letrados del Parlament que no le bailan el agua, agitando la insumisión de los ayuntamientos, personando a la Generalitat en el caso 3%, haciendo la vida imposible a sus “compañeros” --¡quién lo diría!-- de Govern, haciendo comparecencias institucionales a un ritmo imbatible que le garantizan el récord Guinness durante años y, sobre todo, manteniendo la incógnita sobre las elecciones.
Torra dijo que su Govern no servía para nada por “deslealtad”. Anunció elecciones y en eso estamos. A la espera. Torra descubrió que tenía la varita mágica que pone en jaque a amigos y enemigos. En los últimos días, Torra ha agudizado el ingenio para marear la perdiz, sabiendo que hasta el 17 de septiembre, como poco, tiene la sartén por el mango. Dicho de otra manera, hasta que el Supremo ratifique su sentencia --y se reúne ese día-- puede seguir jugando con fechas y volviendo loco a todo el mundo.
Oriol Junqueras, aprovechando su ya extinto tercer grado, se reunió con Torra e intentó consensuar una fecha. Puigdemont intenta que Torra no avance demasiado y le convoque unas elecciones para las que necesita tiempo. Primero para organizar a su tropa y, segundo, para designar a su delfín o delfina. Nadie conoce las intenciones del president excepto su núcleo de confianza. Ni Elsa Artadi, vicepresidenta de Junts per Catalunya, parece que tenga idea a tenor de sus declaraciones de esta semana, en las que abogaba por agotar la legislatura.
Torra tiene la varita mágica, ¡y lo sabe!. Se aprovecha de la situación porque cuando le comuniquen la sentencia del Supremo se convertirá en un juguete roto y, para colmo, tendrá que aguantar que Pere Aragonès se convierta en presidente en funciones. Por eso agita, cual hada madrina, su varita mágica. Hasta ahora tenemos cuatro escenarios, y no descarten más. El primero se agotó este martes 11 de agosto. El día en el que tenía que convocar comicios para el 4 de octubre, empezando la campaña en torno al 11-S y con todas las fechas “históricas” en campaña. La incógnita se mantuvo hasta el final pero, por si acaso, los partidos cerraron sus programas electorales para que “no les pillara el toro”. Hasta Puigdemont cerró una dirección provisional de su JxCat que pudiera hacer las listas por si Torra se ponía estupendo.
El segundo escenario se filtró casi en paralelo al nonato 11 de agosto: las elecciones para el 15 de noviembre, convocadas el 18 de septiembre, cuando finalizara el Debate sobre Política General. El día 16 empezaría, el 17 Torra vería su causa en el Supremo y el 18, con luz y taquígrafos, convocaría.
Tercero, casi de inmediato, desde su troupe se agita otra fecha, el 11 de octubre. La campaña empezaría el 24 de septiembre, al día siguiente de su comparecencia por desobediencia en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña.
Y cuarto, quién dice que Torra vaya a convocar las elecciones hasta que no dictamine el Supremo. Cabe la posibilidad de que lo haga incluso antes de recibir la notificación formal. Y también cabe la posibilidad de que sea cesado por el Supremo y que JxCat agite el Parlament para nombrar a un nuevo presidente del partido y evitar así unas elecciones que se vislumbran reñidas pero que, sobre todo, hacen pivotar toda posibilidad de éxito para JxCat con una victoria clara que ponga de rodillas a ERC. Otro escenario abre la posibilidad de que los republicanos tengan socios alternativos.
Si al final se impone la tesis del 11 de octubre saldremos pronto de dudas, porque Torra tendría que convocar el 18 de agosto. Torra y su troupe, alias los mosquetorras, no sueltan prenda. Pero, por si acaso, Torra limpia y pule su varita mágica y el director de TV3, entrevistador-acosador de opositores, Vicent Sanchís, lo tiene todo preparado para entrevistar al presidente de la Generalitat en la televisión pública. En breve, saldremos de dudas, pero no descarten más escenarios. La estridencia de Torra es imprevisible y sus ganas de pasar a la historia, todavía más.