Hemos llegado al futuro de Blade Runner, noviembre de 2019, como antes llegamos a 1984, a 2001 o a tantas otras fechas clave en las obras de ciencia ficción que databan el futuro en fechas que hoy ya son pasado. Y si Blade Runner es en su conjunto una gran obra cinematográfica, el monólogo final del replicante Roy Batty termina con una frase que perdurará para siempre: "Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia". Lo que estamos viviendo estos días en Cataluña lleva el camino de pasar a la historia discretamente diluido por su irrelevancia. Mucho simbolismo, mucho ruido, pero poquísimas nueces.
Vaya por delante mi respeto e incluso admiración a quienes todavía tienen el arrojo de irse a pasar frío a la frontera para ser una pieza de un movimiento coral mientras sus ideólogos le siguen dando a los mejillones y a la cerveza. Es la desobediencia de los obedientes, esos que se activan y desactivan a golpe de Telegram o de una app que tiene más agujeros de seguridad que un queso gruyere. Qué envidia tener una tropa tan motivada. Cuando los sentimientos son tan fuertes, la razón nada puede hacer, sino respetar a quienes les mueve el corazón. Pero recapitulemos un poco.
Las elecciones del 10N han evidenciado tanto la persistencia del bando de los creyentes en el independentismo como su estancamiento. Ahora han votado 7.077 personas más a opciones independentistas (asumiendo como tal el Front Republicà, ahora reemplazado por la CUP) que en abril. 1,6 millones de personas son muchas, pero desde luego no es la mayoría de una sociedad de 7,5 millones de personas, de las que tienen derecho al voto 5,6 millones. Son muchas personas, son muy persistentes y ni se les puede ni se les debe ignorar. Pero no son la mayoría, no ya cualificada --el 66% necesario para modificar el Estatut--, sino ni siquiera una mayoría relativa. Y esto lo hemos de repetir una, diez y 1.000 veces, porque en la gestión del relato, y del control de medios, el independentismo lo hace muy, pero que muy bien. El independentismo ni es mayoría social ni ha ganado las elecciones. Y además, los votantes de CiU votan la opción más radical de JxCat porque no tienen alternativa. Un votante “de los de toda la vida” de CiU nunca votará a ERC, antes se abstendrá. Si hubiese una opción nacionalista pactista de derechas con posibilidades reales, veríamos cómo el voto radical bajaría. Pero lo triste es que nadie se atreve a dar el paso hacia la necesaria normalización, porque la palabra botifler duele mucho, todas las terceras vías parecen condenadas incluso antes de formularse y, sobre todo, no compensan. Preferimos tener nuestra libertad algo cercenada, como hoy la tenemos todos los ciudadanos de Cataluña, que dar un paso al frente. Es lo que tiene ser una sociedad aburguesada.
Más allá del bloqueo del aeropuerto, sin duda espectacular, y de un par de noches de barricadas incendiarias, el resto de acciones de estas semanas han sido localizadas, más bien reducidas y hasta con toques infantiles, pero muy subrayadas por la claca mediática. En lo objetivo no han sido para tanto, pero el daño infligido a la imagen exterior de Catalunya ha sido, y es, inmenso. Demasiado simbolismo que en realidad solo tiene efectos negativos para Cataluña y los catalanes. Sirva como ejemplo la Meridiana, todas las noches cortada desde el 14 de octubre. ¿Para qué? ¿Qué se gana con esto? ¿Quién gana con esto? Es de destacar la paciencia y proporcionalidad de las fuerzas y cuerpos de seguridad, pero todo tiene un límite, el cual estamos cruzando. Muchas acciones se podrían disolver “a la francesa” en cuestión de minutos, pero prima el equilibrio entre restablecer el orden y los perjuicios a la convivencia. Sabiendo dónde se corta cada noche la Meridiana, hay muchas maneras de no caer en el atasco. La kale borroka acabó en Donostia cuando el gremio de bares y restaurantes del Casco Viejo se quejó amargamente del coste del lío permanente. ¿Dónde está nuestra sociedad civil? ¿Existe? Si hace unos años se montó un aquelarre en el IESE para pedir la gestión de El Prat a la gloria de uno de los gurús de esta sociedad menguante, ¿no hay que movilizarse ahora? ¿Para que está Turismo de BCN? ¿y el Círculo de Economía? ¿para qué Barcelona Global? Vivimos tan bien que el 90% de libertad que nos deja el caos nos es suficiente. Si un día perdemos el avión, el AVE o nos cortan la carretera, qué más da, aquí se vive de fábula... A Barcelona no la matarán los independentistas, sino la indolencia y el pasotismo de quienes no lo son.
Tiene mucho mérito que unos pocos miles de personas pasaran la noche al raso en la frontera francesa, pero en cuanto amaneció, el desalojo por la gendarmería francesa fue tan efectivo como cruel. Recordaban a otra escena mítica del cine, la de Indiana Jones en En Busca del Arca Perdida, con su revólver frente a un guerrero árabe con una espada haciendo filigranas. Efectividad máxima. A los gendarmes les bastó un poco de gas pimienta y decisión. El lunes fue festivo en Francia, y hubo algo de permisividad, además de que cargar de noche en un viaducto podía tener más perjuicios que beneficios. Pero al amanecer del día siguiente, el tema se resolvió de manera más que expeditiva, con 18 detenciones que se enfrentan a una legislación mucho más dura que la española. O les ayuda el Ministerio de Exteriores del Reino de España, o les saldrá cara la travesura.
Bloquear la Jonquera es un fastidio para el que le pilla en medio, pero hay al menos 23 pasos fronterizos terrestres entre España y Francia, por lo que con un poco de planificación, y un viaje algo más largo se ha podido cruzar la frontera sin problemas. Como accedieron sin problemas los invitados a la entrega de premios de la Fundación Princesa de Girona o como se accedió por la puerta de atrás a una estación de Sants falsamente bloqueada. Todo son símbolos, imágenes y fotos, pero símbolos estériles que no benefician absolutamente a nadie y perjudican a todos. Hasta el sindicato independentista del transporte ha dicho que bloquear la Jonquera perjudica más que ayuda. Solo quienes viven en una ensoñación de la que no quieren despertar creen que estos gestos sirven para algo. Lo malo no es que Europa pase, que pasa, es que Cataluña también pasa.
Hay, al menos, dos personalidades globales que apuestan por Barcelona de una manera casi irracional y a quienes no estamos, ni estaremos, suficientemente agradecidos. Una de ellas, el presidente de SEAT, ya ha alertado sobre los perjuicios que conlleva para la inversión este ruido de fondo. Nuestra realidad es de casi normalidad, pero el ruido hacia fuera es constante, y a nadie le gusta tener que defender no solo una inversión, sino todo un entorno. El otro héroe es John Hoffmann, el consejero delegado de la empresa que organiza el Mobile. En breve tendrá lugar una reunión decisiva para la preparación de la próxima edición de este certamen, y no ayuda para nada este run run más mediático que real. O las aguas vuelven pronto a su cauce, o el daño será irreversible.
No solo es justo, sino que es más que necesario, defender las ideas, pero hay que tener mucho cuidado con lo que se rompe por el camino. El ruido, la pataleta, la protesta deben tener un horizonte y un por qué, pero ahora toca construir un futuro mejor para todos, entre otros también para quienes están en la cárcel a la espera de que sus condiciones mejoren y a quienes este ruido vacuo perjudica tanto o más que a la economía. Quienes vivimos en Cataluña conocemos la realidad de nuestro día a día. Pero mucha gente que no vive aquí cree que caminamos hacia un entorno tan complicado como el de los años de plomo del País Vasco o incluso el del Ulster del IRA y, evidentemente, la situación dista de ser esa. Pero fomentar esta imagen de falso caos está más cerca de la alta traición al pueblo catalán que de la construcción nacional. Es lamentable que los consellers tengan que calmar a inversores internacionales cuando, en esencia, lo que ocurre tiene mucho de performance. Al Estado no se le está haciendo, ni se le hará, ni cosquillas; a Cataluña, cada vez más daño.
Ojalá este tsunami pronto se transforme en lágrimas en la lluvia, de lo contrario lo que desaparecerá será la imagen de Barcelona, y de Cataluña. Y para reconstruirla no tendremos chips de memoria ni replicantes como en Blade Runner...