Recientemente un amigo holandés me hablaba del potencial de España para ser una potencia mundial y él no entendía por qué yo era más bien pesimista con mi amado país. Contamos con la segunda mayor extensión de la Unión Europea, doce veces Holanda, la cuarta población, tres veces Holanda, nuestro idioma lo hablan 400 millones de personas, veinte veces más que el neerlandés, tenemos un clima excelente y un bagaje histórico y cultural de primera. Para mi amigo Holanda, por el contrario, es un país pequeño y a sus ojos decadente con una población cada vez más acomodaticia. Eso sí, su PIB per cápita es más del doble que el español, por encima del de Alemania y Francia y su salario medio supera los 51.000 euros, también más que doblando el español. Ya me gustaría llorar por sus ojos…
Siempre pensamos que el jardín del vecino es más verde que el nuestro entre otras cosas porque al verlo a lo lejos las calvas se disimulan. Para mí Holanda es un país que hasta lucha contra el mar por sobrevivir mientras que en España nos dejamos ir, buscamos siempre el atajo porque aquí, se vive bien. Es cuestión de hambre. En Holanda con nuestro recientemente incrementado salario mínimo es imposible vivir, por no decir los malabares que tendrían que hacer nuestros pensionistas y, sobre todo, las viudas de pensionistas, que cobran bastante menos de ese salario mínimo.
Nuestro posicionamiento es el de un país barato y eso suele acabar mal, porque siempre hay alguien más barato que tú. Nuestra primera industria, el turismo, se coloca en el mundo sobretodo por precio. Somos un país seguro y barato, además con un clima excelente. Llevamos años viviendo de las desgracias de nuestros vecinos y gracias a ellas seguimos atrayendo a más y más turistas a pesar que muchas veces les maltratamos. Deberíamos tratar de ingresar lo mismo o más, pero con bastantes menos turistas por año. Gran parte de la masificación es sólo culpa nuestra.
Nuestra segunda industria, el automóvil, brilla como lugar de fabricación porque, de nuevo, nuestros salarios son bajos y somos capaces de fabricar con calidad. Siempre iremos detrás de Alemania y Francia, pero no está mal ser el pobre del club de los ricos. El gran riesgo lo tendremos si los inminentes cambios tecnológicos reducen la necesidad de mano de obra o incluso el número de coches vendidos. Ahí siempre iremos a remolque de los países dónde se deciden las inversiones.
Tal vez el sector más peculiar es el inmobiliario, sin duda otro de los motores de nuestra economía. Se hundieron Reyal Urbis, Martinsa Fadesa y tantas otras, se rescataron cajas de ahorro y se traspasaron sus activos a Sareb, naciendo unas rarae aves, los servicers, encargados de gestionar el ingente parque de préstamos y sus colaterales. Y tras la crisis han surgido nuevas empresas inmobiliarias, algunas con bastante más ciencia que las que cayeron: Aedas Homes, Neinor, Via Celere, Habitat,…con fondos de private equity en el lugar del empresario y que, por cierto, comienzan a cambiar si no el rumbo, al menos a los timoneles de estas organizaciones, quién sabe si vaticinando una próxima tormenta en el horizonte. El anunciado ERE de Solvia al pasar a manos de un fondo es un ejemplo más. Ya no es oro todo lo que reluce en el sector inmobiliario.
Nuestras grandes multinacionales son utilities y bancos, pero cada vez nos quedan menos empresas industriales, cada vez hay menos Amancios Ortegas y más rentistas. El listado de empresas que se han vendido en los últimos años es impresionante: Codorniu, Freixenet, Juve y Camps, Chupa Chups, Caprabo, Pronovias, Ficosa, Areas, Panrico, Pastas Gallo… por no decir las que han tenido accidentes empresariales: Pescanova, DIA, Fagor Electrodomésticos, Zinkia (PocoYo), Viajes Marsans… cada vez quedan menos empresas con solera. Llegar a la segunda generación ya es una proeza mientras que en Alemania muchas de las grandes empresas siguen contando con descendientes de las familias de los fundadores en su núcleo accionarial.
En general buscamos el atajo, el dinero rápido. Bastantes emprendedores de nuevo cuño piensan sobre todo en forrarse en la venta de su empresa y cada vez quedan menos empresas si no centenarias al menos que hayan sobrevivido un par de generaciones.
De vez en cuando España da muestras de grandeza. Triste es que el reconocimiento venga de fuera, pero no es casualidad que soldados españoles desfilasen en primer lugar el día de la fiesta nacional francesa hace unos pocos días. No es que seamos más guapos y gallardos (que también), es que el ejército español evitó en Mali una masacre dentro de la base francesa (y por cierto poco o nada salió en nuestras teles). Borrell va a ser máximo representante internacional de la UE, Dolors Monserrat pondrá sentido a las iniciativas legislativas populistas, perdón populares, en el parlamento europeo, y Nadia Calviño suena a posible directora gerente del FMI….somos una gran nación pero no acabamos de creérnoslo, ni siquiera cuando Nadal, Gasol, Alonso u Ona Carbonell ganan en sus especialidades deportivas, por citar a algunas de las muchas estrellas deportivas que reinan o han reinado en su especialidad, todo esto con el permiso de Rosalía, top entre las top, que con su “cumpleanys” va hacer más por el catalán, que también es patrimonio de España, de lo que hacen todos los guardianes de las esencias, ensimismados con sus “atzucacs”, “entremaliaduras”, “borinots” y palabras cuanto más complejas mejor, que sirven para pasar una aburrida tarde frente a un juego de mesa o, eso sí, ganar un sueldecillo en la tele que un día decía que era la de todos …¡¡tra, tra!! .
Recomiendo leer este verano a Arturo Pérez Reverte porque es quien mejor explica que aún hay cierta fijación por la cutrez. Como decía Bismark, España es el país más fuerte del mundo: los españoles llevamos siglos intentado destruirlo y no lo hemos conseguido. Tal vez mi amigo holandés tenga razón, nos podríamos comer el mundo si nos lo creyésemos, pero por nuestra fijación en el corto plazo nos quedamos en el aperitivo, en una terracita, eso sí. Ojalá nos demos cuenta pronto y podamos cumplir con lo que los demás esperan de nosotros. Europa necesita que España sea uno de sus motores más importantes.