El 23F ha sido tradicionalmente una fecha destinada a rememorar aquel fallido golpe de Estado de 1981 que dejó transida la Transición del 78, tan denostada por algunos. Sin embargo, este año, tan significada jornada quedará marcada como el día en que el expresidente de la Generalitat, Artur Mas, dejó de estar inhábil. Lo que no sabemos es si seguirá siendo inútil para encabezar alguna opción política independentista por unitaria que la desee, puesto que es difícil escapar del pasado: asegura que no tiene aspiraciones, aunque tampoco las niega con rotundidad. En este presente, lo que inquieta es la mesa del diálogo entre gobiernos. También podría ocurrir que le viéramos en el equipo de la Generalitat. Nadie ha dicho --que recuerde-- que hayan de ser obligatoriamente consejeros.
La reiterada mesa de diálogo se aventura como un guirigay. Ya saldremos de dudas. Podría verse como un intento de jugar a la güija, ese tablero con letras y números destinado a conectar con los espíritus o las almas en pena del más allá. Esto de la adivinación da cierto mal fario y el más allá no sé exactamente si se refiere sólo al otro mundo o puede servir Waterloo. Además, salimos de una fase de luna nueva que, además de influir en las mareas y el comportamiento humano, es tiempo de eclipses y, desde antiguo, momento adecuado para iniciar nuevos planes, proyectos, iniciativas o aventuras, tanto da sembrar, como cortarse el pelo. Lunáticos hay muchos, por doquier, y no sabemos tampoco quién puede hacer de médium. Quizá por eso insiste tanto Quim Torra en la figura del mediador (relator, en terminología al uso), por más que deba ser alguien dotado del “don de lenguas”. Aunque tampoco sabemos si está pactado el idioma en que se desarrollará el encuentro: español, catalán o ambos.
La vicepresidenta Carmen Calvo aseguraba que sería lógico empezar por una “reflexión de diagnóstico” sobre los que nos está pasando, y cerraba la puerta al reclamado mediador porque es más que suficiente con los que estén en la mesa. De momento, conocemos el equipo titular del Gobierno, pero ignoramos el del Govern, salvo la pareja Torra-Aragonés. Menos mal que Manuel Castells ya anunció que defenderá la posición del gobierno español, con lo cual podemos imaginar de qué lado de la mesa estará. Conocidas sus posiciones anteriores, la alegría con que recibió JxCat el nombramiento por su afinidad a las tesis nacionalistas y la toma de posición de Jaume Asens; presidente de Unidas Podemos en el Congreso, a favor de la amnistía y la autodeterminación, era como albergar algunas dudas. Máxime si se recuerda que Pere Aragonés ha reiterado que su equipo trasladará a la cita “una propuesta bien clara: la solución al conflicto político que tenemos, tiene que ser un referéndum de autodeterminación y una amnistía para acabar con la represión”. Punto por punto, lo mismo que decía Quim Torra en su misiva al Gobierno proponiendo nueva fecha y orden del día empeñado en pilotar la mesa y su velocidad de navegación.
La semana se presenta entretenida, una vez más. No olvidemos, asimismo, que Carles Puigdemont mantiene para el día 29 su cita en Perpiñán con sus seguidores y, quién sabe, si para anunciar su candidatura a la presidencia de la Generalitat. Curiosamente, el inquilino de Waterloo va, como en el juego de la oca, de Pujol a Pujol, pues así se apellida casualmente el alcalde de la localidad francesa, que recibió tiempo atrás a Quim Torra engalanado con un aparatoso lazo amarillo. Habrá que esperar a ver cómo reacciona ERC si se cumplen estos vaticinios. A fin de cuentas, en política es siempre fundamental definir con precisión quién es el enemigo principal. Se puede pensar incluso que el enemigo de tu enemigo es un amigo, pero las cosas no son tan simples. Y puede ocurrir aquello del poeta austriaco Erich Fried de que “ocupado en combatir a mi enemigo principal, me dio muerte por la espalda mi enemigo secundario”.
Al día siguiente de la mesa de diálogo y en vísperas del aquelarre del sur de Francia, tendrá lugar otro evento de interés: la presentación de un libro de Artur Mas reflexionando sobre el procés. Llevamos una larga temporada en la que hemos vivido un tsunami de libros políticos. El exsecretario de CCOO en Cataluña, José Luis López Bulla, escribía recientemente que “los políticos catalanes se llevan la palma en ese estajanovismo literario”. El periodista José Antonio Zarzalejos confesaba en El Confidencial haber leído al menos una treintena de libros sobre la crisis catalana, del centenar que pueden haber aparecido. Encomiable y titánico esfuerzo, sin haber sucumbido ni perdido la lucidez.
Con los títulos más recientes, se podría construir un itinerario actualizado del soberanismo. Lo importante sería Perder el miedo (Marta Pascal) para Vencer y convencer (Santi Vila) y, gracias a El independentismo pragmático (Pere Aragonés), poder llegar a la Ítaca prometida con Cabeza fría, corazón caliente (Artur Mas) --título tomado del timón que heredó de su abuelo--, a fin de que se cierre el ciclo De la investidura al exilio (Carles Puigdemont, próximamente). Por cierto, el de Waterloo-Perpiñan ya promete otro en breve: La reconstrucción del retorno. Mañana llega también a las librerías Sobrevivir al naufragio, el último de Félix Ovejero, una “reflexión sobre el naufragio de la política, sobre su incapacidad para ayudarnos a organizar nuestra vida compartida”. Acabaremos recurriendo a los chamanes.