El próximo 20 de septiembre la exalcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, será la pregonera de las Fiestas de la Mercè en Barcelona. Como sucedió con el pregón de Javier Pérez Andújar, sectores independentistas han anunciado un boicot. Planean un acto alternativo con Toni Albà y desbordar luego la plaza Sant Jaume para que la noticia no sea el mensaje a favor del diálogo y la convivencia que ha marcado la trayectoria de Carmena. Quieren que el insulto y el odio que rezuman las apariciones de Albà se impongan. Desean repetir las imágenes esperpénticas de la toma de posesión del gobierno municipal, cuando la plaza Sant Jaume fue copada por grupos que querían impedir el pacto entre Barcelona en Comú y el Partido Socialista.

Esta reacción representa justamente lo que une a la extrema derecha con los independentistas radicales: el odio. Manuela Carmena es una persona que no ha perdido la sonrisa ni los papeles a pesar de haber sido objeto de ataques brutales por parte de la derecha. Ha trabajado para buscar soluciones a los problemas de la ciudadanía con políticas progresistas, enfocadas a recuperar lo social pero también a regenerar la política tras la corrupción que se había instalado en Madrid de la mano del Partido Popular. Ante el conflicto en Cataluña, ha apostado siempre por una salida federalista, que no pase por la ruptura de los lazos que unen a Cataluña con el resto de España. No cree que hayan presos políticos. Pero esto es lo que piensan la mayor parte de los votantes de izquierdas que han abogado también desde el principio por una salida política y dialogada.

La ciudadanía progresista tiene que defender este pregón. En solidaridad con la ciudadanía de Madrid, que regresa a las etapas mas oscuras de la mano de personajes como Isabel Díaz Ayuso, con el añadido que esta vez la extrema derecha forma parte de sus gobiernos municipal y autonómico. También porque no podemos dejar que el discurso del odio se imponga en Cataluña. Hace unas semanas veíamos como la consellera de Agricultura, Teresa Jordà, promocionaba una cerveza que lleva el lema Fuck Spain. ¿Qué diferencia hay entre el discurso del odio de Vox y las actitudes de Toni Albà o Teresa Jordà? Muy poca.

En su libro Contra el odio, Carolin Emcke se pregunta por qué en estos tiempos se odia así: sin ningún reparo, sin ocultarse tras un pseudónimo. Por qué el odio se fabrica objetos a medida creando colectivos desdibujados a los que se puede insultar abiertamente. Como miembros de la sociedad, nos compete impedir que quienes odian puedan fabricarse objetos a medida, ya sean los inmigrantes, las mujeres, los colectivos LGTBI, los madrileños o los españoles. Esta tarea no se puede delegar. El odio sólo se combate rechazando su invitación al contagio. Quien pretenda hacerle frente con más odio se deja manipular aproximándose a eso en lo que quienes odian quieren que nos convirtamos.

Tenemos que impedir que el odio se apodere de nuestras fiestas y de nuestros espacios compartidos. “No pasarán”, fue una de las consignas que gritaron los manifestantes convocados por la ANC en la Plaza Sant Jaume con motivo de la toma de posesión del actual gobierno municipal. Utilizaban un lema que sirvió a los republicanos que luchaban contra el fascismo y que estuvo colgado en 1937 en uno de los accesos a la Plaza Mayor de Madrid como símbolo de la resistencia. Impedir que se apropien de símbolos y lemas ajenos es también responsabilidad de la ciudadanía. Las plazas y las calles también son nuestras. No deberíamos olvidarlo.