A algunos constitucionalistas les ha indignado y sorprendido que este fin de semana en las fiestas de Vilafranca del Penedès hayan invitado a Inés Arrimadas a quedarse en Madrid “hasta que se la coman los gusanos”.

Al parecer, pensaban que, tras el fracaso del procés, los independentistas se mostrarían más razonables y ofrecerían un rostro más amable, más pragmático, más posibilista... pero va a ser que no.

El secesionismo catalán es, sobre todo, nacionalista. Y algunos parecen haberlo olvidado. De hecho, ese es el principal problema del independentismo catalán: son nacionalistas y les mueve el odio al disidente. Un odio que se traduce en acciones como inundar el espacio público con todo tipo de simbología indepe; poner las administraciones públicas al servicio de su proyecto uniformizador; incumplir las leyes que no les gustan apelando a “la voluntad del pueblo”; mantener la inmersión lingüística escolar obligatoria exclusivamente en catalán; desinfectar (literalmente) calles en las que los partidos constitucionalistas realizan actos políticos; discriminar, insultar y silenciar a los que no piensan como ellos y se atreven a decirlo en público...

Ahora amenazan con la “confrontación” con el Estado --“confrontación y diálogo”, se atreve a ampliar ERC para demostrar su “pragmatismo” (sic)--; con retomar la “unilateralidad” y la “desobediencia”; con volver a intentar la investidura del expresident fugado y con montar un “tsunami democrático” como respuesta a la sentencia del juicio del procés --que nadie sabe muy bien lo que es, pero que no suena excesivamente edificante--.

A pesar de que los nacionalistas acumulan revés tras revés en el plano internacional --el presidente de la Asamblea Nacional francesa acaba de mostrar su apoyo a la integridad territorial de España tras el manifiesto de medio centenar de diputados galos contra la prisión preventiva de los cabecillas del 1-O--, estos continuarán adelante con su programa de desestabilización del país y de acoso a los catalanes constitucionalistas.

Y así seguirán --según sus afectuosas palabras-- “hasta que a Arrimadas se la coman los gusanos”. Tal vez nuestros gobernantes deberían tomar nota y actuar en consecuencia.