Somos muchos los que no vemos con buenos ojos las negociaciones del PSOE con ERC para ver si se consigue formar gobierno en España de una maldita vez. Francamente, negociar el gobierno de la nación con una gente que se muere de ganas de abandonarla para fabricarse la suya suena un pelín a absurdo, ¿no? Si a Albert Rivera no se le hubiese ido la olla y Ciudadanos siguiese siendo lo que fue en sus orígenes, un partido de centro izquierda liberal, hace meses que podríamos tener un gobierno de coalición ante el que los separatistas no pudiesen decir ni mu porque su opinión no sería del interés de nadie. Pero las cosas son como son, y ahora, ERC, que hace unos meses se ofrecía gratis para lo que hiciera falta a través del estadista Rufián, ha subido el precio de sus favores y, para abstenerse, le pide al PSOE el oro y el moro. Ya no me molesto en hablar de un gobierno de coalición entre el PSOE y el PP porque esto no es Alemania y aquí todos valoramos mucho el rencor y muy poco las ganas de tener la fiesta en paz.

Fiesta que, si cede mucho ante los republicanos, se le puede aguar a Pedro Sánchez, que acabará volviendo a ser acusado de felón y malandrín por el PP. También ERC se juega algo en esta pantomima, sobre todo a nivel autonómico. De momento, los hiperventilados del separatismo ya los acusan de vendidos y botiflers, motivo por el que han puesto un precio tan alto a lo que hace medio año regalaban por boca del inefable Rufi. Se mueren de ganas de facilitar la presidencia de Sánchez (y la vicepresidencia de Iglesias, que siempre les echa una manita con esa chorrada del derecho a decidir), pero tienen que disimular. Saben que acabarán cediendo si aspiran a pillar cacho en las autonómicas catalanas: las puede ganar Puchi, que tiene mucho tirón, y quedarse con un palmo de narices si no consiguen montar un tripartito con el PSC y los comunes (y corrientes); un pacto imposible si ahora dejan tirados a Sánchez e Iglesias con lo de formar gobierno para ese país que, aparentemente, no ven la hora de abandonar.

No quisiera estar en las espardenyes de set vetes de los negociadores republicanos. Pese a la aparente chulería --es de abrigo meter en el equipo a Josep Maria Jové, también conocido como El Tonto de la Moleskine, un hombre capaz de plasmar en su libretita todo el golpe de Estado y cuyo hábitat natural sería el talego--, saben que se juegan la vida y el futuro del partido. Si estuvieran seguros de imponerse en las autonómicas, ya habrían enviado al carajo a los socialistas. Pero no lo están. Es más, se temen que el majareta de Waterloo vuelva a salirse con la suya, quede como el guardián de las esencias y los presente a ellos como una banda de traidores a la patria. Es evidente que ERC está calculando qué es lo que le sale más a cuenta en esta coyuntura, de ahí que no se esté dando ninguna prisa (qui dia passa, any empeny, ¿verdad?). La pregunta que se hacen nuestros carlistones es: “¿Cuál es la mejor manera de hacernos con el poder en Cataluña y librarnos de los malditos pedecatos (o puchinelis)?”. Si se portan mal con Sánchez e Iglesias y gana Puchi las autonómicas, pintan bastos a corto plazo. Conclusión: más vale que se imponga la vía rufianesca y que les llamen vendidos y botiflers. O eso o contratar a un asesino a sueldo que se avenga a aceptar un trabajito en Bélgica. Un magnicidio pequeñito, pero eficaz. Un pasito pequeño para la humanidad, pero un gran paso adelante para ERC.